jueves, 31 de marzo de 2011
premios
1.- Orión desde los tejados - Aroa de Chesire
2.- Black-red-white-twilight - Mony Diaz
3.- Mis historias con Edward y Bella - Neny W. Cullen
4.- letras de Lullaby - Lullaby
5.- Siglos de amor - Romii
6.- Libros de tinta y sangre - Evan y Rose
7.- cientos de miles de historias - Laura Frías
8.- Amor lobuno - Kassi
9.- Over the twilight - Ada y Tiwii
10.- Obsesion Black - Naiie
AQUA MARINE del blog noches con las vampiritas cullen otorgó este a todos
(Seguidores, amigos, comentaristas ocasionales aunque fuese por cbox...)
No requiere darselo a nadie... pero yo quiero entregarselo a Aroa (orion desde los tejados), Mony (Black-red-white-twilight) y Romina Javiera (Siglos de amor)... y todas las chicas que me dejan sus comentarios y me afilian. Pero en especial a ellas tres por darme la fuerza necesaría (dentro y fuera de los comentarios) para continuar golpeando las teclas XDD
miércoles, 30 de marzo de 2011
Como la crema y la canela - Cap 14 - Compromiso
CAPÍTULO 14 – COMPROMISO
NESSIE POV
- ¡Oh no! ¡oh no! –Estalló Jessica frotándose las manos anticipando el deleite de poseer todos los detalles de un chisme tan jugoso.
- No es lo que piensas Jess. No estoy embarazada. –Aseguré con calma. Estaba preparada para afrontar esa conclusión.
- ¡¿Ah no! Entonces dime, ¿qué otra razón hay para que alguien en su sano juicio se case a los diecisiete años. –Contraatacó. Su voz sonó con toda la conmoción y reprobación de un pueblo pequeño ante lo que sin duda sería todo un escándalo, mezclado a partes iguales con su propio espanto hacía un compromiso tan "definitivo" y la larga serie de responsabilidades que acarrearía.
- Casi dieciocho –rebatí manteniendo aún la tranquilidad.– Actualmente tengo diecisiete y medio, y no nos casaremos hasta dentro de tres meses.
Exactamente dos días después de la graduación.
- ¡Oh! Usted perdone. ¿Cómo si nueve meses marcasen una gran diferencia. Si al menos con ello llegases realmente a los dieciocho... No, ni así. Claro que... Bueno..., eso le libraría de la cárcel. Supongo que esa es la idea..., después de todo no habrá rastro de ilegalidad una vez que estéis casados, ¿no?.
Me había preparado a conciencia, cierto... pero... se ve que Jessica Stanley y su irritante capacidad de inventiva eran capaces de superar cualquier expectativa –resoplé liberando parte de la frustración y el enfado que sentía acumulándose en mi interior–. Jess era tan absurda a veces. Y tan obstinadamente obtusa cuando se le metía algo entre ceja y ceja que, si ahora mismo le dijese que me lo había pensado mejor y aplazaría la boda otros seis meses más, y siempre y cuando nadie le abriese los ojos cuadrando las fechas por ella, seguramente seguiría sosteniendo que planeaba casarme para evitarle problemas con la justicia a Jake por embarazar a una menor durante al menos el resto del día antes de darse cuenta del sin sentido; puesto que ¿no debería hacerlo antes de los nueve meses de rigor?
Normalmente era fácil ignorarla cuando divagaba toda suerte de disparates, –sospecho que, a excepción de Lauren, hoy ausente, todos solían hacerlo alguna que otra vez– pero esto era un tema demasiado delicado como para dejarla ir muy lejos. Dios sabe la bola descontrolada que podía formar y, lo que es peor, el daño que podría llegar a causar cuando la hiciese "rodar" fuera de aquella mesa; donde todas las miradas decían: "Tú, ni caso".
- Entonces, ¿es cierto? –Intervino Mike con aire consternado, antes de que yo diese con las palabras adecuadas para defendernos eficazmente de tan dañinas especulaciones y de paso pararle bien parados los pies a "Doña lengua viperina".
Porque después de una diatriba como aquella, estaba claro que una sucinta explicación de mis dos grandes motivaciones no iba a ser suficiente.
- Lo de la boda, quiero decir. –Aclaró lanzando una corta mirada cargada de desprecio en dirección a Jess.
Seguía sin encontrar las palabras, así que aproveché la salida que él me brindaba.
- Sip. Me temo que tía Alice me arrastrará de tienda en tienda en cuanto finalicen las clases para elegir el traje de novia y renovar por completo mi vestuario –me ruboricé conforme hablaba, pues conociéndola eso incluiría visitar algunas tiendas de lencería provocativa para la noche de bodas y la posterior luna de miel–. Y eso sin contar los restaurantes, empresas de catering y demás comercios relacionados con la parafernalia propia de los preparativos de una boda. –Suspiré resignada. Al igual que mamá, yo nunca había compartido su pasión por los centros comerciales. Es más, para mí la expresión "ir de tiendas" era sinónimo de martirio, no de diversión.
- ¡Maldito Jacob Black! –Masculló– ¿No hay nada que pueda hacer para que cambies de opinión? –sugirió poniéndome ojitos y disparando la antigua voz de alarma en mi cabeza.
Al principio de conocernos y durante mucho, mucho tiempo después, Mike Newton, inasequible al desaliento y dando muestras evidentes de su incapacidad para asumir la solidez de nuestro noviazgo y conformarse con el papel de amigo –a pesar de ser testigo diario de lo bien que nos iba a Jake y a mí juntos–, o puede que precisamente alentado por el enorme reto que suponía separarnos... –nunca lo supe a ciencia cierta–, había estado tirándome los tejos sistemáticamente a la menor oportunidad. –Eso sí, siempre de forma encubierta cara a los demás bajo el aspecto de inocentes bromas.– Y ahora me salía con esto.
Trague disimuladamente en seco sin poder evitar cuestionarme si lo diría en serio o no. Hacía más de un año que debería saber que no tenía nada que hacer y aún así..., ¿todavía albergaba alguna funesta esperanza?
Taylor acudió en mi rescate y convirtió una situación algo incomoda en una altamente jocosa.
- Ni lo sueñes Newton. Aunque Jacob Black no existiese... –y dejando la frase inconclusa se puso de pie para señalarse de pies a cabeza poniendo una pose sexy. Y guiñándome descaradamente un ojo remató su ilustración con un sonoro beso al aire.– A que sí, nena. Anda, díselo.
- Que pena me dais los dos. –Terció Eric, rodeándome los hombros con un brazo en un remedo de una pose posesiva.– Todo el mundo sabe que la segunda opción de Nessie soy yo. –Adoptó un aire teatral de fatalidad y agregó mirándome a los ojos.– Lo siento pequeña, pero creo que ya es hora de que gritemos al mundo entero nuestro amor imposible y la pasión frustrada que nos une.
Puse los ojos en blanco, igual que Jessica, mientras los tres comenzaban a fingir una pelea de boxeo a tres bandas lanzando y encajando amagos de puñetazos.
- Críos –sentenció ella antes de volver a la carga.– No, en serio. Si no estas embarazada... entonces ¿a que viene tanta prisa?
- ¡Jess! No empieces de nuevo con eso –le recriminó Angela con suavidad.
Ben no dijo nada, pero me di cuenta de que dejó de prestarles atención a los chicos para fulminarla con la mirada.
Y yo... Yo me mordí el labio antes de responderle con lo único que tenía, la verdad. No esperaba que lo comprendiesen, y desde luego no les culparía si me tachaban de loca. Pocos podrían estar tan seguros como Jake y yo de que nuestros respectivos sentimientos no sólo no cambiarían drásticamente sino que ni tan siquiera menguarían un ápice con el discurrir de los años. Esa era la gloriosa virtud mágica de la imprimación.
- Jake y yo nos queremos lo suficiente y –ahora venía la parte más difícil de pronunciar en voz alta– como el estado de mamá se esta agravando... –Inspiré hondo.– Ambos deseamos que ella este presente en nuestra boda, eso es todo –concluí a toda prisa. Expulsando las palabras junto con el aire de mis pulmones.
Angela y Ben se estiraron por encima de la mesa para apretar mis manos en señal de apoyo y relativa comprensión. Algo que les agradecí en el alma.
En cambio, la tercera persona ante la que acababa de desnudar mi alma se limitó a murmurar escéptica mientras analizaba mi vientre plano:
- ¿Sabes qué? Deberías adelantar la fecha si es que pretendes hacerlo pasar por sietemesino.
No suspiré molesta. Tampoco gruñí enfadada... No. Que va. El sentimiento que me dominó era mucho más fuerte que eso. Estaba simple y llanamente furiosa.
- ¡No estoy embarazada! ¡Por amor de... Ni siquiera me ha tocado aún, Jess! –Rugí con vehemencia.
Apenas escupí las palabras me arrepentí de haberlas pronunciado. Y no sólo porque no fuese asunto suyo.
El ambiente cambió drásticamente en el comedor. Fue como si el aire se volviese más pesado... Y tanto el forcejeo juguetón de los chicos como las conversaciones de las mesas de alrededor cesaron.
«Oh, ok. Demasiado tarde y demasiado alto –me dije a mí misma. »
Hundí la barbilla en el pecho y clavé la vista en el suelo para no morir de vergüenza al toparme con alguno de todos aquellos pares de ojos, que notaba taladrándome desde todas direcciones. Iba a ser bastante duro aguantar el tipo hasta que todos –bueno, casi todos– volviesen a sus asuntos o sonase el aviso para la siguiente clase, pero yo solita me lo había buscado y desde luego salir corriendo solamente empeoraría las cosas.
« Relájate y disfruta, nena. Los próximos nueve meses van a ser muy, pero que muy largos. –Rezongué para mis adentros.– ¡Maldita sea! ¿Por qué no pudiste mantener la boquita cerrada hasta un par de semanas antes? »
La respuesta a esa pregunta hace algo más de un cuarto de hora, cuando mi compromiso todavía se me antojaba salido de un cuento de hadas y no de una pesadilla, habría sido algo así como que necesitaba gritarlo al mundo y compartir mi dicha y mis ilusiones... o cualquier otra cursilada parecida... En cambio ahora se resumía en seis palabras: "Porque eres idiota, Ness. Por eso".
A pesar de todo, al recurrir al infantil mecanismo de pensar en un momento feliz para evadirme de la incomodidad de este, lo primero que vi fue a Jake colocándome con "manos de trapo" la sencilla pulserita de cuero trenzado, el equivalente Quileutte a un anillo de pedida, diciéndo con voz dulce y contenida: Kwop Kilawtley *
Cierto, no todo iba a ser de color de rosa y quizá fuésemos demasiado jóvenes y todo eso pero... no me arrepentía de haber aceptado convertirme en la señora de Black.
«Renesmee Cullen Black –Corregí en mi mente. Pretendía conservar mi apellido, por supuesto. »
JAKE POV
Hoy hacía un día bastante caluroso. Casi, casi veraniego diría yo... aunque claramente mil veces mejor.
