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Donde doy vida de nuevo a los personajes que me atraparon y me arrastraron a su mundo, uno que sólamente es posible entre las páginas de un libro.
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CoreanoÁrabe

miércoles, 28 de julio de 2010

La huésped nº 37 - Cap 7 - Presentaciones


Setphanie Meyer creo este maravilloso universo, yo lo tomé prestado y lo amplié.

CAPITULO 7 – PRESENTACIONES

Estábamos en una caverna bastante amplia. Miré hacía el techo, pero la luminosidad me hirió los ojos y tuve que bajarlos al suelo y bizquear bastante para recuperarme.

- Espejos. –Dijo Jaime entre carcajadas– Mola más de noche. Entonces parece que tuviésemos un montón de lunas ahí arriba.

Miré alrededor mientras avanzábamos pegados a la pared. No estábamos solos.

Efectivamente aquella caverna era muy grande y en sus paredes de roca purpúrea y porosa no había oquedades, pero si multitud de agujeros que comunicaban con los túneles adyacentes. Unos grandes y redondeados, otros más pequeños e irregulares. Algunos demasiado angostos para que pudiese pasar un ser humano. Unos parecían naturales pero otros si no hechos a propósito, al menos si habían sido claramente agrandados.

Jaime tenía razón, aquello parecía un vestíbulo con un extenso jardín en el centro.

Había gente en actitud de entrar o salir de algún túnel, además de unos cuantos regantes alrededor del jardín. Me consolé pensando que podía haber sido peor, podrían haber estado todos.

Me preparé para ir enfrentándolos uno a uno. Al primero que vi fue a Ian, estaba a escasos pasos de nosotros. Tenía a una chica morena, bastante risueña diría yo, colgada del brazo. Cuando se dio cuenta de que los observaba, la cogió por la cintura y la atrajo hacía su costado.

No me gustó, no sabía mucho de relaciones de pareja, claro; pero se suponía que no se mantenía más que una a la vez y... ¿acaso él no había abrazado y besado a la rubia menuda la otra noche?. Busqué su mirada con la mía, en actitud recriminatoria, y entonces fue cuando me di cuenta de que no era él. Su expresión era más dura, además parecía algo más mayor y su nariz no era tan recta y perfecta. Sin duda serían hermanos.

- Esos son Kyle y Sol. –Me informó mi acompañante entre susurros– A él no le gustaban mucho las almas antes de conocerla a ella.. –Puso los ojos en blanco– No es que ahora le apasionen, claro; no obstante ese cabeza dura tuvo que admitir al fin que estaba equivocado con Wanda. Sí, fue muy injusto con ella. En cuanto a Sol, aunque no lo admita nunca, creo que le ha acabado robando el corazón.

Llegamos a su altura antes de que pudiese analizar toda aquella información. Entonces ocurrieron tres cosas: Cuando la chica giró la cabeza en mi dirección para mirarme, sus ojos refulgieron con un brillo plateado inconfundible. Casi al mismo tiempo, el brazo que Kyle aún mantenía alrededor de su cintura y la mano de Jaime que apretaba la mía, se tensaron. Era evidente que los tres estaban esperando que saliese huyendo, gritando despavorida. En vez de eso, ya recobrada de la sorpresa inicial, les dediqué la mejor de mis sonrisas. Había encajado las piezas del puzzle. Comprendía las revelaciones de Jaime aunque no estaba segura aún de lo que implicaban para mi caso.

¡Wanda y Sol eran almas! ¡Tenían a dos almas conviviendo con ellos, integradas como uno más!.

Desde que había llegado a aquellas cuevas, mi cabeza se había ido llenando de preguntas, muchas de las cuales no me atrevía a realizar. Ahora mismo sentía una creciente curiosidad por saber como se había producido aquella situación, y también que sólo podía esperar a que Jaime decidiese contármelo. Pero era frustrante comprobar que mientras más cosas me contaba, más preguntas "difíciles" surgían para ser agregadas a la lista.

- Kyle... Sol... –Escuché decir a Jaime a modo de saludo– Os presento a Elen.

No temía a Sol y tampoco volvería a temer a Wanda, eso lo tenía claro. La única razón para hacerlo no tenía ningún sentido allí donde estábamos. Ellas no eran buscadoras y jamás me entregarían a ninguno. Su presencia en las cuevas lo demostraba sobradamente. Así que la miré directamente y la saludé, para hacérselo saber.

- Encantada de conocerte, Sol.

La presión que Jaime ejercía sobre mi mano, se relajó automáticamente cuando ella me dedicó la más dulce de las sonrisas. No pude aguantar la curiosidad. Quería constatar la reacción de Kyle, esperaba que se hubiese sorprendido bastante. Pero primero miré a Jaime. Se había vuelto hacía mí, con la cara radiante de satisfacción. Mi corazón aceleró cuando encontré sus cálidos ojos. De mala gana, me obligué a apartar los míos para mirar al otro hombre.

Se me hizo un nudo en la garganta mientras la sonrisa se me congelaba, pues él ahora sí que me asustaba, y mucho. No sólo no había relajado la postura, si no que me escrutaba con ojos de halcón. Me hacía sentir vulnerable e insignificante. Deseaba desesperadamente salir huyendo, ocultarme de aquella mirada implacable..., peligrosa..., pero no me atrevía ni a respirar. Presentía que cualquier movimiento brusco por mi parte, sería suficiente para desencadenar el ataque.

¿Por qué tanto recelo? ¿Acaso me temía? ¿¡A mí! ¿Cómo era eso posible?. ¡No!. Temía por Sol, sin duda. A él nunca le preocupó que yo me asustase, si no más bien que la atacase. Ahora me daba cuenta. Era algo ilógico para mí. ¿Acaso Sol no estaba con ellos y yo sola e indefensa?. Sin embargo... que sabía yo sobre el comportamiento humano. Bueno... sabía lo suficiente. El miedo desencadenaba en odio, y el odio en violencia y brutalidad. Además eran seres violentos por naturaleza.

Bajé lentamente los ojos al suelo. A pesar del pánico, me di cuenta de que nunca me había parado a considerar que eso es lo que yo era. Humana. Por eso él esperaba esa reacción por mi parte.

¡No! No era como ellos, no lo sería jamás. Yo nunca le haría daño a nadie. Yo... yo... no era un alma tampoco. No podía seguir engañándome, me comportaba como tal, pero en el fondo no era tan... buena, tan... altruista. En el fondo...

¿Qué soy?

¡Menudo momento para una crisis de identidad!.

Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para alejarme de aquellas devastadoras emociones, y dejarlas para más tarde. Si continuaba, pronto sufriría un ataque de ansiedad en toda regla. Ya lo veía venir. Acabaría con un fuerte dolor en el pecho y respirando desesperadamente por la boca. Era lo último que necesitaba. Además, en esos momentos había algo más importante que requería de toda mi atención: JAIME.

Sabía que de producirse una confrontación él me defendería, y yo no quería que aquel hombretón de aspecto brutal le hiciese daño. No soportaría verlo lastimado, y menos por mi culpa. ¿Qué podía hacer para evitarlo? ¿Cómo tranquilizarlo y demostrarle que yo no era ninguna amenaza?

Sólo se me ocurrían dos opciones y ambas podían ser el detonante del ataque, pero no podía quedarme eternamente congelada. La primera era impensable, no tenía sentido salir huyendo. Aparte del echo de decepcionarle, lejos de Jaime no había ningún sitio seguro para mí en aquel lugar.

Inspiré profundamente y le miré de reojo, todavía con los ojos bajos y la cabeza ligeramente agachada.

No se daba cuenta de la actitud de Kyle, porqué estaba centrado en la mía. Me sonrió al percatarse de mi furtiva mirada, tratando de darme ánimos, de reconfortarme.

Suspiré y alcé los ojos hasta enfrentar a los del hermano de Ian. Era de suponer que mis palabras y mi atención deberían haber ido dirigidas a Sol. Pero no era ella la que me obligaba a pronunciarlas, ni su reacción la que me interesaba vigilar.

- Es un alivio poder hablar al fin con un alma, sin tener que preocuparse por ser descubierta –susurré a duras penas, pues la boca se me había quedado seca y el estómago amenazaba con volvérseme del revés de un momento a otro.

Técnicamente no había mentido, cosa que se me daba fatal, aunque aquello tampoco era del todo cierto por dos motivos muy evidentes para mí:

El primero. Yo jamás les había temido a mis padres.

Mis padres. Recordarlos me atenazó el corazón.

El segundo. Realmente no sólo no estábamos hablando, si no que no planeaba quedarme a hacerlo. Simplemente trataba de alejarme de su amenazador y potencialmente peligroso acompañante, de un modo seguro.

Comencé a avanzar deliberadamente lento, arrastrando conmigo al chico.

- Luego nos vemos tíos. –Dijo Jaime, dejándose llevar.

Me costó un mundo controlar los temblores al pasar junto a Kyle, pero no me quedaba otra. Así que lo hice procurando no perderle de vista.

Parecía sorprendido. Más no cambió de actitud hasta que Sol le golpeó el hombre diciendo que lo dejase ya, que era un tontorrónpor asustarme de esa manera.

Nuestra miradas se encontraron y ella me guiñó un ojo, un gesto de complicidad, mientras se estiraba para susurrarle algo al oído al tontorrón. Kyle centro entonces su atención en nuestras manos entrelazadas.

- ¡Así se hace, chaval! –Exclamó– A eso le llamo yo ir rápido.

Clavé la vista en el suelo que se extendía frente a mí y aminoré el paso, sintiendo como el rubor subía por mi nuca hasta alcanzar mis mejillas.

Jaime me acarició con el dedo pulgar el dorso de la mano, trazando varios círculos. Eso hizo que mi corazón se alterase, pues como la noche anterior, ese dedo quemaba mi piel. Le volví a mirar de reojo, notando que él no lo estaba haciendo en ese momento, y vi como ponía los ojos en blanco mirando por encima del hombro, en dirección al hombretón. Después se situó a mi lado y me susurró al oído. La respiración acompañó a mi alocado corazón y la piel se me puso de gallina.

- Eso a estado genial. Sigue así.

Me adelantó y tiró suavemente de mí mientras me esforzaba tratando de controlarme. No quería que él lo notase. Pero me temía que esta vez había sido demasiado evidente.

Unos cuantos pasos más adelante se detuvo para saludar al siguiente grupo.

- Heidi, Lily. ¿Qué tal va eso?.

Las dos mujeres estaban regando el centro de la plaza, cuya mitad empezaba ahora a verdear. La otra mitad presentaba ya un bonito prado de hojas pequeñas y ranuradas.

- Bien. ¿Y a vosotros? – Contestó la que estaba más cerca mientras me echaba una buena ojeada.

Era una chica joven de grandes ojos oscuros, que contrastaban enormemente con su pelo de un rubio casi blanco. Tenía un largo flequillo que amenazaba con cubrírselos.

- ¿Te gustan las zanahorias? –Me preguntó la otra señalando las plantas crecidas–. Pronto estarán listas para la recolección.

Sin duda habían escuchado y observado mi anterior encuentro, y esperaban que también las hablase. No tenían forma de saber que de haber podido escoger no habría abierto la boca. Suspiré angustiada. No tenía nada que decir. En realidad seguía sin querer hablar con nadie, sólo quería ser invisible. Respiré hondo recordándome que acabábamos de empezar. Debía sobreponerme al miedo y la timidez si quería acabar el día dignamente. Además, Jaime me estaba mirando y..., era realmente amable conmigo y..., tan guapo. Ya que no podría gustarle al menos quería caerle bien. Para conseguirlo también debía caerle bien a los demás, porqué eran su gente, su "familia".

Seguramente querría a unos más que a otros. Al no saber que lazos le unían a quien, debería tratar a todo el mundo por igual hasta que lo averiguase. Algún día tendría mis propias preferencias, sin duda, pero hasta entonces estaba decidida a guiarme por las suyas.

Una vez más me esforcé en hablar cortésmente, devolviendo las sonrisas que me dedicaron aquella atlética mujer de piel acaramelada y la menuda chica rubia.

N/A: Con este capitulo vuelvo a retomar esta historía, ya que apenas tenía escrito la tercera parte cuando lo paré.

El proximo capítulo creo que lo llamaré: INTEGRADA

Este quiero dedicarselo a mis incondicionales de Fanfiction Neny Cullen y Abner Vancastle (Gracias por no perderos ni una subida, sea del Fic que sea). A T. por su cumpleaños.

A mis incondicionales del blog "La huesped Kokoro": Melanie, Cramee, Romina, NadiAlejandra, Sharon, Beau Spunt . y a todos los que seguis esta historia y estabaís esperando ansiosos este capítulo.

Gracias de todo corazón. Electrica.

La huésped nº 37 - Cap 8 - Integrada (1ª Parte)


Escribir no siempre resulta fácil. Ni siquiera lo será para Steph.

