Bienvenidos a ELÉCTRICA OBSESIÓN


Donde doy vida de nuevo a los personajes que me atraparon y me arrastraron a su mundo, uno que sólamente es posible entre las páginas de un libro.
EnglishAlemánFrancésEspañolItalianoNetherlandsRusoPortuguésChino SimplificadoJaponés
CoreanoÁrabe

miércoles, 14 de julio de 2010

Regalo de amor - Capítulo 3 - Sincerándonos


Todos los personajes menos Elen son de esa fantastica escritora apellidada Meyer. Aunque este Jaime es como me gustaría que fuese mi chico

CAPÍTULO 3 – SINCERÁNDONOS

Durante todo el camino no despegue mis ojos de su rostro, pero él no me devolvió la mirada. Cuando se paró ante la entrada de la cueva, su determinación pareció desinflarse un poco ante el dilema de cómo apartar la gruesa manta que la cubría sin soltarme. Observé divertida como se mordía el labio inferior considerando como proceder.

– ¿Qué tal si te inclinas un poco para que yo pueda ocuparme de esto? –sugerí señalándola.

Él me sonrió de oreja a oreja mientras se agachaba para que yo pudiese alcanzar la manta por el borde y pasarla por encima de nuestras cabezas.

Nunca antes había visto la cueva, primero el temor y luego la vergüenza a la aparición repentina de Brand o Aarón me mantuvieron siempre alejada. El suelo estaba prácticamente alfombrado con tres colchones. Jaime se alzó ágilmente y avanzó por el estrecho pasillo que quedaba entre los dos primeros, para depositarme con mimo sobre el tercero, que estaba terciado en una esquina al fondo.

Durante el corto trayecto, me deshice de los zapatos procurando no moverme demasiado para no incomodarlo, usando la punta de los pies. Jaime imitó mi gesto nada mas soltarme.

A la débil luz de la luna apenas podía distinguir sus hermosas facciones mientras se recostaba a mi lado. Así que cuando colocó su cabeza sobre el brazo derecho y permaneció mirando fijamente al techo, no pude obtener ninguna pista sobre a lo que atenerme.

¿Había cambiado de opinión respecto a esperar, como pensé en un principio? ¿Solamente quería dormir conmigo?. Decidí que esta vez yo no estropearía las cosas, que esperaría pacientemente a ver que pasaba. Puede que no hiciese más que dudar cambiando una y otra vez de opinión. Quizá era yo sola la que le daba vueltas queriendo ver lo que no había. En cualquier caso me sentí feliz, pasase lo que pasase estaría el resto de la noche en brazos de mi adorado Jaime.

Me deslicé con cuidado hasta apoyar la cabeza en su musculoso pecho y las manos casi entrelazadas en su estomago. Tal y como esperaba, Jaime sacó su brazo de debajo de la cabeza y me rodeó con el los hombros, acercándome aún más a su cuerpo. El otro descansó en mi cintura, pero enseguida lo retiró pues las puntas de sus dedos comenzaron a trazar círculos ardientes en mi brazo derecho.

Suspiré audiblemente cuando su cálido aliento se infiltró por mis cabellos. Levanté la cabeza y me estiré buscando sus labios. Él me los concedió y lo que comenzó con una suave presión fue dando paso a un afán casi febril. Sus labios persuasivos entreabrieron los míos permitiendo a su lengua deslizarse buscando la mía, por supuesto se la entregué encantada.

Sentí como ese ardiente beso, el roce tibio de su lengua con la mía, hacía que el resto de mi ser estallase en llamas.

Mi cuerpo tomó el control. Mi pierna derecha acabó sobre las suyas, mientras giraba el torso buscando poder apretarme más contra él, como si eso fuese posible. Mis manos acariciaron su cara una y otra vez mientras las suyas recorrían mi espalda arriba y abajo arrastrando con ellas mi camiseta.

Cuando nos separamos, mi corazón latía irregularmente, sin control y tuve que apoyar de nuevo la cabeza contra su pecho, pues comencé a marearme. Nuestras respiraciones eran jadeos frenéticos, pero sincronizados a la perfección. Tanto que los fuimos calmando al unísono.

- Me alegra saber que en el fondo tú tampoco quieres dormir –besó mi coronilla y añadió con tono más sugerente–. Al menos... no hasta después.