Entrelace las manos y me estiré perezosamente como un gato.
Y era mejor a causa del gran inconveniente de la época estival: Nunca podíamos disfrutar de un día de playa así sin tener de paso que soportar a los dichosos turistas. En cambio hoy la teníamos para nosotros tres solitos. Claro que, por el contrario, también gozábamos entonces de una ventaja: A nadie parecía importarle que fuésemos por ahí con sólo unos raídos pantalones...
Sip. Se estaba de maravilla allí tumbado sobre la cálida arena... sin nada que hacer...
Una rápida ojeada a la posición del sol me indicó que ese ya no era mi caso. Realmente había perdido la noción del tiempo.
- Ups... Se me hace tarde. –Alegué poniéndome en pie de un salto.
- ¿Hora de ir a por tu prometida? –Inquirió alegremente Quil.
"Tu prometida"... Las palabras volvieron a sonar en mi mente con toda su contundencia.
« Prometida –Volvía a repetir para mí mismo, como si necesitase hacerlo para estar seguro de que era verdad. »
- ¿Sabes...? Aún me resulta raro pensar en ella en esa forma. –Dije poniendo una inequívoca sonrisa satisfecha en mis labios al concluir.
La expresión de Quil cambió. Su repentina seriedad ofrecía un enorme contraste con mi aire risueño.
- Jake... esto... –paseó la mirada inquieta de mí al horizonte; y del horizonte a mí de nuevo– ¿Estas seguro de querer seguir adelante con eso?
- ¿Y tú? ¿Estas seguro de querer esperarla? –Pregunté a mi vez señalando con la barbilla a la niñita de tres años que jugaba un poco más allá con unas de esas construcciones de bloques de madera pintados de vivos colores.
- Ok. Tocado y hundido. Perdona Jake.
- No pasa nada, colega. Es normal. A veces yo tampoco entiendo lo que te pasa por la chaveta. –Contesté encogiéndome de hombros y mirando de nuevo a la niña.– Pero lo intuyo –murmuré dedicándole mi mejor sonrisa cuando alzó la carita y se me quedó mirando.– Va a ser toda una belleza. Prepárate, te van a llover los competidores.
Quil no dijo nada y a mí realmente se me estaba haciendo tarde, así que me giré y eché a andar.
- Jake, tráete a Nessie después ¿vale?
- Sí, sí –gorjeo Claire batiendo palmas.– Tito Yei tae tita Ne –y lanzó un cubito azul en mi dirección con todas sus fuerzas.
- Claro –respondí a ambos, desandando mis pasos para recoger la pieza y entregársela a mi amigo.
La niña gateó a mi encuentro y se abrazó a mi pierna.
- Claire quiere. Claire quiere –cacareo tirandome del pantalón.
Me incliné y le ofrecí la madera en la palma abierta.
- No, no – rechazó con genio– Tita Ne. Claire quiere Ne y Quil.
Este se acuclilló y trató de razonar con ella.
- Hey, linda. Cuanto antes dejemos marchar a tío Jake antes estará aquí la tía Nessie.
La pequeña pareció pensárselo durante un momento y luego le tendió los bracitos.
Oportunidad que aproveché para hacer mutis por el foro, dejando caer el bloque allí mismo.
No me extrañaba nada que la aclamasen. Nessie parecía desplegar una magia especial con los niños, y Claire en concreto nunca estaba tan tranquilita como con ella. Era una autentica delicia verla jugando al cucú, o soplándole la barriguita hasta que la carita de la niña se ponía de un rojo encendido de tanto reírse..., pero esa magia se acentuaba aún más a la hora de la siesta. Con Quil siempre resultaba una guerra viva. En cambio, si la encargada de dormirla era mi amor, la chiquilla se acurrucaba entre sus brazos mansamente y en un periquete estaba roque.
- De lo único que no estoy seguro es de la segunda ceremonia. –Grité sobre mi hombro sin detenerme.
Los familiares de Nessie, ya fuesen consanguíneos o de corazón, pertenecían a dos mundos distintos con costumbres y culturas totalmente diferentes... Ella en sí misma –su personalidad, su esencia espiritual...– provenía de una mezcla de ambas con todo lo que eso implicaba. Por lo tanto, y tras hablarlo bastante, decidimos celebrar dos ceremonias: El intimo y sencillo rito tradicional de la tribu y "el de los rostros pálidos"; un bodorrio por todo lo alto organizado por una tía suya y al que invitaríamos a todo el mundo.
*Quédate conmigo (junto a mí) para siempre.
N/A: Ok últimamente estoy escribiendo a base de fuerza de voluntad y de robar tiempo de donde puedo... pero se vé que "el de ahí arriba" quiere volver a ponermelo dificil, es como si no le gustase que publique seguido, y ahora estropeo mi ordenador habitual... intentaré seguir como pueda pero... si me tardo recuerden que toda la culpa no es mía... ahora me será mucho más dificil conectarme.
Y a las historias que leo y tengo pendientes... Uff que faena!!
viernes, 25 de marzo de 2011
Como la crema y la canela - Cap 13 - Milagros ( 2ª Parte)
¡Sorpresa! Mony y Aroa sé que os dije que no lo lograría... pero porfíe y aquí está. Uff me costo encajar la intervención de Sue pero lo logré. Quisé usar mi propia definición de la imprimación y que saliese de su boca XDD. Además batí mi record... este es el capítulo más largo con diferencia que he escrito de esta historia hasta el momento (8 páginas de Word)
CAPÍTULO 13 – MILAGROS (2ª PARTE)
NESSIE POV
No me lo podía creer. A duras penas pude contener el impulso de frotarme los ojos. En vez de eso intercambie una mirada –la mía incrédula, la suya exultante– con mi madre, situada a mi lado, antes de volver a pasearlos por mi nueva habitación.
Había una cama de verdad: con un colchón de apariencia muy cómoda y una encantadora colcha de esas confeccionadas a base de coser entre si cuadritos de similar tejido con diferentes estampados, un ropero de madera con dos puertas y una luna central, una mesilla de noche a juego con el ropero, una silla y un pequeño escritorio con un buen flexo encima... Pero lo que más me gustaba era la ventana: con sus cortinas de encaje tan fino que dejaban pasar toda la luz del exterior, por escasa que fuese, amen de una hermosa vista del bosque; que de tan próximo parecía el patio trasero de la casa.
- ¿Te gusta?
- La colcha la hice en mi juventud. Fue mi practica antes de añadir mi cuadrado a la familiar. Algún día te enseñaré para que puedas añadir el tuyo, como hizo tu madre, siguiendo la ancestral tradición que inició mi bisabuela... Si quieres, claro.
Sus voces a mis espaldas, más dulces de lo que las había oído jamás –y no es que las hubiese oído mucho– dirigiéndose directamente a mí... Las beatificas sonrisas de sus rostros al recibirme... El cambio de ubicación en aquella casa... El olor a nuevo que desprendían los muebles... La aparente aceptación en el instituto de Forks... La fiesta anunciada por Jake... Haber recobrado mi guardapelo; que parecía palpitar como un diminuto corazón de verdad sobre mi pecho mientras sus dedos rozaban la parte posterior de mi cuello, haciendo estremecerse cada fibra de mi ser, en mitad de la pelea que entablaban con el cierre de la cadenita...
¿Se habría estrellado el avión y esta era mi particular versión del cielo?
No. Si fuese así, Jake ya me habría besado.
Por un segundo volví a experimentar la increíble sensación que produjo su dedo sobre mis labios. Nunca creí posible amar tanto a alguien como le amaba a él. Jamás imaginé que un gesto tan simple y carente de importancia pudiese detener y hacer volar al mismo tiempo a un corazón.
Y una vez más me sentí morir por no ser capaz de confesarle lo que sentía por él.
Sacudí la cabeza como si con eso pudiese lograr que mi pesar se esfumase como el humo, y sin volverme pregunté:
- ¿Por qué?
Esa simple pregunta encerraba en realidad muchas otras bastante más elaboradas, y no todas dirigidas a ellos precisamente:
¿Por qué ese cambio de actitud? ¿Acaso les importaba lo que yo pensase o sintiese? ¿Quería eso decir que ahora me querían?... Y si era así, ¿cómo se había producido tal milagro? ¿Por qué Jake no me besó? ¿Realmente me habría gustado que lo hiciese? ¿Habría sabido corresponderle... o le decepcionaría? ¿Por qué no podía amarme? ¿Por qué lo hacía yo?... todas las cuestiones que atormentaban sin cesar a mi alma quedaron comprimidas y reflejadas en ese ¿Por qué?
Me sorprendió obtener algunas respuestas. Supongo que en realidad no las esperaba.
- Nessie, ¿podrías perdonar a un viejo tonto? –Su mano grande y callosa descansó pesadamente en mi hombro– Me han hecho comprender que por culpa del orgullo y los estúpidos prejuicios me he perdido demasiadas cosas que jamás recuperaré... que seguía haciéndolo. Y lo que es peor... obligaba ha mi esposa a seguir mis pasos y sufrir las consecuencias en silencio...
No fue premeditado, solamente seguí un impulso y apoye la mejilla sobre esa mano; la misma mano que la golpease hace unos días.
- Lo siento, pequeña. De veras que lo siento mucho. –Susurró moviendo los dedos en un gesto de caricia. Sin duda había recordado lo mismo que yo.
No rehuí el contacto, pero tampoco dije nada. Quizá eso fuese lo que produjo su quedo sollozo... quizá ya estaba a punto de salir de todos modos... En cualquier caso ese sonido, tan discordante con su apariencia habitual de roca viviente, habría derretido el más denso hielo de cualquier corazón; y teniendo en cuenta que el mío ya estaba abierto...
Cerré los ojos para retener mi propio llanto y, girándome bruscamente, me hundí entre sus brazos.
... Nunca he sido una persona rencorosa. No esta en mi carácter. Supongo que se podría decir que es una de mis carencias... para algunos un defecto para otros una virtud.
- No llores abuelo –Balbuceé al tiempo que otros brazos nos rodeaban a ambos.
- Oh, Ness. Como deseaba poder llamarte nieta. –Llorisqueó mi abuela contra mi pelo.
- ¿Crees qué es demasiado tarde para ejercer de abuelo sobre protector y tener unas palabritas con Jacob Black acerca de sus intenciones para contigo? –Inquirió el anciano ganándose un coro de risas por el tono de niño pequeño que utilizó– Anda ve. Te esta esperando fuera, ¿recuerdas?
Mamá, con lágrimas en los ojos y una brillante sonrisa en los labios, contemplaba la escena manteniéndose un poco al margen.
- Sí. Creo que deberías salir antes de que le de algo, cielo. Desde aquí puedo oírle patear el suelo de impaciencia. –Bromeó.
- Pensaba dártelo dentro de unos días, por tu dieciséis cumpleaños... –Dijo mi abuela, envolviéndome en un precioso chal que saco del armario– pero pronto refrescara, y como además no habrá muchas ocasiones especiales para que lo estrenes...– Añadió plantándome un sonoro beso en la frente.