CAPITULO 8 – INTEGRADA (Primera parte)

Afortunadamente Jaime no me obligó a saludar personalmente a nadie más en aquella gran sala. Se limitó a ir nombrándolos en voz excesivamente alta, asegurándose de captar su atención en caso de que no estuviesen ya pendientes de cada uno de nuestros movimientos, y saludarlos desde lejos con un gesto de la mano. Gesto que yo imitaba diligentemente.

Supuse que esa actitud se debía a que estaba menos relacionado con ellos. Que era gente fuera de su círculo de amistad. De todos modos procuré quedarme con cada cara y asignarle el nombre correcto.

... Violeta... Peage... Andy...

¿Debería llevar la cuenta para saber cuantos faltaban? . Estaba por volver la vista atrás y contarlos antes de entrar en el túnel, cuando una voz me sobresalto; tanto por lo inesperada como por su cercanía.

- ¡Al fin os encuentro!

Giré de golpe y me encontré con el anciano de la otra noche. Estaba plantado con los brazos en jarras apenas a dos pasos de nosotros.

- ¿Qué jovencito, robándome el puesto de anfitrión?. ¡Debería darte una paliza por usurpador!. –Su cara sonriente y el tono amable y cariñoso de su voz, contrastaban claramente con aquella amenaza, así que no me preocupé–. Sabes que me encanta enseñar todo esto a los recién llegados.

Le estudié atentamente. Al igual que su pelo, su barba rematada en punta y sus espesas cejas arqueadas en un gesto burlón, eran completamente blancas y le daban un aspecto entrañable. Sus ojos, de un azul muy pálido, me transmitieron tranquilidad y seguridad cuando se encontraron con los míos.

Sin alterar ni el tono, ni la expresión, continuó dirigiéndose a mí directamente.

- Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien? –no aguardo a mi respuesta, seguro quizá de no obtenerla–. Espero que todos estos se estén portando bien, pero si alguno te molesta dímelo, cielo. – Mientras hablaba hizo un ademán con la mano abarcando toda la gruta.

Instintivamente miré hacía donde estuvieron Kyle y Sol. Fue sólo una fracción de segundo pero... él sorprendentemente lo capto y buscó al destinatario de ese gesto. Sin duda era una persona muy observadora, perspicaz y realmente interesada en que me sintiese a gusto; por lo que , a pesar de que ellos ya se habían ido, me apresuré a devolverle la sonrisa y susurrar una respuesta.

- Todos son muy amables, gracias.

No conseguí engañarle. Sus vivaces ojos se clavaron en los de mi acompañante, adquiriendo un tomo más acerado.

- Supongo que si hubiese pasado algo me lo habrías contado ya, ¿no?.

Jaime me miró de reojo y suspiró. Yo me removí incomoda.

- ¿Y bien? –Inquirió exigente el anciano.

- No pasó nada tío Jeb. Kyle la incomodó un poco, eso es todo –añadió mostrándole la unión de nuestras manos y guiñándole un ojo. –Ya lo conoces.

El anciano asintió y se echó a reír, visiblemente aliviado de no tener que intervenir.

Perfecto... Jaime no solamente se había dado cuenta, como me temía, si no que encima se lo contaría a todo el que preguntase. ¿Es que no podía simplemente eludir la cuestión?.

El calor intenso volvió a mi rostro, por lo que me giré dispuesta a adentrarme en el oscuro túnel tirando de él mientras me empezaba a enfadar por su falta de discreción y mis estúpidas reacciones ante su persona. Como no conseguí moverle, trate de soltar nuestras manos, ahora realmente molesta. No logré mi propósito, más bien el contrario, pues afianzó con más fuerza su agarré y tiró de mí haciéndome retroceder un paso.

Le miré con cara de pocos amigos sin poder contenerme. Él sonrió satisfecho en respuesta a mi actitud, dejándome un poco perpleja. Sin importarle la presencia del anciano, ni que fuese una falta de educación, se inclinó y me susurró al oído.

- Me encanta verte enfadada. Al fin una reacción totalmente humana y justificada.

Y para un desconcierto aún mayor, me beso la mejilla al tiempo que Jeb, naturalmente molesto por el secretismo, carraspeaba haciéndose notar.

Me quedé petrificada. Sí, esa es la forma más acertada de expresarlo. Fue un beso rápido e inocente, sin embargo el roce de sus suaves labios y el cosquilleo de su aliento resultaron devastadores para mis sentidos. Mi corazón galopaba como un caballo salvaje, mis mejillas ardían por el redoblado flujo repentino de sangre que la vergüenza había hecho subir a ellas, mi piel estaba erizada... Todas reacciones involuntarias, actos reflejos... pero yo, el ser pensante y racional, quedé más que ausente. Estaba totalmente fuera de combate.

El tono hosco de la voz del "dueño del lugar" fue lo que me trajo de vuelta, rompiendo la burbuja que me había aislado del mundo.

- ¡Vamos, que no tenemos todo el día!. –Afirmó adelantándonos para sumergirse en la negrura del túnel.

Jeb resultó ser un entusiasta guía. Fue desentrañándome todos los misterios del lugar sin que tuviese que volver a preguntar nada. Jaime se limitaba a seguir sosteniendo mi mano, y a sonreírme cada vez que descubría mis miradas furtivas. Después de su gesto de cariño, no pude seguir molesta con él. Al fin y al cabo no le quedaba alternativa. Su tío, supuse que sería un parentesco real, era la máxima autoridad, por lo tanto estaba obligado a informarle de cualquier altercado que se hubiese producido.

Me mostraron un campo donde el maíz podría fácilmente ocultar a una persona, y otro donde varias personas labraban el duro y polvoriento suelo, bajo un calor sofocante. En realidad toda la cueva resultaba demasiado calurosa. Lo cual me llevó a suponer que estaríamos al mediodía. Que realmente había dormido demasiado.

Finalmente llegamos a una enorme estancia, a juzgar por el reverberarte eco que produjeron nuestras pisadas, donde se oía correr un manantial sulfuro. Lo maldije al instante. El agua corriente siempre me inducía la acuciante necesidad de ir al baño, pero traté de ignorarla a toda costa concentrándome más que nunca en cada palabra del anciano.

Jeb la denominó «los recreativos». Al parecer, disponían de bastantes lámparas como para iluminarla lo suficiente cuando decidían darle tal uso. Tenía el techo bastante bajo en comparación con todo lo que me habían mostrado y estaba muy honda, pues el lardo camino había sido descendente y bastante inclinado. Dudé sobre si sería correcto preguntar a que jugaban allí. Una vez más el simpático anciano resolvió la cuestión al preguntarme si sabía jugar al fútbol.

Lo que no dudé por más tiempo, no podía permitírmelo, fue en manifestar o no la incomodidad que la cantarina tonada del agua corriente desató en mí. Era consciente de que no aguantaría hasta los baños mencionados por Jaime hacía ya tanto tiempo, por muy cerca que estuviesen.

- Tío... –Titubee, no sabía como referirme a él– Jeb... –Comencé de nuevo mientras tiraba tímidamente de su manga. – Señor... – Me corregí acobardada y recordando mis lecciones de educación.

- ¿Si, cariño? –.Respondió dejando entrever en su voz cuanto le agradaba que me dirigiese a él. – Nada de señor. Mi nombre es Jeb. Pensándolo bien, ¿qué tal si me dices tío Jeb?. Me encantaría adoptar una sobrina tan encantadora como tú.

«Y por que no.»–pensé. Era lo suficientemente amable y cariñoso conmigo como para serlo.

La ancha sonrisa que adornaba su rostro, se intensifico tras escuchar mi petición precedida por el tratamiento familiar que me pedía. Me entregó una pequeña linterna, me dio las correspondientes instrucciones y salieron de la gruta proporcionándome la intimidad necesaria. Realmente era estupendo y muy conveniente que aquel riachuelo no fuese potable.

En aquella impenetrable negrura, la linterna apenas conseguía dejarme ver donde ponía los pies. Avancé con cautela guiándome por el murmullo cantarín de las aguas hasta casi acabar metiendo un pie en ellas. Nunca me gustó demasiado la oscuridad. Me sentí enormemente aliviada cuando me reuní con ellos y emprendimos el camino de vuelta hacía la gran plaza, con "su" mano apretando la mía.

Cuando al fin la alcanzamos, no me sorprendió encontrarla vacía. Debían estar comiendo. Eso me llevó a plantearme que estaba impidiéndole hacerlo a tío Jeb.

Jaime me condujo hasta la boca de un corredor, pero luego cambió de opinión, o tal vez recordó que él ya no era el guía, así que se detuvo en seco. Yo avancé un paso más por pura inercia, antes de que su mano me retuviera.

Entonces escuché el murmullo de una conversación animada procedente de aquel túnel. Quienes fuesen avanzaban con rapidez.

- Bueno tío Jeb. ¿Y ahora, a dónde? –preguntó Jaime al mismo tiempo que Jared salía a la luz, justo frente a mí. Traía a Melanie literalmente pegada a su costado, debido al apretado abrazo con el que la sujetaba por la cintura.

Sin apartar los ojos de ellos, me refugié detrás de Jaime.

- Buenos días, pequeña –.Me saludó en un susurro. Sus ojos castaños eran cálidos y mostraban una leve sonrisa– Supongo que tendrá que pasar mucho tiempo antes de que te caiga bien. Puede que nunca llegue a pasar y... lo entenderé. –Suspiró resignado.– Pero aunque me odies eternamente, quiero que sepas que no me arrepiento de haberte traído. Que de haber sabido de tu existencia, habría ido a buscarte mucho antes. Este es tu lugar. Protegida y rodeada por los de tu especie. –Parecía totalmente sincero.– Aquí terminarás de crecer completamente segura, te lo prometo.

Melanie, le besó tiernamente la mejilla mientras yo asimilaba sus palabras.

Viendo las cosas desde su perspectiva, debería estarle agradecida. Más que eso, debería adorarle. Siendo justa, probablemente había alargado mi vida... pero..., también me había arrancado de mi hogar... Por eso una parte de mí, siempre estaría algo resentida con él. A pesar de todo, no le odiaba. No estaba segura de si alguna vez lo había hecho. Era de suponer, aunque no fuese mas que por mera lógica, que así fue. No obstante, el miedo que me inspiró desde el primer momento, era demasiado grande como para darse cuenta de cualquier otro sentimiento o estado de ánimo.

- Jared no te hará daño cariño. –Comentó el anciano, acariciando mi coronilla.

No sentí necesidad de apartarme de ese contacto, muy al contrario agradecí ese gesto cariñoso. Sorprendentemente ya sentía cierto afecto por él. Supuse que en el fondo era normal, al fin y al cabo me trató en todo momento como un miembro más de su familia.

- No debes temerles. –Agregó.

Entonces me di cuenta de que estaba temblando. Las miradas y expresiones de Jared y Mel, se habían vuelto tristes al observarlo. Por encima de sus hombros, las caras de Ian y Wanda, que acababan de hacer su aparición, también mantenían ese mismo gesto.

Pero mis temblores no se debían al miedo. Jared, con sus palabras amables, había logrado lo que Kyle, con su muda amenaza, no pudo.

Me sentía confusa, culpable y victima, agradecida y furiosa, feliz y triste, acobardada y segura... Demasiadas emociones juntas, y por si fuera poco opuestas.

- ¿Wanda? –susurré, clavando mi mirada suplicante en la suya y dando un vacilante paso hacía delante.

Jaime soltó mi mano en cuanto ella hizo lo mismo con la de Ian y rodeo a Melanie. Ambos había entendido el mensaje, mi silenciosa demanda de apoyo.

Sin darme cuenta, como si no fuese yo quien desplazase mi cuerpo, me lancé a sus brazos. Sabía que de algún modo me comprendía. Qué sólo su contacto me reconfortaría. Rodeé su cintura con mis brazos y enterré el rostro en su cuello mientras me acogía amorosamente. Y así, entre sollozos, logré expresar todas las emociones contradictorias que me estaban destrozando, todos mis miedos... A pesar de que los demás habían formado un apretado círculo a nuestro alrededor, estaba segura de que solamente ella lo escucharía todo.

- Shh. Tranquila. Lo sé, lo sé –canturreó en cuanto las palabras fueron ahogadas por el llanto, volviéndose totalmente incomprensibles.

Sus pequeñas manos me palmeaban la espalda con ternura mientras su camiseta se iba empapando. Ella era más baja que yo, lo que me obligaba a permanecer un poco encorvada. No era una postura muy cómoda, y los músculos de la espalda pronto protestarían con dolorosas punzadas, pero aún así deseaba no deshacer jamás aquel abrazo. Ahora que comenzaba a serenarme, me avergonzaba mi comportamiento un tanto infantil. No quería encarar la mirada de nadie, y menos la de Jaime. Sin embargo me forcé a hacerlo. Todavía me quedaban gente y lugares por ver. Cuanto antes volviésemos a esa tarea, antes terminaríamos. Después, con un poco de suerte, tal vez me permitiesen esconderme en algún lugar.

N/A: Dedicado a mis adorados Abner y Neny ¡Feliz cumple amiga! ¡Te quiero hermanito!