Se incorporó y giró haciendo que yo quedase de espaldas debajo suyo. Mis manos presas sobre su pecho. Nuestras intimidades casi rozándose por segunda vez en esa noche.

– Temí que hubieses mal interpretado mis intenciones –susurró en mi oreja después de mordisquearme el lóbulo–. No prensarás castigarme por mi comportamiento de antes, ¿verdad?.

Mi negativa fue casi inaudible mientras sus labios recorrían mi mandíbula de punta a punta, una y otra vez. Sus manos, que se habían colado por debajo de mi camiseta, acariciaban desde mi estomago hasta el encaje de mi sostén con el mismo ritmo lento.

– Hum! No sabes cuanto me alegra oír eso –Volvió a susurrar camino de mis labios.

Jaime parecía saber muy bien como y donde acariciarme, que palabras pronunciar y en que tono para encenderme más y más. En definitiva. Sabía como volverme loca.

En otra circunstancias, si el mundo no fuese lo que era ahora, si nos hubiésemos criado como debería haber sido, si hubiésemos tenido la oportunidad de tener citas, su pericia habría provocado mis celos. Habría sufrido pensando con quien y cuantas veces, pues creería tener pruebas suficientes de que no era la primera con la que habría estado.

En cambio flotaba en las nubes. Llevaba un año amándole en secreto, soñando casi todo ese tiempo con este momento, y al fin había llegado.

Quería que fuese perfecto para él. Deseaba ser capaz de besarlo apasionada y salvajemente. Apretarme contra su cuerpo y rogarle que me hiciera suya –.Maldita timidez– Que me volviese loca por completo hasta el punto de perder el control, igual que en el túnel, para ser capaz de hacérselo perder a él.

Estiró un brazo para encender la pequeña lámpara alojada en un hueco cercano de la pared rocosa.

– ¿Estas bien? –Preguntó con una ligera nota de ansiedad.

No fue hasta entonces, viendo la expresión preocupada de su rostro a escasos centímetros del mío, que me di cuenta de que estaba llorando.

Sus manos enmarcaron mi rostro, mientras sus pulgares enjugaban mis lágrimas. Tan sólo eran dos lagrimones aislados, pero allí estaban.

– ¿Qué tienes cariño? ¿Qué va mal?.

Había tanta ternura en sus ojos y su voz era tan aterciopelada, que si sus pulgares no estuviesen trazando círculos de fuego abrasador sobre mis mejillas, creo que me hubiese echado a llorar de verdad.

Mi amor estaba sufriendo por mí, eso no estaba bien.

Me apresuré a contestarle con el corazón en cada palabra, sin omitir nada, sin pensarlo, con la vergüenza echa jirones a mis pies.

– Lloro de felicidad, porque estoy viviendo algo con lo que he soñado muchas veces. Quería pertenecerte y que me pertenecieras más que cualquier cosa en el mundo, y ahora estamos aquí, juntos.

Reconocí sus intenciones de besarme, pero le contuve posando mi mano sobre sus labios. Fue un leve toque, pero lo entendió.

Bajé los ojos e inspiré ondo antes de continuar. Él se recostó a mi lado, alzado sobre el codo para verme mejor la cara.

– También lloro porque... –titubeé– estoy asustada.

Continué aprisa, antes de que reaccionase de nuevo y me interrumpiese. Si lo hacía quizá ya no fuese capaz de seguir después.

– Lo que debería temer en realidad es lo mucho que te quiero y significas para mí.Te quiero tanto que duele, pero bendeciré por siempre cada minuto de esta tortura. –Traté de sonreír para quitarle rudeza a mis palabras.– Haría y diría cualquier cosa que me pidieses con tal de satisfacerte. Esa es mi única verdad, estoy segura. Lo demás... yo misma, mis sentimientos, carecen de importancia con tal de permanecer a tu lado.

Tuve que tragar el nudo que se me estaba formando y encontrar el valor suficiente para continuar, pues aún quedaba lo peor.

Él aprovechó este pequeños lapso para alzarme la barbilla y besar mis párpados cerrados. Los abrí automáticamente en cuanto le escuché hablar.

– Sin duda es algo para asustarse. ¡Vaya!, de echo a mí me asusta un poco ser tan especial a tus ojos, pero a la vez me llena de alegría y orgullo, y hace que quiera ser mejor persona y merecérmelo –besó mi frente–. Pero has dicho que ese no es el verdadero motivo de tu miedo. ¿Cuál es entonces? ¿Qué puede ser más aterrador que querer tanto a otra persona, que ni siquiera te importe si acaba anulándote?.