- Ya, ya Selma –Carraspeo mi abuelo conduciéndola suavemente fuera de la habitación.
Estaba nerviosa cuando emprendimos la marcha a través de los árboles colina arriba; sin embargo descubrí que eso no era nada en comparación con la ansiedad que me produjo divisar la reunión alrededor de la gran fogata. Esperaba a Billy, sí. También a Sam, Seth y un par de chicos con sus respectivas novias... nada más. Nadie me había preparado para tanta gente y menos aún para el consejo en pleno.
Suspiré un tanto angustiada y me arrope mejor con el cálido chal, dándome cuenta de que mi abuela lo intentó a su manera. Y por primera vez me pregunté el simbolismo que encerrarían las figuras que componían sus intrincados dibujos, y qué tan especial sería aquella ocasión en realidad; Eso suscitó nuevas dudas.
- Jacob..., –tiré de su mano reteniéndolo– ¿ estas seguro de que yo...?
- No te me pongas blandengue ahora. –Me interrumpió.– Todo esto es por tí –añadió indicando el círculo de personas con el dorso de la mano– todos están ahí reunidos por tí... y por mí –Sus tres últimas palabras, apenas audibles, despejaron mis dudas mientras creía reconocer a Leah en mitad del grupo.
Sí, sin duda era él y no yo quien les motivaba. Por mucho que todo pareciese haber cambiado respecto a mí, no me cabía en la cabeza que fuese hasta ese punto y sin embargo...
- Mira, tú sólo procura no quedarte mirando a la prometida de Sam. –Me previno– Esto... a él no le agrada. –Asentí, había oído lo de su terrible encuentro con un oso.– Por lo demás ya veras como todo marcha como la seda.
- Ah. Ya era hora. ¡Aquí están! ¡Aquí están! –Gritó alguien con lo que parecía genuino entusiasmo; y me deje arrastrar de nuevo hacía delante.
Una parte de mí deseando hacerlo y acabar cuanto antes; la otra –aquella que se sentía como un cordero camino del matadero– desasirse y huir lejos.
- Estos son Paul y mi hermana, Rachel. –Presentó apresuradamente mientas nos sentábamos. Seguía sin soltarme la mano, tal vez temeroso de lo que leía en mis ojos.
El parecido entre hermanos era evidente. Ambos tenían la misma sonrisa: Franca y fascinadora.
- Ya conoces a Seth.
El aludido me saludó desde el otro lado de la hoguera alzando una mano y agitándola una sola vez. Entre sus brazos y acomodada contra su hombro estaba una chica de mirada vivaz y melena corta y lacia, en esos momentos teñida de un tono rojizo que resultaba tremendamente favorecedor en ella.
- Ella es su novia, Aroa. –Prosiguió Jake.
Más tarde, cuando la conocí mejor, descubrí que era una chica muy inteligente, libre de prejuicios preconcebidos y con un gran afán por adquirir conocimientos; ahora simplemente me pareció agradable y educada.
JAKE POV
No estaba muy seguro de cómo llevar a cabo mi decisión, pero sí de que ni quería ni podía retrasarlo más. –máxime después del "duelo" de miradas que mantuve esta tarde con Newton– ¿Y que mejor ayuda podría buscar que una reunión del consejo? Primero dejaría que escuchase las historias... que su veracidad calase en su mente haciéndome parte del trabajo y después... Después ya veríamos.
Tal vez tuviese que perseguirla colina abajo... Siendo realistas no creo que se ponga a saltar de entusiasmo pidiéndome una demostración de cómo entramos en fase... Nop. No podía esperar que resultase tan sencillo. Sobre todo oliendo su miedo cuando todavía no hemos introducido el factor sobrenatural en la ecuación.
Pese a las caras sonrientes y los saludos amables era imposible no notar como se tensaba con cada presentación.
Comencé por los más cercanos, mi hermana y Paul; decantándome a continuación por alguien conocido, Seth y por ende su novia, Aroa. Luego... bueno..., luego lo siguieron haciendo ellos mismos: Jared y Kin, Embry y Sara, Quil, Sam y Emily. Emily incluso se levantó para besarla en la mejilla... Leah en cambio simplemente inclinó la cabeza. –No me sorprendió verla de nuevo en la manada; la curiosidad es un poderoso acicate– Brady y Lacey, Collin y la pequeña Jodi...
... Y por último, Billy se encargó de las presentaciones más oficiales: El viejo Quil y Sue.
Fue un alivio comprobar que se relajaba conforme transcurría la velada. Tanto como para bromear con las chicas sobre cual de nosotros explotaría primero. Al fin podía vernos como un grupo de amigos.
- En serio, Jake. ¿Dónde metéis toda esa comida? –Cuchicheó al verme zamparme como si nada el decimoquinto perrito caliente, y hundir de nuevo la mano en la bolsa casi vacía de patatas fritas que supuestamente compartía con ella. Una extra grande tamaño familiar. Y digo supuestamente porque dudo seriamente de que hubiese comido más de diez antes de rehusar sistemáticamente todos mis ofrecimientos.
- La quemamos enseguida –repliqué soltando una verdad como un templo a sabiendas de que sonaría a broma–. Cosa del metabolismo, supongo.
- Ya –Suspiró disimulando el sarcasmo–, ¿y de cuantos kilómetros diarios?
Algo cambió en el ambiente. Hubo una especie de cambio de presión en el aire y todas las conversaciones de alrededor cesaron. El fuego chisporroteo y lanzó cientos de pavesas mientras un tronco cedía provocando un pequeño derrumbe. El momento había llegado. Ya no había vuelta atrás.
Me incorporé con un ágil salto, abandonando mi cómoda posición recostado contra sus piernas, para acomodarme a su lado y susurrarle al oído:
- Ness, técnicamente esto es una reunión del consejo. Sabemos que conoces las leyendas de la tribu pero... creemos que ha llegado la hora de que las comprendas de verdad.
Antes de que ella pudiese decir nada, Billy se aclaró la garganta y comenzó el relato con voz grave y solemne.
A aquellas alturas ya había presenciado muchas veces aquella especie de ceremonial de iniciación de la sociedad más secreta de La Push: El mío propio..., el de cada nuevo miembro de la manada..., los de sus respectivas imprimaciones...
Siempre se repetía palabra por palabra con una precisión absoluta, como si el orador de turno retrocediese en el tiempo a la primera vez que recitó su parte y nos transportase con él... –Primero papá contaba la historia de los espíritus guerreros dando paso a continuación al viejo Quil, quien a su vez narraba el sacrificio de la tercera esposa y cómo y por qué se perpetuaron las transformaciones hasta nuestros días–. Y sin embargo en esta ocasión me parecía escucharlo y vivirlo todo por primera vez.
Puede que estar tan al pendiente de las reacciones de mi niña produjese tal grado de empatía. En cualquier caso me tensé y siseé cada vez que ella lo hizo, con la misma sincronía que lo haría su "yo" del espejo.
Solamente nos desvinculamos durante el estremecimiento que sacudió nuestros cuerpos cuando la historia de la tercera esposa alcanzó su punto culminante; aquel donde Billy mostraba la bolsita que contenía las cenizas del "primer frío". El suyo provenía del intenso escalofrío de enfrentarse a una prueba de la existencia de tan tremendos monstruos; el mío del calor abrasador que siempre desprende el espíritu lobo al despertar presto para enfrentarlos en combate.
- ...Durante un tiempo la magia cesó, pues ya no era necesario recurrir a los espíritus lobo. Pero de nuevo los fríos campan a sus anchas por estas tierras con demasiada frecuencia, y una nueva generación de la hermandad de protectores se vio forzada a resurgir formando una numerosa manada; la mayor de la historia –recitó el abuelo de Quil llegando al consabido final, con sus penetrantes ojos negros, medio ocultos en la intrincada red de arrugas que le surcaban el rostro, clavados en mi Ness; que permaneció muda y estática.– Y así los hijos de la tribu otra vez cargan con la responsabilidad y comparten el sacrificio que sus padres soportaron antes que ellos. –Concluyó sin desviar la mirada de la blanca estatua de sal en la que parecía haberse convertido mi acompañante.
- Nunca la he experimentado por mí misma, aunque a lo largo de estos últimos años las he observado e incluso "padecido" muy de cerca –intervino Sue, sorprendiéndonos a todos con un emotivo e inesperado añadido sobre la imprimación–. Doy por sentado que cada imprimada lo vivirá de un modo diferente –y al decirlo barrió con la mirada a todas las chicas presentes incluida Nessie– pero sin duda no es una atadura, como dicen algunas por ahí –y miró con amargura a su hija– Ni una maldición, a pesar de los pesares –y esta vez sonrió con gran afecto a Sam y Emily–. Para mí es la certeza absoluta de estar con la otra mitad de tu alma... como si dentro de cada ser pusiesen la mitad de algo y ese algo se activase al verse, al reconocerse mutuamente...
Hubo un murmullo general de voces femeninas aprobando en términos generales aquella descripción. Mis oídos sólo registraron una. La única que se mantuvo al margen.
- Entonces..., todo era cierto... –musitó para sí misma la luz de mi vida, con la mirada perdida en la danza de las llamas.– Estoy rodeada de los descendientes vivos de la magia y la leyenda...
- Nessie, no somos monstruos. Yo... yo quiero seguir siendo para ti el mismo chico de siempre aunque sepas todo esto– murmuré con suavidad mientras me incorporaba a cámara superlenta, temeroso de espantarla.– Ness... –supliqué con la voz y la mirada, tendiéndole una mano.– Ven a dar una paseo conmigo. Por favor. No me tengas miedo. Por favor...
Parpadeó como si despertase súbitamente de un sueño, y luego sonrió con timidez al enfocarme.
- ¿Miedo? –Preguntó extrañada.– Sí. Supongo que debería –sus ojos viajaron a mi mano–. Eso sería lo sensato, ¿no? –razonó tomándola sin reservas y usándola de apoyo para alzarse del suelo–. Me temo que no lo soy– suspiró encogiéndose de hombros y manteniendo reconfortantemente unida su mano a la mía.
Durante un buen rato no hablamos, aunque no fue necesariamente un silencio incomodo. Simplemente deambulamos un par de metros antes de que ella se sentase en un árbol caído, invitándome a acompañarla. Desde aquella posición no veíamos ni éramos vistos, tan sólo nos llegaban los apagados murmullos cacofónicos de las animadas conversaciones que tenían lugar alrededor de los rescoldos. –Bueno..., serían apagados para alguien que no gozase de mi capacidad auditiva sobrenatural..., pero como no les prestaba atención...
Había muchas cosas que decir... no obstante juzgué más prudente callar y esperar a que ella terminase de tomarle el pulso a la situación. Al fin y al cabo se lo estaba tomando increíblemente bien. Dejaría que ella marcase el ritmo a partir de ahora.
- Jake
- ¿Sí?