Gracias a todas las que supisteis no meterme presión y confiasteis en mí.

Electrica.

La huésped nº 37 - Cap 9 - Integrada (2ª Parte)


CAPITULO 9 - INTEGRADA (Segunda parte)

Wanda permaneció con nosotros el resto de la visita alegando que ya comería más tarde, cuando lo hiciésemos nosotros. Ian le dio un tierno beso y murmuró sonriendo algo así como "siempre pendiente de los demás" antes de unirse a Mel y Jared, que ya habían reemprendido la marcha.

Me mostraron el ala de los dormitorios, los almacenes, y finalmente el baño y la letrina con la impresionante sala que los precedía, la sala de los ríos.

Jeb estaba en lo cierto. Era el lugar más bonito y espectacular de todos... pero sin duda también el más peligroso. Mientras avanzaba cogida de la mano de Wanda por aquella sala, no podía evitar pensar que pasaría si el suelo cediese y se abriese un nuevo agujero bajo nuestros pies. Por los ya existentes se apreciaba el fuerte caudal achicharrante de un oscuro río, causante del calor sofocante y el vapor que inundaba toda la estancia. El otro regato, el que continuaba hasta adentrarse en las cavernas posteriores, era menos caudaloso y sus someras aguas plateadas parecían encauzadas casi como apropósito por un canal de piedra. Entre ambas corrientes, tres columnas rocosas parecían soportar un techo un poco más bajo que el de la gran sala, un techo en el que también habían colocado espejos para aumentar la luminosidad.

Miré hacía atrás una vez que llegamos a un pedazo de suelo que me pareció lo bastante seguro. Tal como pensaba, ninguno de los dos hombres se había adentrado más allá del amplio arco de entrada. Enseguida Wanda reclamó mi atención para que la siguiese a la caverna posterior. Allí estaba tan oscuro que para poder apreciar su contenido y aprender donde estaba la famosa piscina, tuve necesidad de recurrir a la linterna que previamente me había vuelto a prestar el tío Jeb. Me acuclillé junto a la superficie negra del tuvo excavado en el suelo rocoso e introduje la mano. El agua estaba a una temperatura realmente agradable. Wanda esperó pacientemente mientras yo disfrutaba refrescándome la cara y los brazos. Finalmente mojé mi nuca, antes de asomar la cabeza y pasear el haz de luz por la estrecha grieta que daba acceso a la letrina.

- Recuerda que una vez que el regato se mete bajo tierra en este punto no vuelve a salir.–Susurró a mis espaldas– No te preocupes –agregó para disipar mi temor.– Enseguida serás capaz de moverte por todas partes sin necesidad de luz, ya lo veras. Es más sencillo de lo que ahora te parece, te lo aseguro.

Correspondí a su franca sonrisa y asentí con confianza. Si ella había podido valerse por si sola por aquel kilométrico laberinto rodeada de gente hostil, no era tan ingenua como para creer que solamente Kyle fue desagradable con ella en un principio, con más razón podría hacerlo yo que contaba con el apoyo constante de mi nueva familia.

A nuestra vuelta planteé a Jeb dos cuestiones que me intrigaban poderosamente, pues eran cuestiones importantes. Sus brillantes ojos delataban cuanto estaba disfrutando de mis reacciones ante la magnificencia de este rinconcito de su casa mientras me escuchaba.

- Sí, tienes razón pequeña. Creo que el volcán que formó todo esto aún esta algo activo, de ahí el río hirviente, pero... dudó que eso sea un problema para nosotros en mucho mucho tiempo. Así que deja que tu cabecita se ocupe de cosas más útiles. –Su sonrisa se borró y buscó de reojo a Wanda antes de contestar a la otra pregunta.– En cuanto al suelo... Bueno... ya pasó una vez, así que procura no acercarte a los agujeros y todo ira bien, ¿de acuerdo?

Tragué en seco y asentí. Wanda rodeó mis hombros con sus brazos y me susurró al oído.

- No pasó nada. Ian llegó a tiempo de ayudarme a rescatar a su hermano.

- ¿Kyle? –Balbuceé– ¿Kyle estuvo a punto de morir aquí?.

- Kyle trató de matar a Wanda y casi le cuesta la vida a él. –Explicó enfadado el tío Jeb.

- Pero de eso hace muchos años –alegó en tono conciliador y a toda prisa un preocupado Jaime–. Ahora todo esta bien entre ellos. ¿A que sí, Wanda?. Kyle no era mala persona, solamente estaba... equivocado.

«A no... no es mala persona, –pensé sarcásticamente para mí misma recordando su expresión fiera y sus ojos despiadados– simplemente trata de matar a las almas»

¿A eso se refería cuando dijo que Kyle había sido muy "injusto" con Wanda?¿Y si, en cuanto encontrase su oportunidad, decidía volver a ser "injusto" conmigo? Sin embargo, Sol era un alma... y yo... NO. Sacudí la cabeza para librarme de estos pensamientos sin sentido, y es que realmente no tenía sentido tenerle pánico... no cuando todos los demás parecían tan ansiosos de que me integrase. ¿Acaso no había dicho Jared que aquí crecería a salvo, protegida por los de mi especie? De todos modos, procuraría mantenerme alejada de Sol cuando él la acompañase. Más aún, guardaría las distancias con él en todo momento.

Agradecí enormemente alejarnos de la nube de vapor que hacía que la ropa y el pelo se me pegasen. El trayecto de regreso a la gran cueva se me hizo extremadamente corto pese a que resultaba más trabajoso hacerlo a la inversa debido a la tremenda inclinación y los grandes escalones, pero es que tío Jeb anunció que la siguiente visita seria la cocina, mascullando a continuación que ya era hora de que comenzase a comer como los demás. Los demás... ¿¡Eso significaba que habría alguien más aparte de ellos!¿Qué tenía de malo permitirme algo de intimidad? Preferiría esconderme con Jaime o Wanda en cualquier parte y tomar cualquier cosa, antes que una magnifica comida rodeada por todos. Estaba segura de que mi estómago no admitiría nada si me obligaban a pasar por eso, de echo ya comenzaba a sufrir extrañas torsiones. No obstante me guarde de manifestar cualquier objeción.

El pasillo que conducía a las cocinas era el más luminoso con diferencia, estaba plagado de grietas claramente hechas a propósito pues la distancia entre ellas era demasiado regular para ser casuales. También era el más seco, asfixiante y ventilado. Seguramente en pleno mediodía, más que sudar estaríamos asándonos, ya que ahora mismo el calor era bastante intenso a pesar de que, a juzgar por la tenue iluminación un tanto anaranjada, debía estar comenzando a caer la noche. Nunca habría imaginado que fuese tan tarde, sin duda había perdido completamente la noción del tiempo sumergida en el "Tour turístico de tío Jeb". Eso me recordó de nuevo que, por mi culpa, ni él ni Wanda habían almorzado todavía. Incluso puede que Jaime, a pesar del desayuno tardío, también estuviese hambriento.

- Estamos muy cerca de la superficie como habrás notado por el calor seco –Comentó el anciano, sacándome de mis pensamientos y haciéndome olvidar momentáneamente los remordimientos. – No podemos cocinar a la luz del sol por el humo... ya sabes. Así que básicamente convertimos esta parte de las cuevas en el comedor a partir de la caída del sol.

- También aprovechamos la oscuridad para cocer nuestro propio pan. –agregó Wanda.

- Antes también nos reuníamos aquí después de cenar para escuchar las maravillosas historias de Sol y Wanda –susurró Jaime.

- Algo que hecho mucho de menos.– Murmuro Jeb con un brillo nostálgico en la mirada.– Me encantan esas historias pero ya nos las sabemos de memoria. Quizá algún día tu puedas aportarnos alguna nueva. –Sugirió esperanzado provocando que mi pulso acelerase y mi respiración se dificultase. Acceder a esa petición significaría traicionar a mis padres, algo que por descontado no estaba dispuesta a hacer. Por muy bien que me acogiesen... con Sol y Wanda o sin ellas... los humanos eran peligrosos para ellos. Jamás les revelaría mi secreto familiar y mucho menos su paradero.

Mis padres, pensar en ellos me entristeció. Pasase lo que pasase nunca volvería a verles. Sin embargo me obligué a recomponerme rápidamente, no podía permitirme ahora otro bajón, no con lo que se me avecinaba a juzgar por el zumbido que comencé a percibir allí adelante y el brusco cambio en la expresión del anciano. Conforme nos fuimos acercando el murmullo sordo fue desgranándose hasta apreciar con claridad distintas voces, lo cual me indico que serian relativamente pocas las personas a las que tendría que enfrentarme.

- ¡Maldito atajo de cotillas! –Protestó malhumorado Jeb en cuanto doblamos un recodo.– Les dije que no quería a nadie en la cocina a estas horas.

En cuanto comprendí que no era otro túnel si no que habíamos llegado a nuestro destino apreté instintivamente la mano de Jaime, quien me devolvió el gesto, y traté de ocultarme tras Jeb, pero Wanda rodeó mi cintura obligándome a permanecer donde estaba. La cocina era un corredor ahusado de techo alto, más alto que ancho. Había grandes agujeros abiertos en el techo, por los que sin duda en algún momento del día entrarían los rayos directos del sol, lo cual si bien aumentaba el calor considerablemente también permitía una buena ventilación. A ambos lados había dos grandes pilas de piedra, claramente puestas con toda intención y cogidas con argamasa o tal vez cemento. Estos bloques sostenían otras piedras rojizas, alargadas y casi planas, formando una especie de mostradores y dejando un estrecho pasillo en medio de la estancia. Un grupo de nueve personas, del que para mi sorpresa destacaban una niña pequeña y un chico de aproximadamente mi edad, hablaba animadamente sentado ante uno de esos mostradores de piedra. Sus asientos, nada cómodos supuse, también eran rocas.

- No seas tan gruñón Jebediah. Solamente he dejado quedarse a los que aún no la conocen. Eso es todo. –Respondió en tono desafiante una mujer mayor que permanecía aparte al final del otro mostrador, junto a lo que después supe que era el tosco horno; un simple hueco con otro debajo donde prender el fuego. –Por cierto, te has retrasado. Creí que tendría que dejar que se os enfriase antes de correr el riesgo de carbonizarla– añadió un tanto seca, agachándose para sacar un fuente de metal con un gran pedazo de lo que a pesar de la distancia me pareció carne asada. Tenía una larga trenza canosa y una afable sonrisa que contrastaba con el tono de su voz. –Encárgate tú de serviros, ¿quieres? –Dijo después de depositarla sobre la superficie de roca y avanzar en nuestra dirección.

- Gracias Trudy. –Murmuró Jeb un tanto sarcástico rodeándola para hacer lo que esta le había indicado.– Aunque fue un poco imprudente encender tan pronto el fuego. –Regañó sin volverse ni detenerse.

- No, si consigues que el humo sea mínimo. –Replicó la anciana usando su mismo tono.

Wanda se ofreció a ayudarle y le siguió sin esperar respuesta alguna ni prestar atención a mi tímido intento de retenerla, intercambiando un afectuoso saludo con la mujer al pasar por su lado.

- ¿Va todo bien, chaval? –Preguntó ella con manifiesta dulzura, tanto en la voz como en la mirada, que apenas apartó de mi rostro, deteniéndose a un par de pasos de nosotros.

- Mejor que bien, Trudy –Respondió el interpelado intercambiando con ella una amplia sonrisa y un guiño cómplice.

Como si me conociese desde mi nacimiento y fuese lo más natural del mundo, aquella anciana acortó la distancia que nos separaba para acariciarme la mejilla y depositar un tierno beso en mi coronilla. Yo le permití hacerlo no sé muy bien porqué... tal vez necesitaba ese contacto... o tal vez fuese tranquilizada por los gestos de afecto que les dedicó a Jaime y Wanda... en cualquier caso, desde ese día y para siempre Trudy y sus eternos acompañantes Heath y Geoffrey fueron muy especiales para mí.

No fui consciente del ominoso silencio reinante hasta que, tomando mi mano libre con firmeza y murmurando que por su culpa acabaría enfriándosenos la cena, Trudy nos arrastró cocina adentro a los dos. Ni por todo el oro del mundo habría soltado en ese momento a mi protector original. Mientras llegábamos donde Jeb y Wanda habían dispuesto la comida, atisbe de reojo a todas y cada una de aquellas figuras que nos observaban, mejor dicho me observaban, mudas e inmóviles. La mayoría mostraban amables sonrisas, solamente destacaban tres por mantener una actitud seria, casi agria diría yo.

- No les prestes atención. –Aconsejó Jaime susurrándome al oído para que nadie más pudiese escucharle cuando le llamé discretamente la atención al respecto– Nunca están contentas con nada de lo que sucede por aquí. –Aclaró antes de dar paso a las presentaciones– La chica del pelo rojizo es mi prima Sharon, es la novia de Doc y siempre esta enfadada; la mujer mayor es su madre, tía Maggie y la otra "alegría de la huerta" se llama Lacey. Es una persona verdaderamente quejica y molesta, ya lo comprobaras por ti misma.