Aparté la mirada de sus ojos alentadores, refugiándola en mis manos. No me había dado cuenta de que estaban temblorosas. Para contenerlas las entrelacé sobre mi pecho. Lo hice imitando el símbolo del Jin y el Jang con tanta fuerza, que los nudillos de la que estaba arriba se veían blancos.

– Temo no saber... –dudé por un segundo que palabras utilizar– hacerlo y decepcionarte –añadí finalmente, sintiendo brotar el sonrojo y quebrarse mi voz. Sin duda aquella última parte de mi confesión fue las más difícil de pronunciar, pues la timidez me venció la partida esta vez.

Espié a través de mis pestañas su reacción, conteniendo el aliento. Parecía pensativo y estaba muy serio, con la cabeza baja.

El pánico se apoderó de mí. Quizá en mis prisas por acabar no me había expresado bien. Sin duda él no lo entendió y estaba tratando de descifrar a que me refería con ese ambiguo hacerlo. Hasta yo mismo sería capaz de encontrarle otros significados con pensarlo sólo un poco.

Te has lucido Elen me recriminé–. No querías ser explicita. ¡Bravo! Vaya si no lo has sido. ¿Pero ahora qué?.

Caí en la cuenta de que todavía me quedaba me quedaba otra opción, antes de llegar a morir de vergüenza diciéndoselo con todas las letras.

– Es mi primera vez, ya sabes... –Balbuceé rezando para que eso lo resumiera y explicase todo para él, del mismo modo que lo hacía para mí.

Entonces reaccionó al fin, no alzó la cabeza ni me miró, lo cuál agradecí bastante, pero comenzó a hablar, a intentarlo al menos.

– ¿Eh?... Esto... –resopló con fuerza mientras sacudía la cabeza.

Parecía... ¿Sorprendido?... ¿Confuso? ¿Por Dios! ¿¡Qué más necesitaba que le dijera!.

– Bueno... ya te entendí a la primera, ¿sabes? –una sonrisa tímida se dibujó en sus labios mientras me lanzaba una corta mirada de reojo antes de continuar–. Contaba con ello, obviamente. Con lo que no contaba, lo que me tiene... pillado por así decir... –Guardó un silencio que me pareció eterno y en el que casi me olvido de respirar– ¿¡ decepcionarme! ¡Guau! –Exclamó al fin con la mirada perdida–. ¿De veras temes decepcionarme? –preguntó incrédulo antes de suspirar profundamente.

Esta vez fui yo la que guardó silencio hasta que me miró, entonces simplemente asentí con firmeza.

Me acarició muy lentamente la mejilla izquierda con el dorso de la mano un par de veces y luego la deslizó por la línea de mi mandíbula hasta el otro lado, cambiando del dorso a la palma en mitad del movimiento, dejándola finalmente apoyada por debajo de mi oreja derecha, acunando mi rostro.

– Realmente no sé lo que he hecho para merecerte –recosté mi cabeza sobre su palma y suspiré, con el corazón henchido de felicidad al oírle decir aquello–. Si alguien tiene que temer decepcionar al otro, en cualquier sentido, ese soy yo.

Negó con la cabeza sonriendo dulcemente, de repente se puso muy serio y prosiguió.

– De no ser por ti, por tu valentía en los baños al confesarme tu amor... sabe Dios cuando habríamos llegado a esto. Yo no sé cuando me habría atrevido a romper mi silencio cobarde. Temía tanto tu rechazó, amor. Te deseaba tanto, que a veces no podía soportar el dolor de estar cerca de ti y no poder besarte, tocarte. De no saber si algún día podría tenerte. El miedo a que te fijases en otro, a que llegase alguien de otro clan y te llevase, era como tener un cuchillo apunto de caer sobre mi corazón.

El mío amenazó con salirse de mi pecho, él había estado sufriendo en silencio igual que yo. Temiendo y deseando lo mismo que yo.

– Empiezo a temer que esto no sea más que otro sueño del que no quiero despertar. Debía estar más cansado de lo que creía, y me he dormido en los baños. –Sonrió y se encogió de hombros– Seguramente ahora me estoy ahogando, pero no me importa.