- Todas esas chicas... –dudó. Y yo incliné la cabeza y alcé una ceja. Un gesto mudo para animarla a hablar sin llegar a presionarla para que lo hiciese. Presentía cual sería su pregunta y siendo justos ansiaba que formulase la que por lógica la seguiría.– ¿son sus imprimaciones?
- Ajá. Faltaba Claire. Ella es demasiado... –Ups. Me di cuenta a tiempo. Dejaríamos esa bomba para otra ocasión. Ya teníamos de sobra encima– La "chica" de Quil no ha podido asistir;pero sip, todos los chicos están imprimados –contesté con suavidad, refrenando mi impulso de centrar la conversación en mi caso. Quería que fuese ella y no yo quien lo hiciese.
- Tú... –contuve el aliento mientras se mordía el labio presa de la inseguridad.– Tú, ¿también? –Inquirió al fin.
El aire escapó de mis pulmones produciendo un prolongado suspiró. No sé como sonó eso a sus oídos, a los míos fue el sonido de la inminente liberación... y sumergiéndome en su cálida mirada comencé el recorrido que tanto temía y ansiaba. Por mucho que dijese Emily, no había garantías de éxito. Nadie puede prever si el miedo y la aversión pueden ganarle la partida a la imprimación... Tal vez esta fuera la gota que colmase su medida de tolerancia hacía lo que yo soy por siempre jamás...
- Sí. Fui el último, si excluimos a Leah, la primera mujer lobo, así que todos incluido yo mismo pensábamos que sería la excepción... hasta que al fin llegó ELLA.
La sonrisa que había ido apoderándose de mis facciones conforme iba ganado confianza se esfumó.
- ¿Te encuentras mal? Estas muy pálida Ness. –Me obligué a preguntar y actuar como si mi corazón no estuviese a punto de saltar en mil pedazos.
- Sí. No es nada. Supongo que estoy cansada; eso es todo. Demasiadas emociones para un solo día.
Trató de acompañar la última frase con una sonrisa pero fracasó. De todos modos habría resultado un gesto inútil, puesto que seguía lívida y sus ojos delataban el sufrimiento que padecía... –Más tarde me confesaría que estaba recordando y dando por ciertas las palabras que tiempo atrás le dedico Leah: "Olvídalo. Ninguno de esos "Adonis" se fijaría en ti"– Y entonces –estúpido de mí– lo comprendí. Comprendí cuan torpe había sido y el sin sentido de mis miedos.
- ELLA eres tú, Ness. –Muy consciente de que nadie la había besado antes, me había ido inclinando muy despacito; colocando ambas manos sobre sus mejillas arreboladas de forma que si se sentía abrumada pudiese zafarse con facilidad.
No lo hizo. Ni siquiera cuando me detuve a menos de un milímetro de sus labios... En cambio cerró los ojos concediéndome el explicito consentimiento que necesitaba, y al fin la besé.
Comencé con mesura. Apenas un roce de los labios... luego, poco a poco, me fui apropiando de los suyos hasta terminar devorándolos como si ansiase robarle la vida por medio de la fusión de nuestras bocas. La mía insaciable, la suya una alumna aplicada que imitaba casi a la perfección a su maestra. Me costó un mundo, y aunque no estoy muy seguro del todo, creo que más o menos logré mantener mi propósito inicial: retener a mi lengua en su propia cavidad hasta la lección numero dos.
- Jake, –Jadeó visiblemente mareada– el gran lobo rojizo del día que nos conocimos..., el que persiguió el coche el día que me fui..., ¿eras tú?
- Sip. –Confesé pelin avergonzado, y no obstante dichoso de que hubiese hecho la conexión, mientras jugueteaba con uno de sus bucles.
- Serías el sueño dorado de cualquier peletero. –Bromeó rozando mi mejilla con el dorso de la mano.
A ambos nos sorprendió mi alegre carcajada.
- Me conformaría con ocupar los tuyos de vez en cuando –susurré sugerente contra la nívea piel de su cuello; después de abandonar la palma de aquella mano, donde deposite un tierno beso.
- Te basta si te digo que opino exactamente igual que Sue Clearwater... –musitó con un ronroneante hilillo de voz, convirtiéndome en el hombre más feliz del universo.– Se podría decir que me ha robado las palabras de la boca. –Gimió.
- Sí. Me basta. –La caricia de mis labios subió hasta su oído– Por ahora. –Puntualicé. Y me dispuse a impartir la siguiente lección.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Como la crema y la canela - Cap 12 - Milagros (1ª Parte)
CAPÍTULO 12 – MILAGROS (1ª PARTE)
NESSIE POV
En los días siguientes –por más que trataba de no regodearme en la autocompasión, y por más que mi familia se esforzase por evitarlo– la depresión me fue envolviendo hasta atraparme firmemente entre sus huesudas garras, hundiéndome lenta e inexorablemente en su guarida: un oscuro pozo sin fondo.
Apenas conseguía dormir un par de horas, razón por la que unas profundas ojeras comenzaron a tatuarse en mi rostro. Lo cual acentuaba aún más mi blancura natural y mi actual aspecto demacrado, rallando en lo enfermizo; pues mi estómago también dejó de admitir los pocos alimentos sólidos que ingería a regañadientes, y la progresiva perdida de peso era cada vez más patente...
Por supuesto que esto se debía en gran medida a mi nostalgia por Jake; pero también a que, sin su radiante optimismo, volvía a torturarme a todas horas la perdida de mi madre. Y es que, Jacob Black era el potente sol que mantenía alejadas las sombras de la desesperación, difuminándolas con sus luminosos rayos... El estoico faro que guiaba hasta un puerto seguro a mi frágil embarcación a través de la espesa niebla del pesimismo.
Sin embargo, un par de noches después, mis desvelos fueron fruto de los nervios por aquel nuevo comienzo.
Mamá me dio la noticia de nuestro regreso justo cuando creía que ya no podría soportar ni un minuto más de vida lejos de su persona... Cuando hasta respirar se había vuelto ya una agonía, y necesitaba obligarme a ello... Pero insistió en que antes tenía que recuperarme un poco.
Eso no fue problema. El hambre y el sueño volvieron acompañados de las ganas de vivir, y ahora nadie reconocería los estragos del sufrimiento; al menos nadie que no me conociese de antes.
Apenas podía creer lo deprisa que lo habían solucionado todo en mi ausencia, de modo que mañana mismo comenzaría mis clases en el instituto de Forks... Y aunque no terminaban de convencerme los motivos esgrimidos por los que debíamos alojamos aquella primera noche en casa de Charlie Swan en vez de bajar a la reserva..., a pesar de que me moría de ganas de seguir camino adelante –tanto que hasta el último segundo no renuncié a la esperanza de ver aparecer la misma destartalada furgoneta que nos recogió la vez anterior o la de Sam, en lugar del coche patrulla–, no puse ninguna pega.
Finalmente el sueño debió vencerme, recitando para mí misma por enésima vez: «Un día más. Aguanta sólo un día más, Ness. »; puesto que, después de lo que me pareció un simple parpadeo, me tope con que la oscuridad reinante había cedido su puesto a las luces de un nuevo día.
Antes de vestirme y lanzarme escaleras abajo, comprobé que la ventana no mostraba precisamente una característica mañana de Forks –cuyos cielos encapotados parecían de plomo derretido–, sino que el sol combatía con fiereza contra las escasas nubes y sus raudos jirones, prometiendo evaporar a lo largo de la mañana los rastros del sereno aguacero nocturno que arrulló –sin conseguir por ello adormecerme– las primeras horas de mi vigilia.
Si tuviese que definir mi primer día de instituto con una sola palabra, esa palabra sería: "Surrealista". Lo fue tanto, que al terminar las clases me sentía encasillada en el típico cliché de las series para adolescentes. Solamente me faltaba quedar para una fiesta de pijamas.
Para empezar, un par de chicos, Eric y Mike, se acercaron con el propósito de presentarse bajo el pretexto de ayudarme a encontrar el edificio de mi próxima clase. Incluso el tal Mike se ofreció como guía permanente. Algo que rechacé diplomáticamente, después de agradecérselo con una sonrisa poco comprometedora.
Más tarde, Jessica Stanley se pegó a mí como una lapa; insistiendo en que la llamase Jess y en lo buenas amigas que seríamos. Lo dudaba. No teníamos nada en común. En realidad éramos como la noche y el día. Aquella chica era la clásica chismosa que espera su oportunidad para clavarte un puñal por la espalda, mientras despelleja a diestro y siniestro a cuantos la rodean, sin perder su hipócrita sonrisita amistosa...
Además, no había que ser muy lista para darse cuenta de las evidentes motivaciones que tenían sus atenciones para conmigo: Mi popularidad, espero que efímera, inherente al cargo de la "nueva" –un mal trago ineludible en cualquier parte– y Mike Newton. Se le iban los ojos tras de él... Mejor dicho, babeaba por él. Así pues, Jessica era de las que ponía en práctica el lema: "Ten a tus amigos cerca de ti, pero más aún a tus enemigos" O en este caso y visto a través de sus ojos, a tu rival. Si ella supiese...
Angela Weber, la chica con la que compartí la clase anterior al almuerzo, y que me acompañó hasta el comedor, era harina de otro costal. Ella era un alma pura y transparente, y desee fervientemente caerle bien durante el resto de nuestras vidas.
Su novio, Ben, era la replica perfecta en versión masculina; como pude comprobar durante la hora del almuerzo. Ambos me invitaron a sentarme con ellos, y pronto la mesa se vio invadida por el resto de mi improvisado sequito... Aunque en honor a la verdad, y a juzgar por las numerosas bromas que presencie y los temas de conversación que se desarrollaron, al margen de los estrictamente relacionados con mi persona, he de admitir que parecía ser algo bastante habitual.
Al termino de la jornada académica, y en vista de que no había ni rastro de quien quiera que fuese el encargado de recogerme y llevarme a casa de mis abuelos, me dispuse a esperarle en una de las mesas para picnics, diseminadas a lo largo del borde del aparcamiento. Allí me encontraron Ben, Angela, Mike y Jessica. Y allí me presentaron a dos integrantes más de la panda: Una chica bastante estirada llamada Lauren, y un jovial muchacho llamado Taylor.
Apenas presté atención a la animada conversación que mantenían a mi alrededor –algo sobre una acampada–, hasta que mencionaron mi nombre.
- Hey, Nessie. Sé que estaréis ocupadas con la mudanza y todo eso... Pero se me ocurre... ¿Qué tal si te vienes este fin de semana de excursión con nosotros? –Ofreció Mike.
- Sí. Será divertido. –Convino Angela.
- ¿A dónde? –Pregunté por simple cortesía. Desde luego no pensaba ir.
- Estupendo. –Murmuró cáusticamente Lauren mientras le lanzaba una miradita desaprobatoria a Mike, para luego cruzar otra bastante significativa con Jessica.
Taylor las ignoró. En realidad todos lo hicieron.
- Iremos a La Push. Es una reserva de indios nativos. –Aclaró innecesariamente. Aunque, por descontado, él no tenía forma de saberlo– Hay una bonita playa cerca del poblado.