En ese momento el chico se levantó y salió a nuestro encuentro rodeando el mostrador. La niña pequeña le habría seguido de no ser porque la mujer de ojos soñolientos que estaba entre ambos, su madre supuse, la atrapo obligándola a sentarse de nuevo.

- Isaiah este no es buen momento. –Refunfuñó Trudy– Te recuerdo que esta jovencita aún no comió, así que compórtate como todo un caballero y lárgate.

- No es justo que Jaime ande todo el tiempo con ella y a mí no me dejéis ni verla de cerca. –Protestó dándole una patada al polvo, pero volviéndose por donde había venido.

- Isaiah y la niña son hermanos. Ella se llama Libertad y nació aquí al poco de instalarnos. Doc atendió en el parto a su madre, Lucina. –Murmuró tío Jeb.– Sharon, la chica del pelo encendido, se encarga de darles clase. En cuanto te sientas un poco más cómoda te incompararás a ellas. –Anunció.

Guardé un prudente silencio, aunque dudaba seriamente que necesitase de sus lecciones. Mi madre recordaba perfectamente todas las asignaturas que su "cuerpo anfitrión" había impartido, resultando ser una excelente profesora.

- Las otras dos con cara de pocos amigos son Maggie y Lacey. –Prosiguió– No creas que tienen algo en contra tuya pequeña, su mal humor va destinado a mí. –Bufó poniendo los ojos en blanco.– Consideran que no esta bien que permita que te quedes a solas con Jaime en el hospital.

- El calvete de mejillas rojas es mi marido, Geoffrey. A continuación tienes a su mejor amigo desde la infancia, Heath, y a nuestra otra doctora, Candy. –Intervino Trudy hablando atropelladamente y en tono exasperado – Y con eso ya conoces a todo el mundo, así que a comer de una vez. –Ordenó.

Suspiré mortificada al sentarme ante el panecillo y la porción de carne roja que me habían asignado. A pesar de darles la espalda, o tal vez precisamente por eso mismo, estaba convencida de que jamás conseguiría tragar ni un minúsculo trocito con todos aquellos ojos pendientes de mí.

N/S: Dedicado a mis compis de "la bandita" y a toda mi "gran familia" en Internet.

No puedo prometer que volveré a retomar la publicación regular pero... creo que puedo asegurar que la semana próxima subiré el cap. 10.

Electrica.

La huésped nº 37 - Cap 10 - Confidencias


CAPITULO 10 – CONFIDENCIAS

- ¿Tienes sueño? –Me preguntó de una forma que evidenciaba que esperaba que no fuese así?.

- No. La verdad es que no. –Respondí con total sinceridad. Aunque estaba segura de que, a pesar de haber estado agotada y con los ojos cerrándoseme, le habría respondido igual solamente movida por la curiosidad.

Sus ojos se veían animados cuando se sentó enfrente de mí, después de arrastrar su catre hasta casi unirlo al mío como la noche anterior.

- ¡Estupendo! Así podremos charlar y conocernos mejor.

Me mordí el labio nerviosa. Quería hablar con él pero no podía revelarle mi "secreto".

- Yo nací en Alburquerque, Nuevo Méjico. ¿Y tú? –Comenzó como si no hubiese visto mi gesto, como si le estuviese sonriendo.

Respiré aliviada momentáneamente. Eso era fácil de contestar. No era nada que tuviese que ocultar. Además, si quería saber de él, y realmente me moría por saber todo lo que pudiese..., algo tendría que ofrecerle a cambio, ¿no?.

- Nací en Seattle, Washington.

- ¡ Guau! –Exclamó– Vosotros también os movisteis bastante.

- Me moví. –Corregí rápidamente.– Hace mucho que estoy sola.

Suspiró y negó con la cabeza, pero sonriéndome amistosamente.

- Sabes que sé que estas mintiendo, ¿verdad? –Afirmó con dulzura– Se te da tan mal como a Sol o Wanda.

No me tensé, pero el remordimiento empezó a hacerme nudos en el estómago y fui incapaz de seguir sosteniéndole la mirada.

- No importa, Elen. Ya me lo contarás cuando realmente te sientas segura... Aunque creo saber lo que pasó contigo.

Su mano acarició mi mejilla, e inconscientemente cerré los ojos y apoyé la cara en ella. No la apartó como temí que hiciese en cuanto me di cuenta de lo que había hecho.

- Yo tenía siete años cuando mi mundo se volvió patas arriba. Un día mi madre fue a visitar a mis abuelos y ya no regresó. –Abrí los ojos de golpe y me encontré con los suyos ausentes y llenos de dolor, mientras con suma lentitud retiraba y dejaba caer la mano que había coloreado mis mejillas y caldeado mi alma.– Llamaba a diario insistiendo a papá para que nos reuniésemos con ella. Él por aquel entonces tenía mucho trabajo, y siempre terminaba recordándole a mamá que ese era el motivo por el que había ido sola. Que le era totalmente imposible ir y que Mel, que por aquel entonces tenía trece años, era demasiado pequeña para hacer ese viaje sola, aún cuando no tuviese que hacerse cargo de mí.

» Una noche me despertó un fuerte golpe. Abajo se escuchaban muchas voces y sentí curiosidad. Sin hacer ruido salí al pasillo y me acurruqué a media escalera. Desde allí se podía ver parte del salón. –Sonrió como si en medio de ese recuerdo se colase otro más agradable. Sus siguientes palabras me lo confirmaron.– No fueron pocas las noches que nos quedamos allí, viendo en secreto la televisión cuando se suponía que debíamos irnos a dormir.

Su sonrisa se fue difuminando lentamente y guardó un silencio que se me antojo eterno, más no lo rompí. Tenía una idea bastante aproximada de lo doloroso que debía resultarle evocar su pasado y a los seres queridos que jamás recuperaría. En vez de eso agradecí que su hermana finalmente no formase parte de ellos, pues recordaba claramente que la noche anterior había mencionado que Jared le trajo aquí después de perderla. Deseaba conocer esa historia, pero nunca se la preguntaría a nadie. No tenía derecho a preguntar nada mientras no estuviese dispuesta a contestar a cambio, y desde luego eran muchas las preguntas a las que no lo haría para poder proteger a los míos.

- Había tres hombres rodeando a mi padre, que miraba a alguien que yo no podía ver desde donde estaba. Parecía asustado. De pronto comenzó a gritar que tío Jeb tenía razón, hasta que el tipo que estaba más cerca le hizo callar. Bueno..., en realidad gritaba: "¡Jebediah estaba en lo cierto, tú no eres Linda!".

» Fue entonces cuando escuché a mamá tratando de tranquilizarlo. Y si en ese preciso momento Mel no me hubiese atrapado y tapado la boca..., habría corrido escaleras abajo gritando ¡Mami! con los brazos extendidos.

Me estremecí horrorizada de sólo imaginar que le habría sucedido si su hermana no le hubiese detenido. Ahora él no existiría. Su cuerpo sería una carcasa donde habitaría un ser totalmente diferente.

- Ella me saco por una ventana mientras se producía un estruendo como de lucha y papá volvía a gritar entrecortadamente: ¡Jeb tenía razón, tú no eres mi mujer! ¡Alejaos de mis hijos! ¡No toquéis a mis hijos!. Supongo que le golpearon o tal vez lo drogaron para dejarle inconsciente ya que enseguida quedó todo en calma y no volvimos a oírle más.

» Una vez en el tejado me hizo prometer que me estaría callado antes de soltarme. Me explicó que aquella mujer no era mamá y que papá ya no lo sería tampoco cuando volviésemos a verlo. Que debíamos huir. No entendía nada. Tarde bastantes días en hacerlo. De todos modos, obedecí lloriqueando sus instrucciones para bajar por él árbol que había al costado de la casa. No fue nada fácil, era demasiado pequeño y estaba muy pero que muy asustado. En realidad fue un milagro que no nos partiésemos la cabeza alguno de los dos.

» Cuando a los dos días, el hambre y el frío nos obligaron a regresar a casa, nos encontramos con que no habían dejado nada que nos pudiese ser útil. Tampoco podíamos quedarnos de todos modos. El que ya no era mi padre comenzó a venir acompañado de un par de extraños. Para Mel no fue sencillo manejarme en las tres ocasiones que esto acorrió antes de que abandonásemos definitivamente nuestro hogar. Yo estaba resentido con ella porque la creía una mentirosa. En mi terca y tierna mente infantil no entraban sus explicaciones y por lo tanto no atendía a razones. Tan sólo sabía que quería que todo volviese a ser como antes..., que papá nos buscaba desesperado y ella no me dejaba contestarle ni acudir a sus llamadas... No fue hasta la última vez, cuando estuvieron apunto de encontrarnos y pude ver de cerca sus extraños ojos brillantes, que la creí.

» Después de aquello pasamos más hambre, sed, frío, calor y sobre todo miedo del que jamás imaginé que nadie pudiese soportar. Siempre de un lado para otro. Siempre escondidos. En ocasiones acabábamos metidos en las malolientes cloacas, con el agua putrefacta hasta las rodillas y rodeados de ratas mientras conteníamos el aliento pues cerca, demasiado cerca, alertados por algún buen ciudadano, los buscadores rastreaban con sus potentes linternas a los "peligrosos" humanos que acababan de robar alguna sobra de un contenedor de basura.

» He perdido la cuenta de los diferentes lugares en los que nos hemos visto obligados a ocultarnos, de las ciudades y estados que recorrimos... Hasta que un día, a los dos años aproximadamente, Mel se fue a buscar comida y... regresó con Jared. Él volvió a cambiarlo todo. Cuidó de nosotros, disipó los miedos y nos proporcionó un techo seguro al que regresar de vez en cuando.

- ¿Él se dedica a recoger "gente"? –La pregunta escapó de entre mis labios nada más formarse en mi mente. Ya no tenía remedio, pero de todas formas los apreté formando una delgada línea.

Sus ojos volvieron al presente, a enfocarse en mí mientras se le formaba una sonrisa. Únicamente por eso merecía la pena haberle interrumpido, aunque me costase quedarme sin saber el resto de la historia.

- No. Encontramos con él fue una verdadera suerte, un milagro más bien. Ambos entraron a "recolecta" alimento en la misma casa y, en un principio, se tomaron el uno al otro por un buscador. –Su sonrisa se fue desvaneciendo poco a poco– No fue hasta años más tarde que me di cuenta de lo peligroso que había sido ese encuentro para mi hermana..., cuando tía Maggie casi mata a Jared... –Se encogió como si le hubiesen golpeado en el pecho y sacudió la cabeza con firmeza para alejar aquellos malos recuerdos.

- Lo siento, Jaime. –Susurré angustiada por su sufrimiento.– Siento haberte hecho revivirlo. –Me apresuré a añadir ante su mirada extrañada, maldiciéndome mentalmente por eso.

- No. Tú no tienes la culpa. –Contestó tomando la mano que yo mantenía indecisa en el aire a medio camino de su rostro.– Yo he querido contarte mi historia, y estos recuerdos forman parte de ella. También planeaba contarte esto... pero lo haré más adelante, ¿vale?. –Agregó dándole la vuelta para besar la palma.– Así que no te preocupes.

A pesar de la tensión del momento, mi corazón trató de batir un nuevo record de velocidad mientras mis mejillas se incendiaban.

Afortunadamente él no se dio cuenta, ya que su mirada permaneció fija en mi mano, cobijada entre las suyas como si fuese un pajarito al que estuviese cuidando y dando calor.

- ¿Recuerdas que ayer te hablé de cuando perdí a Mel? –Asentí con la cabeza temerosa de que no me saliese la voz y de volver a ver al dolor reflejarse en su rostro– Eso fue de lo que me acordé. –Sentenció– Cuando Jared me explicó que Mel jamás regresaría..., bueno... al menos "nuestra" Mel..., fue realmente desolador. Ambos sabíamos que su cuerpo sí que lo haría, así que no regresamos "a casa" tal y como ella nos pedía en su nota de despedida.

» Creí que después de tanto tiempo ya no dolería, que se habría mitigado como pasó con todos los demás recuerdos pero..., supongo que me pilló desprevenido, eso es todo. Es curioso porqué, en cierto modo, también forma parte de lo mejor que me ha pasado desde la invasión, junto con encontrar a Jared, este sitio y a todos los que vivían en el y... –Se removió inquieto, tragando audiblemente antes de concluir la frase– por supuesto, ahora a ti.

Aparte del reencuentro en si..., y no parecía que se refiriese a eso..., ¿cómo podía considerar esa experiencia tan traumática uno de los mejores sucesos de su vida tras la invasión?. No lo entendía, aunque mi intuición me decía que simplemente necesitaba pensar con calma en todo aquello para lograrlo por mí misma, la única opción viable pues por nada del mundo le obligaría a reabrir sus heridas para aclarar mis dudas, rompiendo de paso mi regla de "no preguntas". Sin embargo, en estos momentos estaba demasiado confusa y tampoco contaba con el tiempo necesario para darle vueltas al acertijo que planteaban sus últimas palabras, cuya solución casi presentía. Con las mejillas de nuevo arreboladas por el cumplido, un millar de hormigas correteando por mis venas y la palma de la mano, que seguía entre las suyas, ardiendo a consecuencia del sutil roce de la punta de sus dedos recorriéndola en una distraída caricia, tuve que esforzarme al máximo para seguir el hilo de la conversación cuando retomó el relato justo en el punto donde aquellos malditos recuerdos le habían atacado, desviándolo de su camino.