Entonces fue él quien tuvo que contener mis labios. Atrapó mi cabeza en el último momento con ambas manos y me desvió gentilmente, haciendo que mi beso acabase en su mejilla.

– Aún no, amor. Déjame terminar. Tengo que decirte algo y no me va a resultar fácil, así que se paciente, ¿vale?. Puede que parte de lo que te diga te suene cursi o melodramático, pero no creo que sea capaz de expresarlo de otro modo.

Inspiró profundamente antes de continuar.

– Tú pareces creer que estoy muy seguro de mí mismo todo el tiempo, la verdad es que no soy más que un maldito adolescente inseguro. Uno muy, muy enamorado y un poco asustado, igual que tú –sonrió como para sí mismo, algo ausente–. Sólo que se me de mejor fingir. Las bromas ayudan bastante. –Suspiró y su frente se arrugó como si tratase de resolver un problema complejo. Por propia experiencia, supe que trataba de encontrar las palabras adecuadas para continuar.

– Hay tres cuestiones que tengo muy claras y quiero compartirlas contigo ahora que nos estamos sincerando. Son tres razones que explican porqué no deberías volver a preocuparte por mí, o mis sentimientos hacía ti.

Me dedicó la más encantadora de las sonrisas y rozó con la yema de su dedo índice la punta de mi nariz.

– La primera es que tú nunca podrías decepcionarme. Jamás. En ningún sentido. ¿Y sabes por qué? Por que te amo. Creo que a cada segundo te amo mucho más.

Atrapó un mechón de mi pelo y lo dejó deslizarse entre sus dedos. Por mi parte, traté de recordar como se respiraba.

– La segunda es que también para mí todo esto es nuevo. Como te dije antes el preocupado debería ser yo, parece que se da por supuesto que los chicos somos expertos natos en estas cosas, simplemente por ser chicos –puso los ojos en blanco–. Sinceramente lo dudo mucho, al menos ese no es mi caso.

– Y tercera. Cualquier cosa que hagamos juntos será maravillosamente única e irrepetible, no importa las veces que las repitamos.

Agaché la cabeza rehuyendo momentáneamente su mirada, no quería que viese la cara de lela que sin duda se me había puesto.

– Así que ya ves, yo tampoco tendré con que comparar y me parece perfecto. Me alegra poder estrenarme y aprender contigo, con mi verdadero amor. Creo que te habría esperado aunque me hubiese acabado muriendo virgen.

Tomó mi barbilla con dos dedos para alzármela y después acunó mi rostro sobre su palma. El suyo estaba levemente sonrojado y lucía una sonrisa tímida.

– Yo no quiero tener sexo, nunca lo quise, quiero hacer el amor y para eso hay que estar enamorado, ¿no crees?.

Nos quedamos mirándonos en silencio, maravillados el uno del otro, de los sentimientos tan poderosos que acabábamos de compartir.

No sé cuanto tiempo pasó hasta que reaccioné.

Sin previo aviso, sin poderme contener me abalancé sobre él.

N/A: Ya sé, ya sé. Alguna pensará que este capítulo me ha quedado pastelon, pero es el contrapunto perfecto a lo que viene apartir de ahora, ya lo vereís. Además soy una romantrica incurable.

2 comentarios:

  1. Comentarios traidos desde: Las huespedes lemmoneras

    deLacrOix.!! dijo...

    hahaha
    qe genial cap
    qe lindo jaime
    hahaha
    uno chiqo asi por favor!!!
    zigue electrica zigue!
    bezoz
    7 de mayo de 2010 16:06
    anny lautner dijo...

    haha
    sisisi yo se qe ese tipo de chico es el que todas soñamos y espero que lo encontremos algun dia no muy lejano
    me encanto esta parte ahora leere la que sigue
    hahaha me estoy volviendo adictiva a leer
    4 de junio de 2010 18:33

    ResponderEliminar
  2. From: Lyhaane 'Swan desde www.fanfiction.net
    -------------------

    wooww... si k stan encandilados estos chicos... jajaja pero fue genial cuando
    él se declaró... ahhhh!... k lindo!... yaaa weno kiero seguir leyendo... ya
    viene la mejor parte (lyhaane mueve el ceño sugestivamente)... nos leemos
    byeeeeeee

    ResponderEliminar

Tú opinión es importante... ¿Me la dices?.