- Tranquila, pequeña. –Terció Mike, interrumpiendo las explicaciones de su amigo con una estúpida broma.– No te arrancaran la cabellera. Yo te protegeré.
Mi sangre Quileutte ardió ofendida. Mi lado racional me pidió calma. Debía encajar para asegurar mi permanencia cerca de Jake..., esa era la clave de todo... Sin embargo, no pude contenerme y exploté.
- Lo sé Mike. Mi madre no va haciendo colección ni nada de eso. –Le espeté. Luego, ante sus ojos dilatados al máximo, y paseando la mirada sobre el resto de los presentes, proseguí– Yo tengo sangre Quileutte. He vivido un tiempo, y volveré a hacerlo, en esa reserva y... si eso es un problema para vosotros lo entenderé. Estoy más que acostumbrada: De hecho os ahorraré el trabajo de echarme de la mesa.
Ni siquiera pude hacer el intento de levantarme. Jessica se colgó de mi brazo y me zarandeo exigiendo saber como era aquello y si eran verdad los rumores que circulaban sobre que los chicos iban medio en cueros por ahí.
Sus ojos, brillantes de pura expectación, o quizá debería decir: repletos de morbosa curiosidad, me advirtieron del exhaustivo interrogatorio que se me venía encima. Sin embargo, yo los pasé por alto dejando también de prestar atención a su voz chillona; e incluso las sosegadas disculpas del chico cayeron en saco roto, ya que a sus espaldas y por encima de su hombro, me llamaron unos atentos, oscuros, ardientes, acogedores y sobre todo familiares ojos. Bajo ellos, relucía una amplía sonrisa satisfecha. La más hermosa que había visto jamás.
¿Cuánto llevaría allí observándome? ¿Cómo es que no había oído llegar la moto?
Necesitaría formularle la primera pregunta. En cuanto a la segunda... era obvio. Jake se apoyaba indolentemente sobre el capo de un coche. Un Volkswagen rojo.
- ¡Jake! –Grité. Y haciendo caso omiso del impulso homicida que despertó en mí el siguiente comentario de Jess –algo sobre "ese puede arrancarme lo que quiera"–, me la sacudí de encima para lanzarme directamente a sus brazos.
Jacob se apartó del coche –interceptándome a medio camino–, y alzándome en volandas giró una vuelta completa sobre sí mismo antes de depositarme en el suelo. Con los brazos extendidos, y mis manos entrelazadas con las suyas, retrocedió un paso para contemplarme de arriba abajo.
- ¿Has estado enferma, pequeña? –Inquirió tomando mi barbilla entre sus dedos para que no pudiese hurtar el rostro de su severo escrutinio–. Pareces más ligera.
- Hasta mañana –Dijeron al mismo tiempo Angela y su novio Ben, mientras alcanzaban a Jessica justo cuando llegaba a nuestro lado, enganchándola por los codos como si fuesen unas locomotoras con un vagón, y arrastrándola consigo para asegurarse de que no se detendría.
- Te veré mañana, Nessie. –Exclamó Mike, con cierto deje molesto en la voz, siguiéndoles de cerca.
- Veo que has hecho amigos. –Murmuró el hombre de mi vida; y por un momento creí ver en su mirada algo que no debería haber visto. Algo totalmente inesperado y fuera de lugar. Temor quizá..., ¿o puede que fuese rivalidad?
JAKE POV
No me sorprendió encontrarla tan acompañada. Tampoco su airada reacción ni su contundente replica –de sobra sabía cuan orgullosa se sentía de su mestizaje–. Lo que me dejó de una pieza fue constatar que, incluso enfadada, Nessie seguía siendo la personificación de la hermosura; y no sólo a mis ojos.
Los celos y la ira recorrieron mi cuerpo con la fuerza de un tsunami, contaminando mi alegría y dejándome un regusto amargo.
No había que ser lector de mentes para saber lo que cruzaba por las de aquellos "mocosos"... –yo mismo había pensado algo similar en alguna que otra ocasión–. Las miraditas que le dedicaban lo decían todo. Bueno..., salvo las se uno. Aquel chico sólo tenía ojos para la chica menuda y con gafas sentada a su lado. Ese era el único que me caía bien.
Suspiré y sonreí –orgulloso a mi pesar de la escena que contemplaba–. Para bien o para mal, no me había equivocado en mis predicciones: La aceptarían tal y como era.
- ¡Jake!
Su grito me apartó de tan "sesudas" reflexiones, ensanchando al máximo mi sonrisa. Y su carrera puso en movimiento a mi cuerpo, al mismo tiempo que mi pecho se inflamó de gozo al comprobar que la ansiedad de verse era mutua; que había dejado a todos plantados en cuanto sus ojos se posaron en mí, y que corría a mis brazos gritando mi nombre..., como tanto deseé desde el primer día que la vi.
Mi primera impresión se vio confirmada en cuanto la alcé en el aire. Estaba un poco más delgada. Trató de ocultar el rostro cuando se lo indiqué, pero no se lo permití. Ya había pasado demasiado tiempo sin contemplarlo más que en mis recuerdos y sueños. Deseaba volver a grabarlo en mis retinas casi tanto como temía encontrar en él más huellas de nuestra separación.
Sé que sus acompañantes, simples sombras para mí, pasaban a nuestro lado recitando despedidas... Podía sentir multitud de ojos sobre nosotros... Nada ni nadie podría importarme menos...
... hasta que los celos volvieron de la mano de cuatro palabras. Pero esta vez me golpearon como una bola de demolición.
- Te veré mañana, Nessie. –Exclamó el chico de los Newton, los dueños de la tienda de deportes, con tono posesivo.
- Veo que has hecho "amigos". –Murmuré, rodeando su cintura y atrayéndola con dulzura hacía mi costado, mientras hacía frente a la mirada desafiante del niñato en cuestión.
« Calma, Jake. Sabías que esto pasaría –me recordé– Solamente es un moscardón con demasiadas pretensiones. No puede arrebatártela, ¿o sí? »
Nessie me estaba mirando a mi y no a él. Mi brazo y mi cadera eran los que estaban en contacto con su cuerpo, no los suyos... Tales sensaciones me infundieron ánimos y alejaron mis repentinos temores; aunque no por eso bajaría la guardia.
- ¿Lista para tu fiesta de bienvenida? –Pregunté guiándola hasta el coche– Papá y los chicos nos están esperando..., pero antes pasaremos por tu casa. Creo que te esperan muchas sorpresas allá.
- ¿Los chicos...?
Silencie todas sus preguntas colocando mi dedo sobre sus lindos labios. Me habría encantado hacerlo con los míos.
« Tu cara no habría tenido precio, maldito fisgón. –Pensé viéndole remolonear unos cuantos pasos más adelante, comiéndosela todavía con los ojos. »
Desde luego ese no era el motivo por el que deseaba besarla, pero no puedo negar que le habría aclarado suficientemente la situación al muchacho.
Lamentablemente no era una opción viable. Todavía no.
- Mis amigos. Te dije que algún día te los presentaría. –Aclaré, volviendo a centrar toda mi atención en mi amor y en abrir la puerta para ella.– Y basta de preguntas. Ya me he ido demasiado de la lengua.
No conseguí relajar la tensión de mis músculos hasta que salimos a carretera abierta. Bueno... eso era más bien un decir, pues los de mi estómago siguieron jugándome bromitas cada vez que notaba sus disimuladas miradas –me alegra decir que altamente frecuentes–. Las detectaba todas; incluso las que solamente duraban la millonésima parte de un segundo.
- Se me olvidaba. Tengo algo para ti. –Anuncié iniciando las maniobras necesarias para hacernos a un lado y detener con total seguridad el vehículo en la cuneta.
En realidad no se me había olvidado. Simplemente quería saborear el momento de intimidad que esperaba compartir con ella sin que nada lo enturbiase –no sólo ahora sino cada vez que lo evocase–, y para eso era imprescindible que se diesen dos circunstancias: La obvia, estar a solas, y otra que cobró fuerza a cada segundo que permanecimos en aquel aparcamiento; diluir mi enfado por las pretensiones del hijo de los Newton.
Hurgué en mi bolsillo con dedos torpes mientras le pedía que cerrase los ojos. Lo cual hizo diligentemente.
Sostuve en alto el diminuto corazón ante ellos y le pedí que los abriese. Cuando lo hizo se le agrandaron tanto que parecieron dos profundos lagos de chocolate derretido.
- Oh, Jake. –Masculló cubriéndose la boca con ambas manos.
Después acercó una –visiblemente temblorosa– con el índice extendido. Lo hizo tan despacio que me dio la impresión de que esperaba atravesarlo como si de un espejismo se tratase.
- Lo encontraste. –Susurró en cuanto su dedo acarició la pequeña joya haciéndola oscilar al final de la cadena; confirmando mi idea.
- Te lo prometí, ¿no es cierto?. –Respondí sintiéndome una especie de héroe.
Había tenido que rastrear hasta las mismísimas afueras de Port Angeles en mi forma humana, puesto que un enorme lobo deambulando por la carretera habría llamado demasiado la atención –claro que, salvo el lugar donde lo hallé, me guardé todos esos datos para mí–. Y aunque en su día maldije no haberle pedido a alguno de los chicos que lo hiciese por mí... en este instante, viéndome reflejado en sus ojos, supe que fue la decisión acertada. Tenía que ser yo.
Correspondí a su radiante sonrisa con otra similar. Y entonces, como por arte de magia, –Dios, que rápida era– me encontré con sus brazos alrededor de mi cuello y su rostro enterrado contra mi hombro; que sofocó su gritito de alegría.
jueves, 10 de marzo de 2011
Como la crema y la canela - Cap 11 - Dolor y miedo
CAPÍTULO – 11 DOLOR Y MIEDO
NESSIE POV
Abrí los ojos lentamente. Me sentía desorientada. Había demasiada luz y... calor. Incluso parecía que el ambiente era anormalmente seco; casi podía percibir el aroma de las partículas del polvo desértico viajando en el aire. Cosa de mi imaginación, sin duda, que jugaba cruelmente con los recuerdos y sensaciones de mi vida anterior.
Me incorporé hasta quedar sentada en la cama. Una cama de verdad de la que, a poco que prestase atención a esos detalles, tampoco reconocería el suave tacto ni la fresca fragancia que desprendían sus sábanas... Y giré el rostro hacía la ventana abierta, antes de darme cuenta también de que no tendría que tener una... Sólo entonces, obligada a entrecerrar los ojos y apartar la mirada ante el ímpetu con que el sol entraba a raudales, y contemplando los dibujos que formaba sobre la colcha, lo reviví todo.
La tensión a nuestros regreso..., las estañas miradas que nos lanzaban mis abuelos, –más próximas al asombro y la admiración que a la aversión–... Las prisas de mamá preparando nuestros equipajes..., su negativa a responder a cualquiera de mis preguntas, contándome solamente lo que, según su propia definición, necesitaba saber por el momento...