- Yo tenía nueve años y mucha hambre... pero sobre todo miedo. Más que eso... sentía pánico. No por mí, si no a que mi hermana no regresase. Mel se había marchado al amanecer, dejándome en la pequeña cueva que nos servía de refugio por aquel entonces. Por más que le rogué y lloriqueé no consintió en llevarme con ella. Prometió que regresaría después de hacerme repetir sus instrucciones: Si no regresaba antes del anochecer del día siguiente, debía dejar de esperarla e irme. Hasta entonces permanecería en "mi escondite", y por nada del mundo daría a conocer mi paradero caso que apareciese alguien por allí.

Alzó los ojos buscando mi mirada, como si necesitase cerciorarse de que tenía mi atención, y después la desvió hacia algún punto a mi espalda mientras liberaba mi mano.

- En la pared del fondo de aquella cueva, había una grieta por la que se accedía a otra pequeña sala lo suficientemente profunda como para que nadie pudiese alcanzarme desde el exterior. La abertura era tan angosta que incluso a mí me resultaba difícil atravesarla. Un lugar inexpugnable pero al mismo tiempo una prisión, si sabían que estabas allí oculto.

Sus ojos volvieron a perderse en la nada cuando su mente se sumergió de nuevo en la profundidad del mar de los recuerdos.

- En algún momento me quedé adormilado, pues cuando Mel me llamó ya estaba todo oscuro. Mi mente, acostumbrada a la perpetua alerta se despejo de sopetón, no era normal que estuviese tan "pronto" de regreso.

» Volvió a llamarme pero yo, obedeciendo al pie de la letra todas las instrucciones que me había dado para esta situación, no le contesté. Ni siquiera respiraba. Tan sólo esforzaba al máximo los oídos rogando por no registrar más movimientos que los suyos... porqué fuese una falsa alarma.

» Angustiado escuché la graba rechinar cuando se acercó a mi escondite, el roce de la tela cuando se acuclilló y seguidamente un clic metálico. Un sonido que jamás había oído antes, un sonido totalmente fuera de lugar si las cosas hubiesen salido bien.

» El corazón me dolió como si ese clic lo acabase de atravesar, los pulsos martilleaban en mi sien amenazando con hacerla estallar, y las lágrimas silenciosas, pues había aprendido muy bien a no hacer ruido ni cuando lloraba, comenzaron a abrirse paso logrando que mis ojos escocieran cual si fueran ácido...

» ... Y entonces pude contemplar su rostro. Sus ojos seguían siendo normales..., no tenían ningún resplandor extraño. Suspiré aliviado y gritando su nombre comencé a forcejear para atravesar la abertura. Fue más complicado que entrar, siempre lo era, pero en esta ocasión además estaba demasiado excitado como para atinar con la posición exacta en la que debía colocar el cuerpo. Casi acabo atorado. Y ... entonces fue cuando le vi. En la entrada había una enorme silueta.

»¡Mel huye, te siguieron!. Grité desesperado, a pesar de saber que era inútil. Aquella era la única salida y el buscador la interceptaba por completo.

» Mi amor por ella era tan fuerte, que sin pensarlo me lancé contra el intruso con la intención de proporciónale la posibilidad de escapar mientras estuviese ocupado conmigo. –Se rió de sí mismo, de su candidez a los nueve años.– Como si inmovilizarme hubiese representado un gran problema para un tipo tan grande y ella pudiese tan siquiera plantearse abandonarme a mi suerte.

Sus palabras me recordaron tan vividamente lo fácil que le resultó conmigo, a pesar de mis quince años, que no pude contener el escalofrío que recorrió todo mi ser levantándome el vello a su paso.

- Bueno señorita... continuaremos en otro momento. Creo que por esta noche ya nos he robado demasiado tiempo de descanso. –Su cambio repentino de tema y tono me pilló tan desprevenida que pegué un respingo para luego parpadear como si acabase de despertarme de un sueño, tan inmersa estaba en su historia.– Mañana toca madrugar un poco más. Ya oíste a tío Jeb, aquí todo el mundo trabaja y yo descuidé hoy mis tareas..., así que mañana tendrás que ayudarme a ponerme al día. –Guiñó un ojo.– Nop, estaba bromeando. Simplemente te tocará acompañarme mientras las realizo.

- ¡De eso nada!. –Rebatí con vehemencia.– Te ayudaré.

Rodó los ojos, seguramente recordando el "momento Cheetos" de esta mañana y por tanto lo terca que puedo llegar a ser.

- Tú misma, pero para eso hay que dormir ¡ya! –Sentenció con un encogimiento de hombros mientras apagaba la lámpara.– Buenas noches, Elen. –Suspiró.

- Hasta mañana, Jaime.– Murmuré repentinamente agotada, pero realmente feliz con la idea. Me deparase lo que me deparase el día siguiente, él estaría de nuevo conmigo.

N/A: Cumplí mi promesa, me costó un poquito pero lo logré. Dedicado a Lullaby que me tiene adicta a su "Cuando tu corazón deje de latir". Y a Kokoro que unos malditos nos cerraron el blog de la huésped kokoro Bueno le cerraron todos los muy "·$&%/$·", pero afortunadamente en todos había alguien de "administradora" que pudo recuperarlos, lamento deciros que La huésped Kokoro no pudo ser, no pude recuperarlo... Un día que empezó feliz por la dedicatoria del capitulo de Lullaby, se volvió triste y amargo pues me cerraron mi segundo hogar en Internet y se perdió muchas horas de trabajo, esfuerzo y dedicación... espero que el/la que sea se sienta orgullosa... y que alguien le haga lo mismo.

martes, 27 de julio de 2010

La huésped nº 37 - Capi 11 - Perder para ganar (1ª Parte)


CAPITULO 11- PERDER PARA GANAR (1ª Parte)

Jamie no había exagerado en absoluto cuando afirmó que tenía muchas tareas pendientes. Prácticamente no habíamos parado en todo el día y realmente estaba agotada; no tanto por el esfuerzo físico que requerían muchas de ellas, que también, si no porque por mi estilo de vida mis músculos no estaban acostumbrados a trabajar.

Todo eso añadido al desgaste producto del estrés propio de no estar todavía a gusto en el entorno... ni siendo el centro de atención de un montón de desconocidos... dio como resultado que apenas si pudiese moverme cuando me condujo a los baños para asearnos antes de la cena.

"Las damas primero" había asegurado galantemente cuando nos colocamos al final de la fila compuesta de tres mujeres y un hombre, a los que no me molesté en tratar de identificar, ya que tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad y concentración para no acabar recostándome contra la pared mientras esperábamos nuestro turno, evidenciándole así el enorme cansancio que había estado negando constantemente cada vez que me preguntaba o le regañaban; lo cual, para mi disgusto, había sucedido alternativamente muy a menudo durante toda la jornada.

Odiaba ser considerada débil..., pero sobre todo no soportaba ni entendía que él pretendiese cargar con todas "las culpas", ocultando mi obstinación por no permanecer de brazos cruzados... por no ser una mera e inútil observadora... Así que, puesto que su postura era la de: "el que calla otorga", me vi forzada a rebatir una y otra vez cada reproche, protesta o acusación lanzada al respecto, fuese velada o directa.

Días más tarde comencé a sospechar que aquello había sido una trampa, el sucio truco que empleó para hacerme hablar y "romper el hielo" con los demás...

No pude enfadarme con él por eso, tan sólo sorprenderme ante la rapidez con que había llegado a conocerme como para saber anticipar mis reacciones... y asustarme un poco, intuyendo la asombrosa capacidad que tendría siempre para lograr sus propósitos en lo que a mí se refiere.

Pero esa noche tenía demasiadas cosas en la cabeza como para percatarme de que detrás de la mayoría de sus acciones se ocultaba la sana y clara intención de irme involucrando con la comunidad de las cuevas. Por lo que, cuando Jaime se enzarzó en una animada conversación con el hombre, supongo que para darme un respiro, maté el tiempo repasando mentalmente todo lo que habíamos hecho y llegué a la conclusión de que curiosamente la más dura tarea, la que me dejó más dolorido todo el cuerpo por la tensión acumulada, fue la única en la que cedí gustosa en mi empeño y no participé, confiándola a unos brazos más fuertes y fiables.

Ian y Jared sujetaron todo el tiempo la enorme y destartalada escalera artesanal mientras Jamie, bajo mi atenta y aterrada mirada, se afanaba por devolverle a los espejos de la gran sala todo su poder reflectante del sol.

Me explicaron que era necesario realizar periódicamente ese cometido para el adecuado desarrollo de los cultivos. Y tenía que admitir que la de Jeb había sido una solución muy imaginativa y admirable... aunque en aquellos momentos maldita la gracia que me hizo su inventiva. No respiré tranquila hasta que dieron por concluido el trabajo, anunciando a continuación que era la hora de comer. Es más, creo que no lo hice hasta que guiñándome un ojo tomo la mano cuyas uñas mordía inconscientemente y bromeó diciendo que esperaba que todavía tuviese hambre después del aperitivo en el que las había convertido o Lucina, la cocinera de ese turno, se sentiría ofendida por el menosprecio de sus dotes culinarias. Por el camino volvió a tomarme el pelo al respecto, examinando mi mano y añadiendo que seguramente en la cocina nos dieran algo más nutritivo. Aún sigo sin poder creer la reacción tan infantil que me provocó su comentario, pues oculté ambas manos a la espalda y le saque la lengua... Pero más que eso, lo realmente increíble, fue lo "natural" que me resultó escuchar su risa y tener que esquivarle para escapar de la "terrible venganza" en forma de cosquillas. Por un instante, lo poco que tardamos en entrar en la cocina y que la cruda realidad volviese a imponerse al ver todos aquellos rostros asombrados, me sentí feliz y en casa...

... Mi nombre llegó como a través de un túnel, devolviéndome al presente... por su expresión, Jamie debía haberme llamado un par de veces antes por lo menos. Mi turno había llegado.

Una vez sumergida en el refrescante baño, me abandoné a unos segundos de relajación sintiendo como se soltaban mis agarrotados músculos con el suave masaje de la corriente. Después comencé a enjabonarme mientras soltaba un resignado suspiro. Era una lástima no poder prolongarlo más tiempo, pero había esperando un encantador chico que también lo necesitaba y seguramente pronto aparecería alguien más, así que tuve que conformarme con eso y apresurarme.

Mientras me vestía, agradecí enormemente la generosidad de Wanda al proporcionarme ropa con la que sustituir a las mías. Era muy agradable haberse deshecho de todo ese polvo y sudor seco... sentir la piel limpia y fresca..., oler a fresas gracias al champú y al gel de baño que habíamos cogido de un almacén...

Otro "lujo" que, según me chivó Jaime cuando ella le recomendó dármelo, debían agradecerle exclusivamente a ella. Cuando los hombres se jugaban la vida en cada incursión, rara vez se preocuparon de conseguir artículos que no fuesen prioritarios y eso incluía por supuesto los champús, el jabón suave e incluso la ropa.

Wanda, modesta como siempre, como pude comprobar con el tiempo, desvió la atención de sí misma bromeando sobre las "excelencias" del jabón casero de cactus que utilizaban antes, y aunque me sentí un poco fuera de lugar, lo cierto es que me gustó mucho verlos así, riendo e intercambiando anécdotas como si fuesen más que amigos... y es que nadie que no lo supiese diría que ambos no eran familia.

Esa noche no hubo conversación... en realidad ni siquiera estoy segura de cómo llegué hasta el catre... tengo la vaga sensación de haber sido transportada, del suave vaivén hacía delante y hacía detrás acunada en unos fuertes brazos... del acompasado latido de un corazón retumbando en mi oído, apoyado contra un musculoso pecho... pero quizá fuese el recuerdo de un sueño... En cualquier caso era incapaz de ponerle rostro a aquel acogedor torso.

Afortunadamente los días siguientes fueron menos duros, aunque no por eso lograba mantenerme despierta mucho más allá de la cena. No fue hasta aproximadamente una semana después que, por fin al llegar la noche no caí literalmente inconsciente. Aunque solía dormirme enseguida.

Esta noche sin embargo era diferente. Estaba cansada, por supuesto, pero ni rastro de sueño. Era evidente que me había desvelado y que me costaría mucho conciliarlo..., así que harta de dar vueltas me acomodé de lado en el camastro tratando de distinguir el perfil de Jamie a pesar de la reinante oscuridad..., aunque quizá fuese más acertado decir que lo hice aprovechando el amparo de la misma.

Su respiración era acompasada, aunque no tanto como para que estuviese ya dormido. No obstante, no tenía intención de molestarle e importunar la llegada de su sueño simplemente porque el mío se negase tercamente a hacer acto de presencia... Y desde luego tampoco es que supiese que decirle..., por lo que me límite a contemplar extasiada la negra nada donde adivinaba su rostro mientras asimilaba que cada vez mis silencios estaban más motivados por mis inseguridades que por el temor.

- ¿No puedes dormir?. –Dijo de pronto, cortándome la respiración cuando añadió como si nada– ¡Oh sí!, puedo sentir tus ojitos fijos en mí, así que ahora no te hagas la dormida.

Lejos de contestarle... no sé porqué reaccioné cerrando los ojos y apretándolos fuerte cuando los crujidos de su camastro anunciaron sus intenciones. Bueno... sí que lo sabía. En ese preciso instante me habría encantado que se hiciese realidad eso de " tierra trágame", tan terriblemente avergonzada me encontraba al haber sido pillada "in fraganti".

- Me alegra que ya superases la etapa de Bella durmiente, ¿sabes? –Agregó en tono risueño, al mismo tiempo que la luz de la lámpara se filtraba a través de mis párpados tornando el negro en un brillante e hiriente rojo.

Suspiré y parpadeé varias veces mientras me incorporaba para enfrentarle. No quería añadir el adjetivo "patética"a todos los que le estarían rondando la cabeza en ese instante.

- Sip. Ahora parece que entré de lleno en la de "insomne". –Me obligué a pronunciar dibujando mi mejor sonrisa para él.

- Tengo un remedio excelente para eso. – Proclamó devolviéndome la sonrisa.– ¿Qué tal si te sigo contando mi historia? –Ofreció–. Seguro que te dejo frita antes de que te des cuenta.

Lo dudaba. Es más, estaba segura de que sería capaz de permanecer despierta noche y día un mes completo con tal de escuchar cada cosa que quisiese contarme... pero él no tenía porque saberlo.

Ese era y sería mi segundo gran secreto. Por lo tanto, cuidándome muy mucho de no contestar a la típica pregunta retórica que lanzó a continuación, aguardé impaciente a que recordase por dónde lo habíamos dejado. Eso sí, tras convencerme a mí misma de que en esta ocasión estaría preparado para lidiar con esa parte tan dolorosa que había quedado en el aire la vez anterior.

- ¡Ah sí!. Como te dije la otra noche, encontrarnos con Jared cambió nuestras vidas. Él lo volvió todo más fácil... seguro... Parece tener un Don especial, una especie de sexto sentido que le alerta de los peligros. De manera que si él decía que una casa era segura... podíamos relajarnos y hasta permitirnos ver un rato la televisión. –Se encogió de hombros al tiempo que una sonrisa nostálgica se dibujaba fugazmente en su rostro– No es que la programación fuese gran cosa, la verdad. Sobre todo cuando había deportes –esbozó una nueva sonrisa y negó con la cabeza. Luego sus ojos, fijos en los míos, se fueron enardeciendo mostrando un intenso brillo–. Tú seguramente eras demasiado pequeña y no puedes saber como eran las cosas antes de la invasión..., pero yo aún recuerdo cuando ambos contendientes luchaban por ganar, por demostrar que eran los mejores y... te aseguró que eso sí era apasionante.

Sonreí ampliamente, pues en eso se equivocaba y mucho.

Cierto que la tele era una basura con tanta serie y película cortada por el mismo patrón: "Chica y chico se conocen, se enamoran, pierden el contacto por algún motivo –eso es lo único que cambiaba de unas a otras, y tampoco es que hubiese mucho donde escoger– se reencuentran y... felices para siempre". En eso tenía que darle toda la razón... pero dos años atrás cuando nos instalamos en nuestro último hogar, nos mudábamos muy a menudo para preservar "el secreto de mi condición humana", había encontrado en el rincón más inaccesible del altillo del armario de mi dormitorio una caja bastante ajada que contenía entre otras cosas varios DVDs. Las carátulas indicaban que, aunque rodadas por humanos, su contenido no era para nada "monstruoso". Mi instinto me advirtió enseguida que, de todos modos, serían "películas prohibidas" por lo que, pesé a la euforia del momento y mis ganas de compartirlo, oculté su hallazgo.

En cuanto pude verlas a escondidas, supe sin lugar a dudas que, a pesar de tener que soportar los remordimientos por tener secretos para con mis progenitores aguijoneándome constantemente, fue la decisión más acertada... y es que esas pelís constituían el eslabón perdido con mi mundo, uno que dejó de existir cuando yo apenas tenía unos meses... pero que parecía estar muy presente en mi esencia.

Aquellas pequeñas joyas me permitieron intuir como debió ser todo antes, convirtiéndose en mi más preciado tesoro... Verlas fue como conseguir encajar la pieza clave de un particularmente difícil rompecabezas. Me ayudaron a entender muchas de las emociones que me dominaban... porqué a veces me sentía tan distinta de mis padres... y al mismo tiempo alimentaron mi desesperada esperanza de que, al menos una pequeña parte de la raza humana, esa en la que necesitaba situar a los que me dieron la vida, no fueron crueles y despiadados asesinos. No podían serlo.

Entre esas especie de "cápsulas del tiempo" había una sobre un equipo de béisbol, así que por supuesto que sabía lo que quería decir con luchar para ganar y apasionar.

No tuve ni tan siquiera la opción de plantearme si compartir o no este revelador detalle con él, y por lo tanto tampoco tuve que preocuparme de cómo hacerlo de modo que no comprometiese mi secreto familiar, ya que continuó con su relato captando de nuevo toda mi atención.

- Fue durante una de esas expediciones, una entre tantas otras miles en las que nos sentíamos lo suficientemente aislados y a salvo como para poner la tele mientras vaciábamos la despensa y el frigorífico, que Mel descubrió a Sharon en medio del gentío que deambulaba por el escenario elegido para uno de esos aburridos reportajes en plan "Que bello es vivir" que echaban a modo de noticias antes de lo que realmente nos interesaba ver, la predicción meteorológica.

» Era increíble que pudiese seguir siendo humana en pleno Chicago pero... mi hermana estaba convencida de ello por su modo de caminar, de comportarse al darse cuenta de la cámara. Y... bueno... como Jared ya estaba al corriente sobre la vena paranoica de los hermanos de papá, no le costó mucho convencerle para que la dejase ir a buscarla, sola.

Como la otra noche, sus ojos habían dejado de enfocarme. Ya no estaba del todo conmigo, gran parte de su ser se había perdido entre sus recuerdos. Una pequeña alarma comenzó a sonar en mi interior, la ansiedad y el temor de que volviese a sufrir me impelían a pedirle que lo dejase... no obstante la maldita necesidad de saberlo todo de él refrenó mi lengua.

- El plan parecía sencillo, arriesgado pero sencillo. Los tres emprenderíamos el viaje hasta Chicago, con ese propósito Jared robó un discreto sedan que pasaría más desapercibido que su Jeep, pero solamente ella entraría en la ciudad; trataría de localizar a nuestra prima, de convencerla de que con nosotros estaría mejor y volveríamos a casa todos juntos. Para eso dispondría de 5 días, pasados los cuales Jared iría a buscarla y nos olvidaríamos de todo el asunto. Si algo salía mal... si necesitaba esconderse un tiempo antes de volver con nosotros, entonces debía dejar una nota en la quinta planta, del quinto corredor, del quinto piso del edificio al que se dirigía. Uno situado justo enfrente del que habitaban en aquella ocasión en que, siendo niñas y para gran enfado de la tía Maggie, Sharon le mostró una especie de bunker.

» El viaje campo a través nos llevó semanas y... a pesar de que casi todas las noches me acosaban las pesadillas, deseaba que no terminase nunca.

Me estremecí, anticipando que finalmente llegábamos a la parte delicada.

- Por mucho que tratase de ocultarlo delante de Jared, ansiaba parecerme a él y por lo tanto debía ser valiente, lo cierto es que estaba aterrado. –Lo que pretendía ser una media sonrisa se le desdibujo rápidamente en una extraña mueca.– De nuevo temía que no volviese o que lo hiciese como papá, y sus promesas y juramentos no bastaban para calmarme.

»Quedarme en la relativa seguridad de aquella pequeña y destartalada cabaña de madera, perdida en medio de un bosque lóbrego y húmedo, mientras Mel se adentraba en la boca del lobo fue... –Sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se agostó.– Aquella despedida fue... Lo siento –susurró volviendo la cara y limpiándose con el dorso de la mano.– Es mentira eso de que los chicos no lloran, ¿sabes? –Confesó avergonzado mientras palmeaba la mano que coloque en su hombro, inclinándome al máximo hacía delante para lograrlo, pues esta vez no había acercado nuestros catres.– Pero tranquila, no solemos pasar de unas lagrimillas.– Agregó volviéndose hacía mí y dejándome helada por el raudo beso que planto en mi frente.

N/A: Para todas mis lectoras... gracias por seguir esperándome!.

Y para Jeziik y Angy por sus cumples, aunque con algo de retraso. ¡Feliz cumple!

Mención especial para mi hermana del alma, mi Neny y mi buena e incondicional amiga Aroa.

miércoles, 21 de julio de 2010

La nuésped nº 37 - Cap 1 - Capturada



N/A: Esta es mi continuación de The Host, la comencé cuando aún no sabía lo que era un Fanfic. Por cierto a las que me animaron para que escribiese una continuación (2ª parte) de "Regalo..." Gracias chicas, ya estoy trabajando en ella.

CAPÍTULO 1 – CAPTURADA

Era una tarde muy hermosa y afortunadamente podía pasear a gusto, pues no me había cruzado con nadie.

No solía salir mucho a la calle, era demasiado peligroso para mí. Mamá y papá me habían explicado muy bien lo que me podría suceder si las otras almas se daban cuenta de lo que yo era en realidad.

Por eso cuando vi al hombre de cabellos oscuros parado en la acera, bajé rápidamente los ojos al suelo, pero no aminoré el paso. Él no debía notar lo mucho que me asustaba tener que pasar a su lado, saludándolo. Las almas son siempre muy educadas, y nunca desconfían unas de otras.

No sería correcto cambiar de acera, ni de dirección, además ya era hora de volver a casa y la mía estaba ocho edificios más debajo de dónde él se encontraba.

Me sudaban las manos y sentía el estomago revuelto. Notaba que me observaba, pero no podía permitirme comprobarlo. No estando tan cerca. Mis ojos ahora eran lo único que podría delatarme, lo único que no podía disimular. Por lo demás, bastaba con controlar el miedo y la rabia, quitando eso, yo era la perfecta alma. Un alma que dentro de poco celebraría su decimoquinto cumpleaños junto a sus padres, en su pequeño mundo seguro. Traté de concentrarme en eso, para relajarme. Mamá ya habría terminado los preparativos. Yo fingiría sorpresa... ¿Por qué salí a la calle? ¿Por qué no me quedé en el portal? ¿Era mi andar normal, o lo notaría inseguro y por eso me miraba?.

- ¡Hola!. Me acabo de instalar en el barrio. ¿Podrías ayudarme, por favor? Salí a dar una vuelta y ahora no recuerdo como llegar a la calle Padintón.

No mostré sobresalto cuando me habló, estaba preparada para cuando lo hiciera. Me paré justo a la sombra del pequeño arbusto que él tenía enfrente y entonces le encaré. Era una suerte que estuviese parado justo allí, después de todo. Gracias a esa sombra podría mirarlo a los ojos sin peligro alguno. Y desde luego lo más correcto era hacerlo mientras le sonreía educadamente al responderle.

Tenía unos ojos azules muy intensos, y no pude evitar pensar que el brillo de plata les darían un bonito efecto. Pero él sol de la tarde no le daba en el ángulo adecuado para comprobarlo. Era muy blanco, y su pelo negro hacía mucho contraste. En definitiva, era guapo y tenía una sonrisa encantadora. Debía ser mucho mayor que yo, pero eso no importaba porqué no volvería a verlo.

Sin poder dejar de mirarle, le di las instrucciones que necesitaba.

- Ah... ¿Podrías acompañarme? No conozco todavía a nadie de por aquí, ¿sabes?. –Añadió mientras bajaba la mirada, ¿avergonzado?.

Sentí un nudo en la garganta, así que me limité a asentir. Algo en mi interior gritaba que estaba loca, que debía dar una excusa y seguir mi camino. ¿Pero, era ese comportamiento correcto para un alma? ¿Simplemente me estaba intentando engañar a mi misma?. Quizá fuese esto último, pues ansiaba seguir en su compañía un poco más. Parecía tan amable, tan inofensivo. Y al fin y al cabo, después no volvería a verle, a hablarle. Además si le dejaba en su casa, él no sabría donde encontrarme, mientras que si me marchaba desconsideradamente... ¿acaso no había llegado casi a casa?.

Bajé los ojos precavidamente e inicié la marcha.

- Me llamo Ian –dijo colocándose a mi izquierda– ¿y tú?.