... Al parecer, los ancianos le habían arrancado la promesa de que volveríamos antes de que Sam se brindase a llevarnos, rallando el amanecer, hasta Port Angeles. Mamá les había pedido un poco de tiempo para asimilar todos los acuerdos a los que habían llegado en nuestra ausencia, y tras unas cuantas apresuradas llamadas: a los aeropuertos y a tía Alice; a media mañana del día siguiente, y gracias a las malditas cancelaciones de última hora, tomaríamos un avión de regreso a Phoenix.
Ni que decir tiene que me pasé toda esa noche en vela. Simplemente me tendí vestida sobre mi jergón, con la mirada fija en el pequeño rectángulo de cielo que me mostraba la claraboya, deseando que por algún tipo de ciencia infusa el amanecer no llegase jamás...; y preguntándome una y mil veces si Jake podría estar haciendo lo mismo. Sí aquel comentario de Seth sobre mi secuestro, por mucho que después quedase catalogado como broma, no habría ido totalmente en serio... Soñando despierta con que las respuestas correctas fueran: sí.
La luna, suspendida justo sobre mi cama, parecía darme constantemente la razón, apareciendo y desapareciendo de entre las deshilachadas nubes, como si se tratase del guiño cómplice de un gran ojo celestial. Uno que lo viese y lo supiese todo.
Cuando finalmente llegó la fatídica hora de la partida, creía que Jake vendría a despedirme. Sin embargo, su rostro no estaba entre los pocos que se congregaron en el frío amanecer para vernos partir. Quien si estaba, y en primera línea además, era el simpático Seth; que no dejaba de lanzar miradas furtivas a la densa floresta, tan cargadas de tensión y nervios como las que se le dedica al reloj cuando se tiene una prisa enorme y el condenado autobús que necesitamos no llega...
¿Esperaría ver aparecer a Jake? ¿Del bosque? No tenía mucho sentido, y no obstante, una vez que esa absurda idea cruzó por mi mente, yo misma me sorprendí esperando verlo aparecer de un momento a otro de entre los árboles centenarios mientras subía al coche. Y es que, ambos me habían hablado vagamente la tarde anterior de la "patrulla de vigilantes" a la que pertenecían, y a pesar de ir por ahí medio desnudos en vez de uniformados, yo había supuesto que serían algo así como la policía de la reserva, liderada por Sam Uley, el hombre joven y de aspecto intimidante que en esos momentos estaba reunido con mi familia y el consejo de ancianos... El mismo que ahora esperaba tras el volante... Bueno, en realidad, si me detenía a considerarlo, todos los integrantes que había visto de aquella patrulla intimidaban lo suyo con todos esos músculos al aire a poco que pusieran mala cara... Quizá esa fuese la idea..., aunque, en el caso de Jake no podía imaginármelo así... Sencillamente me resultaba imposible borrar la brillante sonrisa de su rostro..., cuanto menos fruncirle el ceño en plan amenazador.
Sonreí embobada, recreándome en la viva imagen que llenaba mi mente, hasta que la posibilidad de no volver a verlo en la realidad se impuso, seguida de las agudas punzadas de un millar de agujas de hielo atravesándome el corazón.
Buscando refugió en otro recuerdo, –uno que no escociese como aplicar limón sobre las heridas abiertas– rememoré al gran lobo. Curiosamente él si apareció para, en cierta forma, despedirme.
Apenas la carretera se adentró zigzageante entre el denso bosque, creí atisbar algo que corría a toda velocidad entre los árboles, sorteándolos con precisión, en paralelo al coche. Automáticamente pegué el rostro al cristal de la ventanilla y... pronto estuve segura de que no era fruto de mi imaginación. A los pocos metros atravesó un hueco un poco más grande, y entonces pude distinguir con facilidad un familiar pelaje rojizo. Corrió y corrió con nosotros un par de kilómetros y luego, de buenas a primeras, desapareció causándome una gran congoja.
Me pregunté el porqué. No podía encontrarle una explicación razonable, aunque enseguida olvidé mi búsqueda de la respuesta. Un lastimero aullido, lanzado apenas unos metros por delante de nosotros, me distrajo. Así fue como volvía a localizarlo: apostado en una zona despejada y un tanto elevada, situada a un lado del camino que subía hasta Forks.
Como si fuese un intrépido y solitario centinela, sin temor a ser descubierto, se erguía majestuoso y espléndido, con la lustrosa pelambrera al viento y el rostro lobuno vuelto hacía nosotros. Y si no fuese una quimera, juraría que sus ojos oscuros buscaron los míos mientras lo sobrepasábamos.
No dejé de mirar por la luna trasera hasta que la siguiente curva lo ocultó definitivamente de mi vista, instante en que volvió a emitir otro aullido, más lastimero que el anterior si cabe. Tanto que, clavándoseme en lo más profundo del alma, hizo brotar lágrimas en mis ojos.
Recuerdo haber preguntado con un hilo de voz si lo habían visto. –Aquel aullido había causado verdaderos estragos en mi garganta–. Haber comentado la infinita pena que me había transmitido...
...Mamá no dijo nada. Aquel hombre rudo, Sam, tampoco. Sin embargo, intercepte la mirada preocupada que ella le lanzó, y también la sonrisa mitad enigmática mitad satisfecha con la que él le respondió. Y no me gustó.
Secretos y más secretos. Tenía la sensación de que, desde el bofetón, todos conspiraban contra mí. Todos menos Jake y ese lobo.
¡Au! Recuerdo inadecuado. Volver a pensar en Jake fue como hurgar en las heridas. Casi casi como cuando, al principio, lo hacía en papá.
Mi mano, como siempre que le evocaba, viajó hacía mi amuleto... pero ¡Ay!. Las heridas comenzaron a sangrar conforme mis dedos, impotentes, se cerraron sobre el vacío.
Jake juró y perjuro que lo encontraría, aunque eso, al margen de ser altamente improbable, por no decir totalmente imposible..., fue antes de que él también saliese de mi vida...
...
Comenzaba a anochecer, y aunque ninguno tenía prisa por abandonar el refugio al abrigo del viento donde estábamos acomodados en el acantilado, sabíamos de sobra que el tiempo del paseo que nos había recomendado el padre de Jake, se había agotado hacía mucho.
Abrazada de nuevo a Jake, me dejé llevar por la preocupación que me producían dejar atrás a esas horas a Seth y la buena caminata que tendría que pegarse, pues no había mencionado nada sobre tener una moto escondida entre los árboles...
Claro que, mayor fue la que afrontó papá aquella vez que el coche del abuelo Carlisle le dejó tirado a medio camino entre Forks y La Push, una noche que bajaba para ver a mamá, como siempre a escondidas. Tuvo que chuparse a pie sus buenos nueve o diez kilómetros para no dejarla plantada.
« Mmm. Ahora que lo pienso... ¿Sería Billy Black aquel buen samaritano que le ahorró los veintitrés del regreso? »
Inconscientemente me había separado un poco para poder rozar con la yema de los dedos el guardapelo en forma de corazón que siempre llevaba al cuello. Aquella joya y la diminuta foto que contenía, eran lo único que me quedaba de mi padre, aparte de mis numerosos recuerdos, desde que nos trasladamos desde Phoenix.
Temerariamente solté por completo su cintura para buscarla afanosamente entre mis ropas cuando no la encontré. Al mismo tiempo, un prudente y alarmado Jake aminoró la marcha presto a detener la moto.
Mi alarido de angustia coincidió con su pregunta.
- ¿Qué sucede, Ness?
No le contesté. En vez de eso salté de la moto ya parada, y entre lágrimas constaté mis peores temores.
Sacudí la blusa sin éxito e inspeccioné mi escote. Mi última esperanza se hizo añicos a mis pies. Tampoco estaba trabado en el sujetador. ¡Lo había perdido!.
...
Y aquí estaba yo, en la habitación que tía Alice proclamaba como mía cada vez que tenía la ocasión, al borde de las lágrimas por culpa de las dos cosas que había perdido en Forks: Mi colgante y mi corazón.
Siempre me pareció exagerado mantener reservado una cuarto para alguien que rara vez se quedaba a dormir..., y mucho más irlo modificando conforme esa persona va creciendo; aunque conociendo a tía Alice, eso no era nada. Cada vez que objetaba algo al respecto me respondía lo mismo entre risas y guiños: " Aprovecha hasta que llegué nuestro primogénito. Te aseguro que a partir de entonces te tocará quejarte del sofá".
- Toc toc. ¿Se puede? –Preguntó tío Jasper entreabriendo la puerta apenas unos milímetros.
- Adelante. –Contesté. Agradecida de tener algo o a alguien que me distrajese de mi dolor.
- Buenos días, dormilona. –Saludó asomando la cabeza.
La sonrisa que mostraba su semblante se fue extinguiendo conforme cruzaba la habitación, pues vino a sentarse al borde de mi cama.
- ¿Le quieres mucho, verdad? –Espetó sin más, mirándome directamente a los ojos.
No debería sorprenderme..., pero lo estaba. De sobra sabía que el tío Jasper era muy intuitivo; más que eso, en incontables ocasiones había sido testigo de su gran habilidad para detectar las emociones y el estado de ánimo de cuantos le rodeaban. Sin embargo..., ¿cómo era posible que identificase mi estado con el mal de amores?
-¡Oh! Quizá prefieras hablar de ese tema con Alice. Lo siento. –Se disculpó, visiblemente incomodado por mi silencio, haciendo ademán de levantarse para dejarme a solas.
- No. Espera. Quédate tío Jazz. –Supliqué.
Desde muy pequeñita y hasta que el estúpido pudor propio de la pubertad me empujase a buscar uno dentro de mi propio sexo, él había sido mi confidente ideal.
- Tanto que duele. –Gimotee, dejándome llevar por el amargo llanto mientras me arrojaba a sus brazos, abiertos de par en par para recibirme, enterrando el rostro en su ancho pecho.
- El amor verdadero es dolor y miedo, cariño. Quien te diga lo contrario miente. –Murmuró contra mi pelo– El dolor de la ausencia cuando no estas con el ser amado..., y el miedo constante a perderlo cuando estas con él.
¿¡Dónde esta mi sobrina favorita? –Resonó el inconfundible vozarrón de tío Emmett desde el piso de abajo.
JAKE POV
No dormía, apenas si comía tampoco..., en realidad no era más que un fantasma demasiado corpóreo que se había pasado dos días enteros lamentándose en silencio por los rincones mientras besaba un guardapelo en forma de corazón que, a fuerza de tanto acariciarlo y olisquearlo apenas conservaba ya un ligero vestigio del inconfundible aroma de su dueña.
Billy, Sam..., todos andaban preocupados por mí cordura. Todos menos yo. A mí me preocupaba más ella.
Había lamentado no llegar a tiempo para devolvérselo..., me había maldecido por ir a buscarlo en vez de pasar aquella última noche con ella, agazapado en su tejado, y total... ¿para qué?. Ahora en cambio bendecía la posesión de aquella prueba tangible de su existencia.
- Si la imprimación funciona para todo el mundo más o menos igual... Bueno..., yo diría sin temor a equivocarme que te estará extrañando tanto como tú a ella.