Yo dudé unos instantes, al fin respondí.

- Helen.

Si él tenía un nombre tan humano, entonces estaba bien que le diese el que usaba en casa. El que a mí me gustaba más. Generalmente, las pocas veces que interactuaba con almas, siempre dábamos el otro "Flor en el viento". Mi madre procedía del mundo de las Flores, por eso me puso ese sobrenombre. Pero le gustaba mucho el que yo tenía, y lo mantuvo cuando se hizo cargo de mí.

Recordar eso me puso triste, hasta que no cumplí los nueve años no me contaron lo que había pasado realmente. Hasta entonces, yo siempre creí que ellos eran mis padres y que debían ocultarme de los demás por alguna estúpida razón, incomprensible para mí. Al hacerme mayor, cada vez tenía más curiosidad por este misterioso echo. Y finalmente, en mi cumpleaños noveno, mi padre decidió que ya era lo bastante mayor para comprenderlo.

Yo ya sabía por la tele, que nosotros no éramos originarios de este planeta. Mis cuentos a la hora de dormir eran historias reales de otras vidas de mis padres en algunos de las otras colonias. También sabía que los organismos anfitriones de aquí se llamaban humanos... Aunque nada de eso me había preparado para aquellas revelaciones, mi regalo extra de ese cumpleaños.

Su voz me sacó bruscamente de mis pensamientos.

- ¡¿Vaya, qué te parece?. Mi amigo me estaba buscando.

Habíamos cruzado la calle y entrado en un callejón sombreado. Levanté la vista para mirarlo sorprendida. Después seguí la dirección de su mirada.

A pocos pasos de nosotros se hallaba otro hombre. De no haber estado ensimismada en mis recuerdos, lo habría divisado incluso antes de entrar en el callejón. Ahora estábamos a la mitad.

Levantó una mano a modo de saludo y sonrió. Su tez estaba intensamente bronceada, y su pelo apenas era más oscuro que la piel, excepto donde algunos mechones color lino lo aclaraban. Instintivamente clave la vista en sus ojos, ahora era seguro debido a la penumbra que nos rodeaba. Eran castaño oscuro jaspeados de un tono más claro, al igual que el pelo.

No me gustó como me miraba, su actitud. La forma en que se acercó a nosotros era amigable, no obstante había algo en su mirada que me hizo desconfiar. Como si tratase de ocultar sus intenciones.

- Por fin te encuentro. ¿Me presentarás a tu amiga, Ian?. –Dijo mientras me tendía la mano con la que nos había saludado antes.

- Esta es Elen. –Le escuché decir a Ian al tiempo que daba un paso atrás.

Yo ya me encontraba estrechando la mano educadamente al desconocido; pero al ver el gesto fuera de lugar de Ian, como si quisiera cortarme la retirada, trate desesperadamente de soltarme.

- Yo soy Jared. –Dijo el extraño mientras afianzaba mi mano y me arrastraba hacía sí.

Se me disparó el corazón, ¿qué significaba todo aquello?. Vi como levantaba la otra mano y la acercaba a mi cara. Hasta entonces no había notado que la mantenía oculta. Tenía un spray que vaporizó rápidamente mientras más rápido aún soltaba mi mano para rodear mi cintura con brazo de hierro, pegándome totalmente a su cuerpo.

Todo olía a frambuesas. Todo se fue oscureciendo, hasta que al fin desapareció.

N/A: Cuando iba por el capitulo 7, descubrí el Blog de Kokoro y los Fics. (y atraves de el muchos otros maravillosos).Decidí hacerle un regalo de cumpleaños, y partí de los personajes que aquí os presento, así nació el que considero mi primer fic "regalo de amor" (Al menos realmente es el primero Rating M).

Procurare retomar este donde lo dejé y completarlo. Espero que os guste y no seaís muy duros, yo no soy Steph al fin y al cabo.

lunes, 19 de julio de 2010

LA DRÍADE

No será publicada.

Hace unos meses escribí un OS regalo homenajeando a unas amigas, lo ambienté en los cinco primeros capítulos de una historia suya pero con otra totalmente mía. Pasó de encantarles... ( lunadeinvierno
2010-05-31 . chapter 1
me ha gustado mucho, esta super bien escrito, y la idea es genial.

peo que además nos lo hayas dedicado, y que te hayas tomado la molestia de enlazarno con nuestro fic, simplemente es emocionante. ¡cuando quieras lo continuamos¡

y quizá eléctrica aparezca por nuestra casa... jejeje.) ...a ser mi peor pecado.

Dicen que el que calla otorga... así me lo ha hecho ver una amiga de fuera de este mundo nuestro (los blogs) pero con la que comparto la pasión por los libros de la saga y por lo tanto a veces le he recomendado alguno, eso y que la acusación de plagio es demasiado grave para simplemente ignorarla, así que solamente añadiré algo más y después pondré entre comillado el comentario que dejé al comunicado de luna de invierno donde se me acusa de eso entre otras cosas.

Plagio es cuando tomas una historia y la firmas como tuya. No creo que los fics que escribimos sean plagiar los libros que los inspiran, y este es un caso similar, pero cada cual es libre de opinar lo que quiera, y por supuesto de cambiar de opinión cuando quiera. En ninguna parte he reclamado la autoria de ningún personaje salvo la dríade y la historia bajo ese título no contiene ni una frase que no me pertenezca.

Ha sido un error retirar la entrada anterior donde avisaba de que no se subiría aquí... ahora me doy cuenta pero no puedo recuperarla para que la lean.

En la bandita anuncié en su día su publicación y que se publicaria en "ese" blog. Días después que no se publicaria... eso es todo. Se supone que es lo que solemos hacer allí, informar sobre lo que publicamos y donde.

Y muy importante... agradezco las muestras de apoyo recibidas pero no quiero... repito NO QUIERO que nadie de la cara por mi y se señale. Así que dejen de hacerlo.

"1. Nunca he publicado más nota que la informativa en mi blog para que supieran que no se sibiría, Al menos hasta que terminaseis vuestros libros.

2. No lo escribí esperando lo publicaras en tu blog aunque si es cierto que lo hice porque me pedistes algo para él. No lo vistes correcto para él y eso lo entiendo y acepto, así que no digas que trato de hacer presion para que lo publiques porque eso no es cierto.

3. Creo que esto se salió de madre desde un principio... pero te pido que no me useis de excusa para cerrar el blog.

4. Ni quiero ni necesito publicidad. Y menos cuando como ya sabeís, por motivos personales, no puedo cumplir calendarios de publicación y por lo tanto estoy dejando de escribir.

Creo que tengo derecho a defenderme de unas acusaciones tan graves... espero que os vaya bien y suerte. "

No tengo nada más que alegar.

Bueno si, una cosa más: Es mi criatura... me costó, como casi todas, escatimarle horas al sueño para poder escribirla y por lo tanto SÍ que permanecerá en mi cuenta de fanfictión.net

miércoles, 14 de julio de 2010

Regalo de amor - Capítulo 5 - Nuestra primera vez (2ª Parte)



Todos los personajes... bueno ya saben. Pero el Jaime de este fic es mío en mis sueños, lo robe de ellos.

CAPÍTULO 5 NUESTRA PRIMERA VEZ (2ª PARTE)

Le abracé atrayéndolo más hacía mí. Su erección, que hasta entonces había rozado levemente mi parte más sensible, se hizo más presente cuando el espacio entre nuestros cuerpos se acortó. La ruda presión apenas duró una décima de segundo, pues él se arqueó para evitarla mirándome directamente a los ojos, los suyos estaban chispeantes por el deseo.

– ¿De veras quieres hacerlo? –me preguntó en un susurró ¿Qué continúe?.

Tragué saliva ruidosamente pero no pude hablar, quería decirle que sí, que me hiciese suya por completo; pero estaba tan nerviosa que no encontraba mi voz, por lo que me limite a asentir una sola vez, perdida en aquella maravillosa mirada color chocolate.

Instintivamente alcé las piernas para enlazar su cadera, mientras él bajaba poco a poco. De nuevo sentí el dulce roce en mi entrada y después como iba penetrando lentamente...

Y entonces el dolor me alcanzó y lo ahogo todo. Estaba avisada, pero aun así me sorprendió por su intensidad.

– ¿Estas bien? –Preguntó alarmado por la repentina tensión que había adquirido mi cuerpo, y el quejido que sofoqué rápidamente mordiendo la almohada, tras un brusco giro de cabeza.

No respondí. No podía. Sólo podía pensar en el dolor, en tratar de que parase. Cerré más el abrazo de mis piernas, cruzando fuertemente los tobillos tras sus riñones, tratando de inmovilizarlo. Él se dio cuenta de mis intenciones y me susurró al oído con dulzura.

– Tranquila amor, no me voy a mover. No hasta que se te pase el dolor y te acostumbres a mí.

Continuó murmurando, pero esta vez más como para sí mismo.

– ¡Caray! No pensé que doliera tanto. Menos mal que Ian me comentó al respecto... pero...

Agradecí en silencio a Ian por ser tan considerado. Sólo un hombre tan comprensivo y protector como él, podría recordar y darle la importancia suficiente a un detalle como ese.

Definitivamente Wanda tenía mucha suerte, y yo también.

Poco a poco el dolor se fue desvaneciendo y mis músculos se relajaron. Al percibirlo, Jaime mordisqueo el lóbulo de mi oreja y volvió a susurrarme.

– No volverá a dolerte jamás, te lo prometo. Confía en mí.

Giré el rostro para mirar al amor de mi vida y tranquilizarle al fin.

– Jaime Stryder, te amo –susurré, con su hermosa cara a escasos centímetros.

Él se inclinó un poco más y limpió las lágrimas que el dolor había hecho brotar de mis ojos, con sus labios. Luego volvió a susurrarme al oído.

– Yo también te amo, Elen Masen. No permitiré que nada ni nadie te separe de mí.

Volvió a besarme con una leve presión de sus labios cálidos en los míos, casi un simple roce. No habló de nuevo, pero en sus tiernos ojos la pregunta se reflejaba claramente cuando nuestras miradas se encontraron.

– Sí, por favor. –Musité al tiempo que arqueaba la espalda haciendo que, pese a que él aún no se movía, su erección profundizara un poco más en mi interior.

Sonrió visiblemente satisfecho y comenzó un vaivén suave, entrando y saliendo despacio. Gemí dulcemente, sin poder evitarlo, cuando sus labios se posaron en uno de mis pezones. Su lengua ardiente empezó a trazar círculos a su alrededor endureciéndolo más y más, mientras una de sus manos hacía lo mismo con el otro, masajeándolo con mucha delicadeza usando sólo dos dedos.

Volví a arquear la espalda, y en esta ocasión, mi Jaime se apresuró a deslizar su brazo entre mi cuerpo y el colchón mientras gruñía. Sin duda mi nueva posición le había resultado muy placentera, al menos eso esperaba, pues a mi sí.

Como se sujetaba con el otro brazo, apoyado sobre el codo, para no cargarme con todo su peso, eso dejó libre se sus dedos acariciadores a mi pecho. No me importó en absoluto, su boca ansiosa pasó a ocuparse de ambos.

Sus embestidas, poco a poco iban aumentado de intensidad y rapidez, volviéndose frenéticas, casi furiosas, haciendo que entrara mucho más profundamente de lo que creí que podría llegar. Pero tal y como prometió, no había más dolor, sólo puro gozo. Jaime era mi Ángel, y me estaba llevando con él camino de la gloria .

Mis manos, que ya se sabían de memoria la musculatura de su espalda y sus hombros, se cerraron en el vacío convirtiéndose en apretados puños, clavando las costas uñas en las palmas. Un extraño temblor precedió a la descarga eléctrica que me recorrió columna abajo camino de mi sexo, que palpitaba furiosamente alrededor del suyo, mientras un gruñido salvaje, completamente animal, amenazó con desgarrar mi garganta a su paso.

Mi Ángel lo sofocó con sus labios solícitos, y después creí oírle murmurar algo así como: "disfrútalo, intentaré que dure". Aunque la verdad, apenas si era consciente de lo que me rodeaba en esos momentos. El movimiento de sus caderas volvió a adquirir esa cadencia dulce y lenta del principio, para luego tornarse en segundos en fuertes y profundas embestidas. La corriente eléctrica volvió a recorrerme, pero ahora se extendió por mis extremidades y desapareció como si hubiese escapado por la punta de los dedos.

Mis dientes fueron los encargados de acallarme esta vez, clavándose con saña en mi labio inferior hasta casi hacerlo sangrar.

Cuando todo terminó, me quedé exhausta. El brazo que mantenía mi espalda arqueada se retiró. Mis piernas débiles y temblorosas, resbalaron por sus costados siguiendo el ejemplo de mis brazos, como si fuese una muñeca de trapo sin ningún músculo al que recurrir. Parecía como si aquella corriente, hubiese arrastrado con ella casi todas mis fuerzas. Empleé las pocas que me quedaban en tratar de depositar las piernas con suavidad sobre el colchón, de modo que no entorpeciesen sus movimientos.