La había oído llegar, hacía medio minuto, pero había preferido ignorar su muda presencia detrás de mí.
- Saber que esta sufriendo no me ayuda, Emily. –Me quejé sin dignarme a mirarla–. En realidad lo empeora bastante.
- Lo sé. Te aseguro que lo sé. –Replicó viniendo a sentarse a mi lado–. Pero recuerda que, en estos momentos, por muy cruel que te parezca, su dolor es tu mejor aliado.
Alcé el rostro, pagándole su infructuoso intento de reconfortarme con el borrador de una sonrisa. No es que no lo apreciase de veras, es que simplemente había olvidado como se sonreía.
- Jake, se lo que me digo. Lo sé por experiencia propia. Es igual si, como en mi caso, la separación es voluntaria por no aceptar la situación; o como en el suyo, obligada por los demás sin todavía saber que es lo que a puesto su mundo patas arriba... Sencillamente se sentirá perdida, vacía y sin ganas de vivir, igual que a tú. Porque en el fondo de eso trata la imprimación –mientas hablaba, pasó distraídamente los dedos por entre mis cabellos, peinándolos con la misma ternura con que lo haría una madre–. Te muestra claramente a la persona que guarda en su interior una parte importante de tí mismo. Una que, aunque nunca antes fuiste consciente de que te faltase, aunque no es vital y por lo tanto, caso de no encontraros nunca, podrías haber vivido perfectamente cien años sin necesitarla..., ahora te resulta totalmente imposible seguir adelante sin ella.
Suspiré. Nunca me había planteado que para ellas fuese exactamente lo mismo que para nosotros; aunque bien pensado eso tenía mucho sentido. Quería decir que, si Nessie era el centro de mi universo, yo lo era del suyo.
- Créeme Jake. Ninguna madre, por asustada o enfadada que este, dejaría a su hija languidecer de ese modo. Además, esa mujer huyó por amor. Ella mejor que nadie sabrá reconocer los síntomas del más puro, entregado e irrompible.
Asentí, no muy convencido, y ella lo percibió.
- Fíjate en Leah. –Contraataco.– Era mi prima y yo su directa rival, y sin embargo... –su voz se volvió espesa y quebradiza a causa de la pena, así que completé la frase por ella.
- Se hizo a un lado.
N/A: Dedicado a Aroa y Mony. Vuestro apoyo es el viento que sopla mis velas.
Mi visión de la imprimación??? No es una atadura, como dicen algunas por ahí, ni una maldición, para mi es la certeza absoluta de estar con la otra mitad de tu alma... como si dentro de cada ser pusisen la mitad de algo y ese algo se activase al verse al reconocerse mutuamente...
Electrica.
martes, 1 de marzo de 2011
Supervivientes - 2ª Parte
2ª PARTE
Hace aproximadamente un mes que convivimos con ellos.
Tal y como dijo Ian, Jared había planeado por su cuenta llevarnos con ellos para que compartiésemos su refugio. Una cabaña rustica pero encantadora. Una de esas que en un principio haría las delicias de los turistas, hasta que finalmente descubriesen la falta de comodidades, pues la letrina estaba algo apartada y no había electricidad ni agua corriente, tan sólo una bomba manual en el fregadero que suministraba el liquido elemento desde el cercano río.
Para nosotras, después de tanto tiempo de huir sin rumbo, de dormir donde y cuando podíamos soportando la lluvia, el frío y el calor sin un techo... aquella tosca construcción empotrada en un rincón de arenisca roja, peligrosamente cerca del nivel de inundación del río, era sencillamente perfecta.
A nuestra llegada, Jared nos explicó que podríamos permanecer largas temporadas sin peligro alguno. Afortunadamente para nosotros, su padre era un hombre estrafalario al que no sólo le gustaba alejarse de todo de vez en cuando, sino que además le encantaba vivir un poco a la aventura y hacer las cosas a su aire..., en definitiva, dejarse llevar por el espíritu pionero que debió impulsar a los primeros colonos del "salvaje Oeste"; así que nunca se molestó en averiguar a quien pertenecía la tierra ni lo que permitían los papeles y todas esas monsergas. Por lo tanto, no sólo estaba construida en un lugar insólito lejos de cualquier vereda o camino, si no que además, oficialmente no existía.
Mientras regresaba sin prisa de mi lugar favorito, una pequeña alameda situada a doscientos metros de la casa en la que me gustaba perderme de vez en cuando escuchando el suave murmullo del viento entre las hojas porque me permitía en cierta forma regresar por unos efímeros instantes a mi lejana tierra natal, y cuyo verde a pesar de la luz mortecina de la tarde aún resaltaba de tan vivido contra el rojo de las rocas del estrecho cañón, meditaba sobre nuestra situación.
Como si aquella noche el destino nos hubiese emparejado con algún propósito y no por simple aleatoriedad, resultó que Kokoro y Jared congeniaron tanto que la relación que surgió entre ellos pronto dejó de ser de amistad.
Tan espontánea y alocada como siempre, Ko aprovechaba cualquier excusa para lanzársele al cuello y comérselo a besos, estuviesen a solas o no... y claro, él no se quedaba atrás. Así pues, cuando las cosas se subían de tono, cosa cada vez más frecuente, –ya ni siquiera a Jared le incomodaba nuestra presencia a la hora de dejarse llevar por los instintos primarios y dar rienda suelta a sus pasiones– Ian y yo nos veíamos obligados a pedirles compostura o abandonar discretamente el lugar...
... Sin embargo, era evidente que había entre ellos mucho más que una atracción física. Ellos se querían de veras. En cambio Ian y yo..., después de aquel primer beso, nada de nada. Sencillamente comenzaba a dudar de que, por su parte por supuesto, alguna vez hubiese habido algo más que la euforia del momento al encontrar a otro ser humano.
Me consolaba pensar que, por lo menos, no se fijaba en mí por ser la única mujer disponible. Eso era algo por lo que desde luego no estaba dispuesta a pasar. Si alguna vez se le pasaba por la cabeza la idea de repoblar la tierra o algo así..., ¡que se buscase a otra! Además, para eso ya estaban Jared y Kokoro, ¿no?. –Me obligué a relajar el rostro borrando la mueca que presentaba– Evocar sus constantes muestras de..., "amor" no era ni mucho menos la palabra correcta para definirlo, "adoración" encajaba mejor, me dolía demasiado ¿Por qué? ¿Por qué no podía olvidarme de ese dolor y alegrarme por ellos sin más? La respuesta no tenía nada que ver con los celos o la envidia, sino con la culpa. El único motivo por el que no compartían también las noches era...YO. Yo era la tercera en discordia..., la que sobraba.
La cabaña contaba con un solo dormitorio, con su respectiva cama de matrimonio encajonada a duras penas entre sus rústicas paredes de piedra, en el que fuimos instaladas inmediatamente; y un sofá cama. Y ahí erradicaba todo el problema ¿Si me expulsaban del dormitorio..., dónde me recolocarían?
Limpié las inútiles lágrimas, que comenzaban a empañar mis ojos, justo cuando alcanzaba los peldaños que conducían al porche. No estaba en condiciones de explicar mi estado de ánimo, así que en vez de subirlos me dejé caer en el primero y observé como las sombras iban avanzando a pasos agigantados por el estrecho cañón, tragándoselo todo en su negrura conforme el sol se retiraba por el horizonte lanzando sus últimos destellos... Como si le costase admitir que estaba vencido, estos parecían más intensos conforme la negrura aumentaba; produciendo un hermoso espectáculo.
Suspiré. Incapaz de detener mi mente y empaparme de la paz reinante.
Había una solución bastante obvia a todo aquel drama... pero me faltaba el valor necesario para llevarla a cabo: Dentro de dos días nos iríamos de misión de reabastecimiento. Habíamos rapiñado bastante de camino hasta aquí, pero al ser cuatro ya comenzaba a escasear de todo; haciéndola necesaria. Durante la planificación, los chicos insistieron en que nos quedásemos a esperarlos aquí, nosotras por nuestra parte dejamos bien claro que no lo haríamos. Si ellos caían..., caeríamos todos juntos. Bien..., ¿y si fuese un viaje solamente de ida para mí? Eso lo arreglaría todo, ¿no?. Kokoro y Jared tendrían el cuarto para ellos, y yo no sufriría más viendo cada día esos ojos, azul profundo, mirándome como a cualquier otra persona soñando con que fuese de otra manera... Pero... No podía hacerlo... Simplemente era imposible.
No volver a verle..., preguntarme cada día..., a cada minuto..., que fue de él... me volvería loca. Además, los expondría a un doble peligro: Sabía que, aunque les dejase una nota indicando que mi decisión era voluntaria, Koko se empeñaría en buscarme para llevarme de vuelta –a rastras si fuese preciso– con el consiguiente riesgo. Y por otra parte, si me capturaban... yo misma acabaría con ellos.
Como quiera que fuese, tenía la certeza de que mi acción los obligaría desalojar el único refugio seguro que existía, en el mejor de los casos como simple medida precautoria. Un lugar al que Jared e Ian habían llamado "hogar" desde hace muchos años..., un lugar al que yo misma quería pertenecer... –Se me encogió el estómago y el corazón me dio un vuelco– No, no podía privarlos de él. No podía pagar su hospitalidad con aquel acto traicionero.
Suspiré de nuevo. Un infructuoso intento de desalojar a la congoja de mi pecho.
- ¡Menudo suspiro! –Comentó mi amiga a mis espaldas haciéndome dar un respingo. Estaba tan ensimismada que no la había escuchado salir al porche.– ¿Qué te pasa?
- Nada. –Mentí sin mirarla cuando se sentó a mi lado.
- ¿Es por qué ese idiota aún no se atreve a decirte nada?
Sonreí sin que la alegría llegase a mis ojos. Ella me conocía tan bien que leía en mí como si fuese un libro abierto. Oh, claro que podría haberlo negado recordándole la misión... Podría haber alegado que estaba preocupada o incluso asustada por su causa... pero no se lo tragaría. Sabía que no podría engañarla... y menos después de hacer gala de una actitud tan decidida durante la acalorada discusión con los chicos... Así que ni lo intenté.
- El hecho de que no sienta nada por mí no lo convierte en un idiota, Ko –susurré, molesta por el calificativo.
- Bueno..., eso sería discutible –dijo pasando su brazo derecho sobre mis hombros, y haciéndome rodar los ojos. Kokoro y su falta de objetividad.– Si a eso le añades que tu afirmación no es correcta... –refutó con rapidez antes de que pudiese abrir la boca para objetar sobre su anterior comentario– osea, que sí lo siente..., –afirmó con vehemencia remarcando el si– llegamos a la inevitable conclusión de que, eso es precisamente lo que lo hace ser un completo idiota.
Me quedé mirándola sin saber que responder. Seguramente un vampiro tendría más color que yo, pues la sangre se me había fugado junto con el alma y el corazón.
- No me mires así. Jared opina igual. Él le conoce bastante mejor, y dice que lo vuestro es sólo cuestión de tiempo –Bufó.– Tiempo, como si nos sobrase. ¿Por qué no das tú el siguiente paso, cariño? A lo mejor es lo que está esperando.
Enarqué una ceja. Un gesto a medio camino entre la incredulidad y el sarcasmo.
- Bueno... él te beso ya, ¿no?. Quizá crea que ahora te toca a ti.
Negué enérgicamente con la cabeza. Ella se encogió de hombros, aunque visiblemente contrariada, y poniéndose ágilmente de pie replicó:
- Como quieras. Si tú no haces nada lo haré yo.
- No todas somos como tú, Koko –le espeté exasperada mientras la retenía por la muñeca. –Al menos yo no.
- Ah, ¿y eso que significa? ¿Qué eres mejor que yo? Qué soy una..., ¿qué?... ¿Una descarriada?... ¿¡Es así como me ves! –Su voz fue subiendo octavas a medida que el despecho afloraba– ¿¡Y todo por que no tuve miedo de demostrarle a Jared cuanto le amo! –Escupió más que preguntó.
Perfecto. Ahora, y por si fuese poco, encima había ofendido a mi amiga. ¿Qué más podía hacer para estropear aún más mi situación? –Piensa, Elen, piensa... que seguro que con tu suerte encuentras algo...– Seguro que acabaría averiguándolo pronto.
- Mira, nena... –Continuó cada vez más enfadada, ganándose toda mi atención.– Por si no te has enterado: Primero. ¡Estamos en el siglo veintiuno, las mujeres ya no tenemos que esperar sentaditas a que ellos se dignen a dar el primer paso! Y segundo. ¡Nos están masacrando! Cualquier instante puede ser el último, ¿recuerdas? –su enfado se quebró junto a su voz, y se dejó caer de nuevo en el escalón, a mi lado.
- Me malinterpretaste, Koko –me apresuré a explicar aprovechando que aquella verdad, escalofriante e inamovible, había cortado su airado discurso. El rápido subir y bajar de su pecho me decía que la tregua no duraría mucho.– Me refería a lo mucho que me gustaría ser como tú. Desearía tanto no ser una... estrecha –susurré mortificada.
- No creo que seas una estrecha, cariño –dijo abrazándome con ánimo consolador, repentinamente calmada– No fue eso lo que vi aquella primera noche –añadió balanceándonos picaramente.– Simplemente te cuesta arrancar, eso es todo.
Mi cara quedó roja y miré al suelo fijamente al recordarlo. Me sentía tan malditamente avergonzada...
...No sólo había correspondido a su beso de un modo salvaje, sino que además había acabado colgada de él como un mono araña... Mis piernas enlazadas fuertemente alrededor de su cintura y mis brazos tras su nuca... Y lo peor es que, no fui consciente de todo eso hasta que Ian me soltó al escuchar el carraspeo divertido de Jared y la risita nerviosa de Kokoro.
Tal vez ese fuese el problema... Quizá ahora me creía una chica facilona y le asqueaba...
- Oh, por el amor de Dios –Gimió mi acompañante volviéndose a levantar de un salto.
Me alarmé al instante. El fugaz vistazo de su rostro al girarse confirmó mis sospechas. Al parecer, la última parte de "mi monologo interior" no había sido tal cosa precisamente.
- ¡Ni se te ocurra hablar con Ian de esto! –Grité anteponiendo la furia al terror.
- No he dicho que vaya a "hablar"con él... si no recuerdo mal, la palabra que utilicé antes fue: hacer... De todos modos, si eso te tranquiliza, –me guiñó un ojo, dedicándome a continuación una sonrisa angelical. Demasiado angelical.– te juro que no le diré ni media palabra. –Y se largó dejándome confusa y con una inquietante incógnita: ¿Qué se proponía?
La noche comenzaba a refrescar, acusando de paso la humedad del río cercano. Así que entré en la cabaña pisándole los talones, dispuesta a acostarnos y dejarlo correr hasta el día siguiente, justo a tiempo de verla susurrar al oído de Jared mientras lo arrastraba de la mano en dirección a nuestro dormitorio.
- Por cierto Ian..., apartir de esta noche tienes nuevo compañero de cama. –Anunció por encima del hombro como si tal cosa antes de entrar.– Te lo advierto, Ele –añadió presintiendo mi mudo estupor.– Ni se te ocurra tocar esta puerta. Vamos a estar muy ocupados en breve.
Jared clavó sus ojos marrones en mí, y después los paseo por la estancia hasta dar con los de su amigo, esbozando entonces una enigmática sonrisa, antes de cerrar tras de sí.
- Que directa. –Resopló Ian a mi costado.
- Sí. Esa es Koko. Para ella es absurdo esperar y andar con medias tintas en cuanto sabe lo qué quiere y cómo obtenerlo... Y si no funciona..., pues a otra cosa mariposa. Dice que, por mal que salga todo, siempre es mejor que quedarse con las dudas.
Sentí sus ojos fijos en mí, pero preferí ignorarle contemplando con redobladas energías la puerta cerrada. ¿Por qué le había soltado todo eso? ¿Tan difícil me era permanecer con la boquita cerrada?
- Mmmm... Tiene una personalidad aplastante. Eso no se le puede negar –murmuró.– A decir verdad... Si yo fuese Jared, creo que me intimidaría un poco.
Sonreí sin poder evitarlo, pues no podría estar más de acuerdo. Kokoro tenía tanta seguridad en sí misma que asustaría a cualquiera. Claro que, por lo que había podido apreciar en el transcurso de nuestras peripecias junto a ellos, Jared también. Sin duda era el mejor tomando decisiones criticas en cuestión de segundos. Era capaz de analizar a velocidad de la luz los pros y los contras de cualquier circunstancia, parecíendo saber siempre que hacer y estar dispuesto a hacerlo.
- Por eso doy gracias al cielo a que la que me gustes seas tú...
Me envaré.
- No te apures. Iremos despacio. Te daré todo el tiempo que necesites hasta que lo tengas tan claro como yo. Que durmamos juntos no tiene porqué acelerar mis planes.
Al fin me atreví a mirarlo. Mientras charlábamos se había aproximado tanto que solamente alcancé a perderme en sus ojos. Eran tan cálidos y acogedores..., más que eso, en ese preciso instante había tanto fuego escondido tras la aparente escarcha de su azul, que debería haberlo sabido. Debería haberme preparado, anticipándome a su jugada, en vez de dejarme pillar totalmente desprevenida; otra vez. La única explicación posible era que estaba demasiado aturdida para verlo venir.
Se inclinó, y tomando mi cara entre sus manos ardientes, depositó un beso en mis labios. Uno que, aunque efímero, incendió mis venas y nubló mi razón.
- ¿Izquierda o derecha? –Ofreció alejándose a grandes zancadas hacía el sofá cama, ya dispuesto para pasar la noche.
No esperó mi respuesta. Simplemente se tendió de costado, cuan largo era, en el lado derecho. Después retiró las mantas del izquierdo, abriendo la cama para mí.
- Nuestra Excalibur –murmuró palmeando el colchón y mirándome por primera vez.
- ¿Qué? –Pregunté. Encaminándome hacía allí con pasos cortos y vacilantes.
- Cuando era pequeño, mi padre solía contarme historias sobre el Rey Arturo y los caballeros de la tabla redonda. Sin embargo, esta, mi favorita, no me la contó hasta los quince o así.
Me arropó en cuanto quede horizontal sobre el colchón, haciendo caso omiso de mi rígida postura, con la vista clavada en el techo, continuando su relato con el mismo tono.
- Si conoces algo sobre esas historias... sabrás que Arturo quedó prendado de Ginebra, casi una niña, nada más verla... y que no descansó hasta sacarla del convento donde la tenían recluida sus padres, directamente para casarse con ella.
Asentí sin dejar de observar los nudos y dibujos de las betas del artesonado.
- Pues la amaba tanto que, leyendo el pánico en sus ojos en la noche de bodas, y no queriendo tenerla hasta que ella le correspondiese, tendió su espada sobre el centro del lecho nupcial diciendo: "Solamente tú, esposa mía, podrás retirarla o pasar sobre ella cuando y cuantas veces te plazca. Por mi parte, por mi honor de caballero, juró que jamás me moveré de mi lado". Y eso se repitió cada noche hasta que, finalmente, la propia Ginebra le impidió colocarla... Entregándosele completamente enamorada.
Guardé silencio, incapaz de disolver el nudo que la emoción había creado atascando mi garganta.
- Buenas noches, mi dulce Ginebra –suspiró dándose la vuelta.
- ¿Ian? –Conseguí articular.
- ¿Sí? –Inquirió, evidentemente aleta, aunque sin mover un solo músculo.
- Antes... cuándo has dicho que te gustaba... –dudé sobre si continuar o pedirle que lo olvidase.
- Si aquella noche hubiese perseguido a Kokoro en vez de a ti... –suspiró.– No niego que, tal vez, la hubiese besado en la euforia del momento. Pero desde luego tampoco me pasaría las noches en blanco pensando en ello..., ni mucho menos los días tratando de no repetirlo.
Jadeé ilusionada. Aferrándome al borde del colchón para mitigar la sensación de levitar, y llevándome al mismo tiempo la mano libre al galopante corazón, temerosa de que lo escuchase en el ominoso silencio que precedió a su declaración. Sin embargo, fue otra clase de ruidito lo que rompió tan mágico momento.
A pesar de las gruesas paredes y la sólida puerta de madera maciza que nos separaba, el sordo aunque fácilmente identificable golpeteo rítmico del cabecero de hierro forjado se encargó de ello.
- Ian...
- ¿Sí?
- Me gusta la idea de ir más despacio que ellos –adujé azorada. Esforzándome por pronunciar con naturalidad cada palabra– pero..., ¿te importaría pasar aquí abajo y abrazarme?
En principio, ambos teníamos muy claro que la idea era dormirme entre sus brazos... sin embargo, como dice una coplilla popular de mi patria chica: "El hombre es lumbre, la mujer estopa. Llega el diablo... y sopla que sopla"
FIN
.N/A: Por unos días estuve a punto de cambiarle el Raiting de M a T y dejarla en OS pero... encontré lo que llevaba escrito de la segunda parte y bueno... decidí volver a intentarlo.(¡Más de un año después!) Eso sí, creo que definitivamente renuncio a la escena lemmon entre kokoro y Jared...que le tenía prometida (lo que me bloqueó en su día) por dos razones... Primera. Hace mucho que no sé nada de ella y no me siento comoda escribiendo y publicando un lemmon sobre ella en esas condiciones... y segunda (la misma que me dejó bloqueada en su día)... A no ser que añadiese un Kokoro Pov (algo que veo como muy forzado) como metería eso en una historia contada en primera persona por mí (ELE) sin ser una voayer o como se escriba eso?.
Algunas chicas piensan que esta historia esta escrita y pensada en conjunto con Kokoro, pues solamente me resta aclararles que no. Es un regalo que hice para ella y para mí misma en un ataque de locura XDD