– ¿Sabes?...Creí que... no era... posible..., pero... tu carita... se vuelve... aún más... hermosa... cuando... te vienes. –Comentó con voz entrecortada mientras me la cubría de besos, haciéndome gemir bajito.

Su aliento calentó mi garganta, cuando su nariz dibujó los contornos de mi mandíbula.

Se incorporó atrayéndome hacía sí, sujeta firmemente por las caderas, para asegurarse que no nos separásemos, que no se saldría de mí.

Su pelvis, que no se había detenido por completo en ningún momento, recuperó poco a poco un empuje rítmico pero suave.

Enterré las manos bajo la almohada, arqueando y relajando la espalda, cuando me acarició con ambas manos recorriendo desde la unión de nuestras intimidades hasta la base de mi cuello, provocando temblores y piel de gallina a su paso.

En el camino de regreso a mis caderas, se demoró unos deliciosos segundos en mis pechos, durante los cuales me retorcí gimoteando y cerrando los puños; simulando que de algún modo retuviese presas mis muñecas bajo la almohada; situada muy por encima de mi cabeza.

Eso pareció desquiciarlo. Seguramente era demasiado sensual a sus ojos como para resistirse, aunque ni se me había pasado por la cabeza que mi comportamiento pudiese provocarle, y menos de esa forma. Volvió a asegurarme por las caderas y casi se retiró por completo para después entrar de un solo empujón. Aunque la placentera sensación fue indescriptible, me pilló tan de sorpresa que grité su nombre demasiado alto.

Él se apresuró a apagar mi voz con su mano. Su mirada se había vuelto más oscura... llena de deseo irracional.

– Shh. No queremos que nadie aparezca por aquí a interrumpir, ¿verdad? –musitó, mientras volvía a retirarse lentamente.

Como ya la esperaba, su brusca vuelta no me alarmó tanto y pude disfrutarla más ampliamente.

– ¿Te... gusta... esto? –preguntó con voz entrecortada y ronca mientras se retiraba por tercera vez– ¿¡así! –corrigió su pregunta en tono exigente, acometiéndome de nuevo.

Yo emití un prolongado gemido parecido a un sí, fue el único sonido que pude hacer. Justo en ese momento el placer era demasiado intenso como para que mi cabeza formara palabras correctamente.

Sonrió complacido y lo repitió un par de veces más antes de dejarse caer sobre los codos, besando mi frente, mordisqueando mi oreja, mi cuello. Derritiéndome cuando sus dientes atraparon mis pezones, primero uno, luego el otro, antes de volver a poner en movimiento sus caderas. Nuestros cuerpos encajando a la perfección y sin tregua una y mil veces. Nuestras bocas intercambiando murmullos de amor y besos ardientes y húmedos. Mis manos reclamando la posesión de sus hombros, de su espalda al completo, incluso de sus nalgas.

Ralentizó un poco el ritmo para poder besar con calma mi cuello, mis hombros, mis pechos. Me sentía confundida, quería dulzura pero también que fuese enérgico, que me hiciese suplicar para que parase, y así se lo dije.

Me complació aumentando poco a poco el ritmo y la intensidad de sus envestidas, mientras me pedía que gimiese para él, sólo para él. Sus manos, su boca, parecían estar en todas partes quemando mi piel, así que para mí tampoco fue difícil complacerle enterrando mis labios en su hombro.

Comencé a mover inconscientemente las caderas complementando sus movimientos, ajustándome a los cambios de ritmo e intensidad con los que me penetraba, tratando de fundirme con él en un solo ser.

Nos miramos fascinados, moviéndonos al mismo ritmo. Era como si hubiésemos nacido para eso, para amoldarnos al cuerpo y los deseos del otro. Dos almas gemelas. Dos piezas de un mismo engranaje, encajando a la perfección. Dos mitades que al fin se reúnen para volver a formar un todo. Ya no había ni , ni yo; sumergido en el fondo de un mar de sensaciones, se erguía el poderoso nosotros que los había reemplazado.

Cerró los ojos y se mordió el labio inferior ahogando un gemido.

Sentí su cuerpo estremecerse por las convulsiones previas, justo en el mismo instante en que volvía a mí la sensación de estar recibiendo una descarga en plena columna. Mi ángel me regalaba otra vuelta por las nubes, mientras el mismo también alcanzaba su propio éxtasis.

Esta vez fue mucho más intenso, quizá porque no sólo atendí a mis sensaciones. No cerré los ojos en ningún momento queriendo asistir al disfrute del amor de mi vida, que me envistió más rápido, fuerte y profundo antes de arquear la espalda privándome de su rostro. Más que gemir, rugía mi nombre; pero todavía no había llegado al punto máximo de su clímax, y su pelvis siguió golpeándome sin piedad provocando que el mío estallara.

Me miró con ojos vidriosos, aunque grandes como platos, sin duda no esperaba lograr volver a provocarme un orgasmo tan pronto. Se le dibujó una sonrisa mitad de satisfacción, mitad de orgullo, al arquearme a mi vez chillando su nombre, arañando sus hombros. Arrastrándolo finalmente conmigo, obligándolo a derramarnos juntos.

Rápidamente volví a buscar su mirada. Apenas si podía enfocar bien y la cabeza me daba bandazos, como si mi mente no quisiese pertenecer más a mi cuerpo. A él también parecía costarle trabajo enfocar y su respiración era fatigosa, sin embargo su sonrisa se había ensanchado hasta amenazar con cortarle las mejillas.

Se dejó caer lentamente sobre mí. Ni él ni yo volvimos a movernos. Su peso, casi aplastante, apenas me dejaba respirar; pero ni loca se me ocurriría protestar. Morir justo ahora, con nuestras pieles desnudas tocándose, me pareció la mejor muerte posible.

Traté de concentrarme en como mi intimidad ralentizaba sus pulsaciones, en como su corazón palpitaba cerca del mío, en el aroma de su piel, en su aliento acariciando mi pelo. En cada parte de mi cuerpo en contacto con el suyo.

– Gracias –le escuché decir en voz baja pero entusiasmada– a sido maravilloso.

No supe que responder. No podía decirle que tenerle dentro de mí era como entrar al paraíso, que ansiaba repetirlo, que había disfrutado intensamente de nuestra primera vez; no con esas palabras, me daba vergüenza, demasiada vergüenza. Quizá algún día pero hoy no. Así que me limite a suspirar y juguetear con sus cabellos infiltrando mis dedos.

Pareció tensarse un poco. Adivinando el motivo me apresuré a encontrar las palabras adecuadas. Unas que lo expresasen todo. Unas que pudiera pronunciar.

– Para mi también, pero sólo porque TÚ eres maravilloso.

– Vuelves a valorarme demasiado. –Comentó tras un suspiro, que juraría fue de alivio– Pero me alegra saber que te ha gustado tanto como a mí.

Alzó su rostro regalándome una de sus sonrisas arrebatadoras. Colocó el mechón que su suspiro había movido hacía mi frente detrás de mi oreja y me besó. Primero dulcemente, a continuación con pasión.

Un jadeante Jaime se separó saliendo de mí con cuidado, después se dejó caer de espaldas a mi lado. Yo rodé para volver a mi lugar favorito en el mundo, sus brazos. Descansé mi cabeza en su pecho, y apoyé la mano por delante de mi cara. Tal y como esperaba, él me rodeó con sus brazos, estrechándome para atraerme más hacía su cuerpo. Suspiré de nuevo, feliz de poder oler su piel y sentir su calor bajo mi mejilla y mi torso, como tantas noches soñé.

Guardamos silencio durante algún tiempo, no había nada que decir, sólo sentir nuestras respiraciones mientras se calmaban y acompasaban, igual que los latidos locos de los corazones. Creo que casi estaba dormida cuando Jaime comenzó a hablar, pues pegué un pequeño respingo.

– Creo que deberíamos hablar con Doc o Candy, si voy a seguir secuestrándote cada noche durante estos dos meses.

No levanté la cabeza para mirarlo, ni emití sonido alguno, pero trace un círculo sobre su pectoral con la palma de mi mano, para que supiese que le escuchaba. Sonreí sabedora de a que se refería exactamente. Dudaba que las almas hubiesen desarrollado anticonceptivos, sobre todo después de tener que descartar a los futuros anfitriones adultos, pero me mordí la lengua. El silencio me pareció lo mejor, después de todo, tal vez ellos conociesen otros métodos y en estos momentos no me apetecía vivir otra crisis. Ya había tenido más que suficiente con las del baño y el corredor, al principio de la noche.

– Por supuesto que en algunas sólo dormiremos –continuó él, soltando una risita nada más terminar la frase. No necesité mirarle para saber que tendría los ojos puestos en blanco–. Además –Añadió acariciando mi brazo de modo sugerente– debería hablar con tío Jeb. Necesito su permiso para una excavación. Después de acostumbrarme a tu dulce respiración, dudo que pueda soportar los ronquidos de Brand y Aarón.

Esta vez no aguanté y me alcé para mirarle. Quería comprobar si estaba de broma, me dolería claro, pero en el fondo esperaba verle una sonrisa picara y burlona. Estaba muy serio y pensativo.

Mi corazón golpeó dolorosamente contra las costillas. Mi Jaime no sólo me amaba, sino que quería quedarse conmigo para siempre. Si fuese necesario lucharía por mí, por mantenerme a su lado. Apartir de hoy, además de mi amigo, sería mi confidente, mi amante, mi compañero.

Rozó la punta de mi nariz con un dedo y luego lo deslizó por mis labios, trazando su contorno.

– Te dije que no dejaría que nada ni nadie te separase de mí. Nos mudaremos al salón de juegos si es necesario. No me importa lo que piensen o digan los demás.

Busqué sus labios con desesperación, como si con eso selláramos el pacto. Él sujetó mi cabeza con ambas manos mientras nos dejábamos llevar por la pasión una vez más, pero enseguida intentó separarme con suavidad. Sólo le dejé hacerlo cuando la necesidad de respirar se hizo apremiante, aunque para mí era evidente que yo no habría podido oponer mucha resistencia, si de veras hubiese querido zafarse. No sólo porque Jaime fuese mucho más fuerte que yo, sino porque apenas tenía ya fuerzas para mantener la cabeza erguida, seguramente si él no me sujetase me habría ido resbalando arruinando el momento.

– Deberías tratar de dormir un poco amor. –Comentó mientras dibujaba mis ojeras con la yema de sus dedos– Pronto amanecerá y te ves agotada.

Me acomodo con mimo bajo su mentón, apagó la lámpara y abrazándome, comenzó a tararear bajito. Reconocí la melodía enseguida. No sólo estaba arrullándome, también me estaba diciendo que sería mi único amor por siempre, mi Ángel Guardián.

- Feliz Cumpleaños, amor mío. Mi Ángel. –susurré cerrando los ojos y dejándome deslizar en la inconsciencia, con la certeza de que jamás volvería a soñar nada que superase la realidad que dejaba atrás.

Cuando veo tu sonrisa lágrimas corren por mi cara, no puedo reponerme

y ahora que soy fuerte he comprendido

como este mundo se vuelve frío y atraviesa mi alma

y se que encontraré dentro de mí que puedo ser el único.

Nunca te dejaré caer

me levantaré contigo siempre

estaré ahí por ti a pesar de todo

aún cuando salvarte me mande al cielo.

Esta bien, esta bien. Esta bien

las estaciones están cambiando

las olas chocando

y las estrellas están cayendo todas por nosotros

los días son largos y las noches cortas

puedo demostrarte que seré el único.

Nunca te dejaré caer

me levantaré contigo siempre

estaré ahí para ti a pesar de todo

aún cuando salvarte me mande al cielo.

Porque tú eres, tú eres, tú eres mi amor verdadero, todo mi corazón

por favor no desaproveches eso

porque estoy aquí por ti

por favor no te vayas

por favor dime que te quedaras, quédate

Úsame como quieras

tira de mi cadena sólo para tu deleite

y sé que estaré bien

aunque mis cielos se vuelvan grises.

Nunca te dejaré caer

me levantaré contigo siempre

estaré ahí por ti a pesar de todo

aún cuando salvarte me mande al cielo... desvaneciéndome.

FIN

YOUR GUARDIAN ANGEL - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - THE RED JUMPSUIT APPARATUS

N/A: Ahora que lo he subido y revisado para ponerlo aquí estoy pensando que estos chicos dan para más. Quizá tengan segunda parte... ¿Qué me dicen, se la merecen?.

Creo que plasmé mi chico ideal en una primera vez ideal. Les contaré otro "secreto", mientras lo escribía en mi mente recreaba todo, como en una pelí y Jaime era el Taylor de Crepúsculo, con su melena negra y suelta. (Suspiro).

Espero que cuando regrese ( Y lo haré, me pico el bichito de los Fics, ahahah) me visiten de nuevo. Chao y muchas, muchisimas gracías a todas, tardeís lo que tardeís en leer esto.

Electrica (Unica autora, lo digo por si acaso, no me pase como a Kokoro. A la pobre no dejan de robarle su trabajo).